CAPÍTULO 9 VISITA INESPERADA

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Fabián
No puedo creer lo que estoy viendo, es imposible.

Frente a mi están mi esposa y mis hijos.

Ella resplandece, se ve hermosa, mucho más de lo que yo recordaba, ya no queda en ella nada de la mujer de campo que era, ahora se ve como toda una dama, elegante refinada y muy altiva, creo que eso no ha cambiado. Siempre se sintió superior a los demás, aún cuando no tuviera los recursos que hubiera querido, sin embargo en belleza no había nadie que la igualara, yo me sentía afortunado, de que me hubiese escogido por sobre todos y le di todo de mí, hasta lo que no tenía, porque vivía al límite, me deshacía trabajando, llegué a tener más de dos trabajos, con uno cumplía las exigencias de mis padres para con mi familia, después de casado no los descuidé, con otro, asesorando al dueño del rancho vecino de mi jefe mantenía a mi esposa e hijos y por último hacia trabajos a quien me lo solicitara, sabía hacer de todo, desde trabajar la madera, el metal, un poco de mecánica cuando eran cosas simples, el caso es, que sacaba a la gente de apuros y me agradecían pagándome, por supuesto no cobraba cuando era algo simple, pero la gente me insistía agradecida, eso lo dedicaba para ahorrar, quería independizarme y brindarle algo más a mi familia, salirnos del rancho y tener nuestra casa propia, no depender de mi patrón, pero todo eso se vino abajo, cuando sucedió lo de mi hermana menor, por poco y muero y ahí se fueron todos mis ahorros y mis ilusiones, Dolores no soporto por mucho tiempo el tener que cuidar de un discapacitado, que además ya no podía cumplirle como hombre y se consiguió a otro, un turista que estaba de paso en el lugar, y sin más se llevó a mi familia, no lo culpo, ella es hermosa y cualquiera perdería la cabeza por ella, así como yo la había perdido. Él caso es, que no le guardo rencor, por la sencilla razón de que, acogió a mis hijos, que los trata bien y que cuida de ellos, se que de no haber sido él, hubiese sido cualquier otro y creo que otro no hubiera cargado con dos niños que no eran suyos, así que, en lugar de odiarlo, simplemente le agradezco.

Lo que no entiendo es, porqué ella está ahora aquí, como es que dio conmigo y con que motivo se presenta, se que no es debido a mis hijos, no porque ellos quieran verme. En estos momentos están aquí, parados delante de mi y sus caras de desagrado son más que evidentes. Deseo correr a su lado y abrazarlos, llenarlos de besos y decirles que los he extrañado tanto, pero su actitud seria y de repulsión por mi y por lo que ven a su alrededor, me detienen. Yo estoy recién levantado es casi de madrugada, anoche después de la velada, me acosté muy tarde, así que mi aspecto no debe de ser nada agradable, en cambio ellos están impecable, visten bastante bien, sus ropas y todo lo que llevan consigo es caro y de marca, lo sé porque ahora que uso la computadora e internet trato de saber y aprender todo lo que puedo del mundo de los ricos, por si algún día Georgina, se fija en mi, poder encajar en su mundo.

También los dos pequeños que los acompañan, visten de la misma forma, ellos son los únicos que no me ven con desprecio o altivez , son más pequeños que mis hijos, una pequeña de unos siete años y un niño de unos ocho.

_ Hola. - me dicen al unísono, siendo los primeros en saludarme. Dolores no me ha dicho nada, pero si los trae con ella, deben de ser los hijos de Math, su amante, lo que me hace suponer, que él debe de estar cerca y que de un momento a otro también hará su aparición.

_ ¿Que nos piensas dejar en el frio? - escuchó su voz molesta.

_ ¡Por supuesto que no! ¡Pasen! - digo apartandome de la entrada.

Todos entran y miran a su alrededor, sus caras de disgusto no me sorprenden

_ Cuando supe que vivías en este rancho, pensé que por fin te estabas superando. - dijo ella mirando con desprecio el interior de la cabaña. Pero sigues siendo el mismo mediocre y muerto de hambre de siempre.

Sus palabras me dolieron, pero no como antes, porque yo ya no era el mismo de antes, en ninguno de los sentidos. Mis hijos imitaron sus expresiones.

_ Mamá. - dijo José, que ahora tenía 13 años _ Porque tenemos que quedarnos aquí?

_ Si. - intervino Elsa, mi pequeña de 11 . _ vámonos a un hotel, este lugar es horrible, apesta. - hizo una mueca de desagrado, tapándose la nariz y la boca, aún cuando el lugar estaba limpio y por supuesto no olía mal.

_ ¿Puedo darles un abrazo? - dije, porque lo deseaba desde que los vi parados afuera de la casa.

_Por supuesto que no. _ dijo Elsa escandalizada haciéndose hacia atrás, ante mi cercanía, me volví hacia mi hijo, pero hizo lo mismo que su hermana.

_ No te has bañado, hueles mal. - dijo alejándose aún más lejos que ella.

_ Yo si quiero un abrazo. - dijo la niña que los acompañaba.

- Yo también. - dijo el pequeño, y se fundieron en un abrazo conmigo. Estaba tan conmovido por su acción que no pude evitar que mis ojos se humedecieran cuando él susurró a mi oído. _ y no es cierto que hueles mal.

_ Hueles rico. - dijo la pequeña aspirando mi aroma. _ y tu casa también y no está fea, me gusta. - también dijo, en un susurro, como si temiera que los demás escucharan.

No pude evitar apretar mi abrazo y sonreír dándoles un gracias sincero.

Cuando nos separamos pude ver la cara de disgusto de los tres, madre e hijos y aunque eran mis hijos, me veían como a un extraño, y no solo como a un extraño, me veían como algo indeseado, era obvio que estaban ahí a la fuerza.

No quise rogar por unas migajas de amor, no lo volvería a hacer.

No entendía que hacía ella ahí, ni como había llegado, sobre todo hasta esa cabaña, porque esa no era mi casa, mi casa era grande, espaciosa y elegante, cerca de la casa principal, además de eso tenía mi propia recámara dentro de la casa de los padres de Mateo y Georgina, al igual que ellos tenían la suya, porque decían que era parte de la familia, aunque nunca la quise utilizar, sin embargo, estaba a mi disposición, ¿y esta?, esta solo es una cabaña. Con dos recámaras con lo básico para sobrevivir, yo mismo la reparé y acondicioné porque estaba abandonada, está muy retirada de todo lo demás, y la uso cuando se me hace tarde en el campo y que además tengo que regresar al día siguiente temprano. Solo es de paso, aunque aveces me quede algunos días, sobre todo cuando estoy melancólico o me abruma tanto lujo y tanta tecnología, aquí vuelvo a la realidad, recuerdo quién soy y de dónde vengo y me hace poner los pies en la tierra. No quiero volverme una persona fría, arrogante y sin corazón.

_ Yo dormiré aquí. - la escuché decir. Asomándose a la que era mi recámara, y los niños acá. Se asomó a la otra. Y así sin más me estaba dejando fuera, ella no sabía que yo podía dormir en un lugar más cómodo que este. Creía que ese lugar era todo lo que tenía y sin embargo, me estaba dejando sin opción, salvo la pequeña estancia, en donde había un sillón tan pequeño, que ni siquiera para alguno de los niños sería útil.

No repliqué, la conocía y sabía que no lograría disuadirla, además tenía prisa, Georgina debía de estar esperándome.

_ Tengo que irme. - dije apurado. _ ahí hay todo lo que necesites para hacer comida. - señalé la cocina. Ella me miró con desconcierto, pero yo, ya estaba saliendo, había tomado mi ropa y mis zapatos de mi recámara y prácticamente me estába vistiendo de camino a la camioneta, lo bueno de estar retirado de los demás, era que nadie me vería, pero no me interesaba quedarme por más tiempo viendo como se adueñaban de mi espacio y no conformes con eso, no se molestaban en ocultar su desprecio hacia mi.

NOTA:
Aquí está el capítulo de hoy, siento no haber podido subirlo antes, por mis hermos@s lector@s que esperan cada mañana, o que se desvelan. Una disculpa.

UNA LUZ EN MI OSCURIDAD/No. 2 De La Serie: HERMANOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora