32. Pastel

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Durante el día dediqué el tiempo disponible para ordenar y comprar los implementos necesarios para el pastel que prepararía para Sally tal como se lo había prometido. Del sabor dudé bastante aunque terminé inclinandome por crema de chocolate y fresas, solo esperaba que fuera de su agrado.

Mi madre estaba junto conmigo en la cocina, a ella también le encantaban los postres y ya estaba al tanto de la visita que recibiríamos hoy, no estaba invitada pero es imposible que no se una a nosotras.

— Es una niña encantadora mamá, estoy segura que la amarás —. Le comentaba acerca de Sally mientras ella terminaba de fregar los platos de la comida anterior.

— No dudo que así sea, me da mucha curiosidad por como me la describes —.

— Solo no la asustes mamá —.

La conversación se interrumpió por el sonido del timbre. Ya estaba aquí.

— TN! Sonó el timbre —. Mi madre se emocionó, ella quería ir a recibirla pero aún se encontraba con las manos llenas de detergente y agua.

— Casi me dejas sorda, ya voy yo —. Me sobé exageradamente los oídos a modo de burla mientras me dirigía hacía la entrada principal, miré por la ventana para corroborar que era ella y abrí.

La pequeña estaba frente a mi puerta acompañada de Helen o eso supuse, por más que intenté no pude ver su rostro. Raro.

Abracé a Sally y ella soltó una carcajada contagiosa haciendo que yo tambien riera, en cuanto a su acompañante no sabía del todo cómo saludarlo y es por esto que me límite a estrechar su mano, no obstante el se mantuvo en silencio con las manos escondidas en su bolsillo. Incómoda regresé mi atención hacia la niña.

— Es tímido —. Señaló Sally.

— Así lo veo — Decidí asentir y no darle demasiada importancia a su actitud ya que comprendía lo complicado que podía resultar el conversar con alguien al que no conoces, por otro lado también existían los modales y por un saludo nadie se muere, mis pensamientos se dividieron conformando una incompleta sensación de comprensión. El único momento en dónde confirmé que ante mi estaba un ser humano y no un posible muerto viviente fue cuando lo escuché hablar para acordar el horario en el que vendría a por la pequeña Sally.

Ese tal Helen se despidió sin más, no hubo contacto visual o intercambio de palabras entre nosotros, así como llegó se marchó, yo me quedé con las palabras en la boca esperando que quizás cuando vuelva más tarde lograra obtener una mejor conversación.

Una vez las dos solas, la invité a entrar para luego cerrar la puerta y evitar que el clima de afuera interviniera en la calidez que permanecía dentro de la casa.

— Dios mío mamá, que susto! —. Detrás de la puerta se encontraba mi madre, estaba demasiado segura que estuvo expectante a toda la situación a través de la ventana, el problema es que no lo vine venir y casi me causa un infarto.

— Y esta pequeña tan linda, debe ser Sally verdad? —. Hizo caso omiso a mi comentario y se dirigió hacía la niña a mi lado. Los ojos le brillaban, en cualquier momento saltaría sobre ella y la tomaría entre sus brazos.

— Hola señora, si, me llamo Sally —. La pequeña permaneció tras de mí con un semblante tímido al conversar con mi madre.

— Te apretaría las mejillas pero no te quiero asustar —. Cómo toda madre mi mamá noto enseguida las emociones de Sally, por lo que decidió contenerse, almenos por el momento.

— Eso me dolería mucho —. Afirmó sonriendo levemente.

— En cambio, te puedo dar un abrazo? —. Sally pensó unos segundos que respuesta entregar.

¿Que me has hecho? - Bloody Painter-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora