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—Es una buena decisión... —dice Rhaenys. —No sé cómo se la tomará el actual consejo...
—Bien poco me importa...
—Podía deducirlo...
—Baela y Rhaena están más que preparadas para ello y... También el resto que tengo en mente...
—¿Has elegido una mano? —pregunta Rhaenys.
—No, aún no... Me pondré con ello cuando solucionemos los temas actuales.
—Nada ha cambiado —dice Rhaenys tomando de nuevo sus manos. —No deseo a otra mujer, ni a otro hombre. Te quiero a ti —dice acariciando la mejilla de la reina. Y Saera la mira, como buscando una definición a una palabra que aún no tiene, buscando describir un sentimiento que aún ni si quiera conoce.
—Dilo de nuevo —pide, deseando que sea cierto.
—Te quiero —susurra Rhaenys cerca de sus labios. Saera cierra los ojos y toma una respiración profunda, desea aferrarse a esas palabras y morir en ellas si fuera necesario.

Sus ojos vuelven a abrirse y observa cómo Rhaenys la mira.
—Te quiero, Rhaenys —dice Saera.

Rhaenys toma la cara de la reina y la besa profundamente. Saera enreda sus manos al rededor del cuello de Rhaenys y profundiza el beso no queriendo separarse de ella nunca.

—Rhaenys...
—Dime...
—Por favor... No me hagas daño —ruega Saera mirándola a los ojos. —Te quiero... —Afirma abrazándola con fuerza.
—Yo jamás te haré daño, Saera. Te quiero.
—Tengo miedo de que todas estas inseguridades que se han hecho hueco en mi pecho llenándolo de nudos puedan hacerse realidad...
—Saera mírame —dice Rhaenys separándose y tomando la cara de la reina —Besaré tus miedos y disiparé tus dudas, iré eliminando tus inseguridades hasta hacerlas desaparecer, solo te pido confianza...
—Confío en ti... Lo hago... Pero te miro y algo se rompe... Siento que no te merezco...
—Saera... Eres poesía a la vista de cualquiera...
—Despósate conmigo... ¿Lo permitiría Corlys?
—No es Corlys quien debe preocuparnos... ¿Qué dirá el reino?
—Me da igual la opinión del reino, del consejo o de mi padre. No quiero que seas mi mano, ni un miembro de mi consejo... Ya te lo dije, quiero que seas mi reina... Que gobiernes a mi lado... Aunque ahora... Tengo que ir a la fortaleza roja.
—Es un suicidio... No puedes ir sola.
—Vhagar irá conmigo. Rhaenys nos quedan aliados ahí. Miembros de la corte que jamás, jamás nos traicionarían. Podrían encerrarlos o... Podrían matarlos... Una reina vela por el bienestar de los suyos...
—Iré contigo.
—Ni de broma.
—Te dejé ir sola una vez, no habrá una segunda. Que tu padre ocupe el puesto aquí en nuestra ausencia. He estado a punto de perderte, no volveré a permitir que ocurra.

Esa misma tarde las dos dragonas marchan con sus jinetas a la fortaleza roja. Esta está repleta de estandartes de los verdes, pero no hay rastro de estos, al menos no a la vista.

Ambas exploran el castillo sin encontrar a nadie durante un largo rato, se encuentras extrañadas por la soledad del lugar, pero todo se vuelve negro cuando ambas son golpeadas con fuerza haciéndolas caer inconscientes durante varias horas.

Para cuando Saera abre los ojos está en un carruaje que no sabe a dónde va. Mientras tanto, en la fortaleza, Rhaenys hace rato que ha despertado encerrada en una habitación. Intenta buscar una manera de salir pero la puerta no se abrirá ante ninguna circunstancia.

Saera está aturdida, no sabe lo que harán con ella, solo sabe que está maniatada y sola en ese carruaje. Nada más frenar, la sacan de él bruscamente y la arrojan en una plaza elevada en la ciudad. Ve ante ella a su hermano Aegon con una sonrisa repleta de maldad y a Criston empuñando una espada. En ese momento se dio cuenta de que no todos habían muerto en aquel barco en llamas y que habían podido saltar a tiempo al mar.

Rhaenys escapa por uno de los pasadizos de la fortaleza. Se mezcla con la multitud al llegar a las faldas de desembarco del rey y corre entre ella sin detenerse. Es empujada, tiroteada y arañada por los miles de civiles que se dirigen a observar la condena del usurpador a su hermana. Rhaenys corre en dirección contraria, hacia el puerto. Y llega rápidamente.

—Jamás me arrodillaré ante ti —dice Saera a su hermano menor, estando maniatada, sujeta por los guardias y vestida con arapos. —Padre jamás te reconocerá como rey, te matará cuando se entere de esto.
—¡Cállate! —exclama Aegon. —Mentiras, es lo único que dices.
—Obra como quieras hermano mío. Espero que no sea muy tarde cuando te arrepientas.

Aegon se niega a mirar a su hermana y hace que los guardias la arrodillen frente al verdugo que blande la espada.
Mientras Criston Cole elevaba el arma para cortar la cabeza de la reina todos los presentes pudieron observar una sombra a toda velocidad sobrevolar el lugar y colocase ante el usurpador desde las alturas.

—Dracarys. —En ese momento Meleys ruge y el fuego que sale de sus fauces calcina completamente a todos los que se encuentran en la plaza donde se pretendía llevar a cabo la sentencia.
Saera suspira aliviada cuando nota las llamas rozando su piel. No por acabar de ser salvada, más por saber qué Rhaenys se encuentra bien.

Cuando la nube de fuego y cenizas se disipa. La reina se pone en pié rodeada de los cadáveres chamuscados de quienes intentaron matarla. El pueblo observa cómo la reina no ha sufrido daños como el fuego.
Rhaenys hace descender a Meleys y baja de ella acercándose a Saera. Esta está firme, desnuda, observando a la multitud que mira impresionada.
La princesa coloca una capa por encima de la reina para cubrirla y saca la corona.
—Vuestra reina —dice Rhaenys. —Saera Targaryen.

La princesa coloca la corona a Saera y el pueblo hace una reverencia.
Saera sonríe a Rhaenys y toma su mano para subir a Meleys tras ella.

—¿Y Vhagar?
—Tenemos otra lucha, mi amor. Y tú dragona ha ido a ayudar.
—Joder...
—Espero que lleguemos a tiempo —dice Rhaenys mientras hace que Meleys vuele rápida como un rayo.

HEIRESS (Rhaenys Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora