Capítulo 23

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- Tenía una metralla de proyectil alojada en una de sus piernas, el médico dijo que no había más remedio que cortársela. Así que le cortó la pierna despierto, como hacen con otros soldados. Se la cortó justo por encima de la rodilla. Encontró un trozo de tela para usar como trapo en su boca y lo mordió, yo tomé su mano mientras sostenía su cabeza. El sonido del hueso aserrado suena como el de la madera al cortar, pero cuando lo escuchas, todo ha terminado. Me pidió que le enseñara la pierna. La pierna aún llevaba botas, los huesos y la carne goteaban sangre de donde fueron cortados. No pude hacer nada. Lo único bueno fue que el serrucho del doctor cortó más rápido que de lo habitual. - Después de decir esto, Paul se secó los ojos. No hubo mordeduras. Sin embargo, el interior de mis ojos le hormigueaba y dolían, estaba a punto de causarme un dolor de cabeza. Pero una vez que dije, no pude parar. Era como si Adrian hubiera contado su historia.

- En solo unos días, la herida vendada estaba infestada de gusanos y la carne a su alrededor comenzó a ponerse negra. Le subió la fiebre y decía tonterías, le puse una toalla mojada a su lado. Siempre supo su final. Hay momentos en que la gente como nosotros tiene una corazonada sobre algo. El teniente coronel Rudolph quería que me hiciera cargo de tí... Eras demasiado joven entonces y él quería que yo asumiera la responsabilidad del matrimonio cuando cumplieras 16 años. Pero no pude. Quería que vivieras tu vida de otra manera que no fuera el matrimonio.

¿Lo hacía? La voz que venía de algún lugar atravesó el corazón de Paul. ¿Y Adrián Monte? ¿No lo era en absoluto? ¿No era lo mismo? Aguantando la burla, Paul juntó las manos. Todo tiene un precio y este es el precio. A veces hay que sacrificar algo para conseguir la paz. Así es la vida, así es la ley. El hombre se decía a sí mismo.

- Sobrevivió tres días antes de morir. - dijo Paul a Damián, cuyos ojos se volvieron silenciosos y rojos. Aquel niño estaba triste pero no dejo de escuchar esta historia.

- Cerré los ojos, le vi ir a un mundo sin dolor y hasta el final, le susurré al oído que habíamos ganado y que habíamos derrotado valientemente al enemigo.

Paul terminó de contar toda la historia. El rostro del hombre estaba más manchado por el dolor del pasado que por el alivio, corría el riesgo de quebrarse en cualquier momento. Pero incluso si regresas al pasado, Paul habría arriesgado todo y habría recitado la historia de nuevo. Era como su necesidad de arrojarse al dolor.

- Dame un nombre. - pidió Damián por última vez. - Quiero que tú lo elijas. Quiero que lo elija mi padrino, nadie más. - dijo tercamente. La regla original era que el padre del niño le pusiera el nombre. Pero Damián Krause dijo con desesperación, cogiendo las manos de Paul : " Así es como quiero recordarte. Quiero un rastro tuyo. Quiero grabar tu nobleza y valentía en el alma de este niño."

Paul vaciló. Temía que sus huellas hicieran que aquel niño sufriera la misma vida, el mismo destino y el mismo dolor que él. Es como llevar mala suerte. Pero al ver los ojos firmes de Damián, despegó lentamente los labios.

- Harald para un hijo, Astrid para una hija. - Le dio a Damián nombres del norte con el que iba a casarse.

- ¿Y si son los gemelos? - añadió Damian con una sonrisa brillante. Paul se mordió los labios al comprobar que aquel niño aún era joven y brillante.

- No hagas eso.

- Harald, Eric. Astrid, Brit. - Paul me dio otro par de nombres. Me siento un poco cómodo

- Gracias. Me lo quedaré. Y cuando nazca el bebé, te enviaré una carta. Espero que te mantengas a salvo hasta entonces.

- Sí. - Paul contestó secamente.

Ya ni siquiera podía reír. Pero un poco de tranquilidad hizo que la fuerza autoritaria de sus hombros y su presencia se volviera un poco dócil. Vacilando de nuevo esta vez, el hombre besó suavemente a Damian en el dorso de la mano con mucho cuidado.

Esperando un voto silenciosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora