Pero era un hombre que no tenía motivos para amar, si podía amarse a sí mismo. Era algo que Adrian tenía que aceptar, le gustara o no. Es decir, lo que el alfa ama. Pero aun así, no quería doblegar mi inútil orgullo. Era solo del propio Adrian.
- Aquí no se producen naranjas, limas ni limones.- Las palabras inesperadas que salieron de la boca de Paul, coincidían con el sustantivo en sí, empezando por la pronunciación. Pero Paul lo dijo claramente.
- Lo sé. - Adrian olió el dulce aroma que no quería olvidar. Pero tenía que decir adiós.
- Entiendo.
- Tus padres escribieron en su carta que te gustaba. - Paul hablaba en un lenguaje demasiado consistente en altura.
- Gracias por hacérmelo saber. - Ni siquiera pudo humedecerse los labios. Sin embargo, una diminuta expectativa, la más leve y trivial expectativa... escuchaba como un niño. Sus ojos temblaron un instante y luego volvieron a su posición original. ¿Puedo conseguir aquí la meticulosidad de cuidar mi gusto?
- Aquí no se puede transportar fácilmente por aire. - dijo Paul. Se escuchó el sonido de él levantando una taza de té. Ese cuello rígido y largo tragó el té, y al mismo tiempo Adrian también tragó un poco de saliva. - Espero que lo entiendas.
- Lo entiendo. - Adrian asintió suavemente.
- No importa lo pronto que vengas, para cuando vengas aquí, todo el mundo estará dañado.
- No importa lo rápido que vengan, para cuando lleguen aquí, todos estarán dañado.
- También entiendo eso.
- Pareces entender todo con tu comprensión.- No era ni un cumplido ni un insulto.
Era solo lenguaje.Las largas pestañas de Adrián se liberaron lentamente de su rigidez y recuperaron una ligera vibración. La conversación se detuvo por un momento. No había detalle ni astucia en él, que seguía siendo un niño. Adrián, que permanecía inmóvil como si se hubiera encogido, examinó detenidamente a Paul. Sin una sola distracción ni gesto condescendiente seguía observando. Adrián frunció los labios.
- La comprensión lo explica todo.- susurró Adrián.
- ¿La guerra también? - dijo de repente. Adrián no respondió. - ¿Y la muerte y masacre? ¿Las epidemias y desastres?
- Sólo Dios puede explicar eso. - Finalmente respondió.
- Ya veo. - Solo entonces Paul levantó la comisura de la boca muy, muy débilmente. Aquella sonrisa fría, casi invisible, era tan autoritaria.
- Pero lo que dije, ni siquiera un Dios puede explicarlo. - La ligera mueca explicaba al menos quién era Adrian. Era su hombre.
***
Cuando abrí los ojos, no había nada de lo que siempre veía. Los blancos acantilados costeros, el sonido de las golondrinas, la visión de la gente dando la bienvenida a los barcos que acaban de entrar en el puerto, el sonido del regateo por el pescado capturado al amanecer, las palabrotas de un marinero tosco. No fue lo único. El sabroso sujebi salado de huevo, pimentón, perejil y estofado de almejas, queso salado y el vino maduro se derramaban al abrir el barril de roble.
Lástima que no lo olieran. Además, aquí la cocina y el comedor están tan separados, que el olor de la comida no se percibe.
El segundo día, apenas entraba por la ventana el olor de asar un trozo de jamón. Incluso entonces, Paul cerró la ventana con mano firme. En su espacio había muebles, moqueta en el suelo, floreros, candelabros solemnes, chimenea y olor a tapiz colgado de la pared. Adrian no dijo nada al respecto. En las acciones del Alfa originalmente un omega, especialmente un omega como Adrian Monte, no tenía opinión.
ESTÁS LEYENDO
Esperando un voto silencioso
Random🌻 Nombre: 고요한 서약의 기다림 / Esperando un voto silencioso Autor : 르네.A.아드벡 Estado : Completo ( 2 volumenes ) Idioma original : Coreano