38. Juego de niños

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Si no teme por su vida le enseñaré a hacerlo.

Cogí el cuchillo nuevamente, mi mente se encontraba dividida, una parte deseaba sed de sangre y la otra se oponía a matarla.

— Suficiente de tanta conversación —. Se sorprendió al escuchar nuevamente mi voz y pude notar como nuevamente se colocaba en alerta.

— Eres un demente! —. Tropezó cayendo de espalda sobre la cama.

— Sorpresa mujer, soy un asesino —. Respondí irónico. — Entonces cómo debería comenzar, quizás atravesando tu estómago? —.

— No debiste haberme salvado esa noche! Definitivamente no debiste si ibas a matarme de todos modos —. Igual que un cachorro asustado mantenía sus ojos fijos en mis movimientos, quieta atenta esperando una oportunidad para escapar.

— Entonces debí haberte dejado con ese pedazo de mierda —. Escupí las palabras con amargura.

— Qué diferencia existe? No eres distinto a él —.

— Ja, pero en ese momento como me llamaste? Ah sí, un ángel —. Me burlé de sus palabras.

Corté por completo la lejanía colocándome a un costado de su cuerpo. — Un movimiento y te dejaré peor que colador —.

Ella permaneció quieta, podía ver sus lágrimas recorrer las mejillas de su rostro y perderse en su cuello.

— Quizás es mejor comenzar por tus piernas —. Deslicé el filo por debajo de su camiseta dejando al descubierto la zona en dónde la noche pasada la había herido.

Suspiré aliviado ya que parecía cicatrizar bastante bien.

— Fuiste tu? —.

— Fui yo qué? —. Sabía a qué se refería aunque esperaba conocer que tantos recuerdos mantenía de ese momento.

— Tú me causaste esa herida, por eso supiste dónde estaba, lamento decirte que ahora está sana —.

— En eso te equivocas. Tu sola la infringiste debido a tu terquedad —. Confesé quizás con la intención de darle a entender que yo aún no la he dañado.

— Estás mintiendo —.

— No me creas, pero así fue, aunque pedir que recuerdes es demasiado, después de todo estabas ebria —.

— Y ahora sí quieres herirme —. Afirmó.

— Como no tienes idea —. Pasé saliva intentando contener los deseos de clavarle el cuchillo en vano. Su mirada me tenía hipnotizado y ya no pensaba en nada más que asesinar.

Solo será un momento.

La tomé de ambas manos y las lleve contra la almohada.

— Gritas una vez y mataré a tus padres frente a ti —. Susurré cerca de su oído para luego alejarme y apoyar mis piernas a un costado de sus rodillas.

— Asiente con la cabeza si entendiste —. Ella obedeció.

Solté sus manos y clavé la punta de mi arma sin previo aviso contra la pierna opuesta en dónde se encontraba la cicatriz pero ella no gritó, tan solo cerró sus ojos con fuerza y mordió su labio al punto de hacerlo sangrar.

— Ahora atraviesale el pecho —. La maldita voz regresó a mi cabeza, pero no le obedecería, al contrario presioné un poco más profundo el cuchillo para luego quitarlo. Tomé unos cuantos segundos para deleitarme viendo brotar la sangre lentamente.

— Tienes vendas? —. Pregunté colocándome nuevamente de pie.

Ella abrió los ojos sorprendida

— Vendas, dónde las tienes —. Insistí en un tono más demandante.

— En el cajón del escritorio en dónde estabas apoyado — Su voz quebrada me atravesaba el pecho pero las ganas de sangre fueron más fuertes, si no las saciaba era probable que ahora ella nisiquiera pudiese hablar.

Tomé las gasas y comencé a pasarlas por sobre el corte recordando la vez en dónde Jane me vendó a mí.

Es más fácil dañar que curar pensé.

De vez en cuando miraba de soslayo hacía el rostro de TN, ella no decía nada pero almenos ya no se encontraba soltando más lágrimas.

Mis manos temblaban, no se me daba ser delicado y cuando terminé de vendarla volví a relajarme.

— Ahora estamos a mano —.

— Quizas me equivoqué en ayudarte con tu herida —. Volvió a hablar.

— Te arrepientes? Aún puedo matarte sabes? —. Contesté amenazante.

— No —.

— No? —.

— No me arrepiento, quizás después de todo soy una estúpida pero ese día tenía que ayudarte —.

Una parte de mi se alegró frente a esa respuesta aunque fingí desinterés. — No me gusta deber nada y por eso ahora estamos equilibrados —.

— No puedo entender la mente de alguien como tú —. Confesó mientras deslizaba sus dedos sobre la venda.

— Lo que ves no siempre es correcto y lo que oyes no suele ser lo que espero que escuches —. Comenté calmado.

— Que? —. Respondió aún más confundida que al principio.

— Solo no te mueras. Yo... La próxima vez que te vea no seré tan considerado como ahora —.

— Debería agradecerte? —.

Deberías explicarme que haces que no pueda cumplir con mis deseos de matarte.

— No —. Me levanté volteando hacia ella. — Pero quizás deberías revisar mejor tus ventanas, puede que la próxima vez no sea yo el que entre y creeme...desearas que fuese yo —.

— Ese día perderé la cabeza —. Contestó con la energía característica de su voz, solo que mantenía el desprecio en vez del carisma.

— Probablemente —. Sonreí satisfecho

Sentí un objeto suave estrellarse contra mi pecho.

— Lárgate de aquí! —. Cogí lo que parecía ser un muñeco de felpa. Esto no era para nada una relación de asesino y víctima.

— Un maldito peluche, es enserio? —.

— Oh perdóname, la próxima vez dormiré con una roca, digo para que te quejes mucho más —.

— Te han dicho lo bipolar que eres? —. Pregunté incrédulo.

— Y a ti lo malo que eres como asesino?  —. Respondió desafiante.

Negué con la cabeza intentando quitar la sonrisa que se formaba en mi rostro. Me sentía como imbécil. Un gran imbécil.

— Cuídate mujer —. Me despedí mientras continuaba de buen humor.

— Ojalá y te tropieces al bajar —.

Para su desgracia, bajé sin mayores problemas hasta el suelo de asfalto. Continuar con el rostro tapado ya comenzaba a molestarme y necesitaba aire fresco por lo que me coloqué la capucha y luego procedí a quitarme la máscara.

Antes de comenzar a caminar volví a mirar hacia la habitación de TN y ahí estaba ella.

— Vete a la mierda —. Leí sus labios que gestualmente pronunciaron esas palabras.

Apoyó sus manos sobre el marco de la ventana con sus cejas fruncidas aún observando en mi dirección.

Imposible que viese mi rostro, la capucha ocultaba gran parte de él y sin embargo ella se esforzaba por ver más de lo que yo estaba dispuesto a mostrarle.

Hice el gesto de que ya debía entrar con mi cuchillo en la mano a lo que ella respondió mostrando su dedo de en medio.

Nuevamente no pude evitar sonreír, esto parecía un juego de niños, uno que incluía sangre.

¿Que me has hecho? - Bloody Painter-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora