Capítulo 33

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Hasta la mañana siguiente, se quedó tumbado en la cama sin poder dormir bien. Adrián se sentía inútil mientras perseguía el sonido y el movimiento de alfa mientras todos los sentidos se embotaron durante un rato.

Le oí salir del cuarto de baño. Llevaba la misma camisa y los mismos pantalones que la noche anterior, y seguía con las botas puestas. Sentí el agua en la cara, la nuca y el pelo, quizá porque se lavaba la cara.

Sin decir nada, se secó la cara y el cogote con una toalla y se echó el pelo regado hacia atrás. Sin embargo, no impidió que se le cayeran algunos mechones. Adrián se quedó quieto a un lado de la cama y recordó los momentos que pasaron como fuegos artificiales en la chimenea.

El beso. Su beso. Una masa enorme que surge de su cuerpo tembloroso. Calor y respiración. El olor corporal. Las emociones.

Las agallas que me ponen nervioso.

Pocos podrían dármelas y además hacerme sentir la razón y la alegría de vivir. Joachim, o el hijo de una búlgara con el que hice el amor, tal como es y seguirá siendo.

Perdió la cima de su cuerpo y fue olvidado a tan temprana edad debido a la sombría soledad y contemplación. Estaba muy asustado y resentido por ello. Los labios de Adrian temblaron tan ligera y fuertemente como la pluma de un pájaro, y luego se detuvo de tristeza por si mismo.

Aunque fuera un pecado tan terrible, era asombroso que alguien pudiera darme vida y experiencia de esa manera. Tales experiencias existen y se desbordan en el mundo han negado directamente el poder de mantenerlo en un punto muerto.

Era esperanza, y al mismo tiempo compasión por uno mismo. Finalmente, la paciencia, la pregunta y la realidad que conocía pero de la que era consciente golpearon mi cabeza.

– ¿Por qué te casaste conmigo? – preguntó de repente Adrian. Se levantó de su asiento, me escuchó debajo de la cama, se puso de pie y miró la falta rígida. –!¿Por qué fui yo?

– ¿Qué quieres decir? – preguntó Paul como una niebla. Parecían haber sido puestos a prueba durante la noche para el dolor de sus almas.

– Es literalmente. – preguntó Adrián, empañando tristemente sus ojos.

De repente, lo que salía de mi boca me producía placer y vómito al mismo tiempo. Sí, era un vómito genial.

Era una emocionante sensación de vómito.

Y Paul hizo una pausa, que esta pregunta vino de nadie más que Adrian. Y como si estuviera ansioso por el hecho de que la persona que hizo esta pregunta era Adrian, permaneció en silencio robando el agua en la mejilla con la mano.

– No soy, no soy idiota. – susurró Adrian.

Omega es tan presuntuoso a Alfa. Y yo soy tan generoso conmigo mismo Alfa que está ansioso porque no puedo.

Era un mundo propio, retorcido y extraño. Era un mundo que iba más allá de la sabiduría convencional y de los prejuicios hace mucho tiempo como su voluntad y su alma buena, pero ¿podía ser tan rígido y acartonado? Todo eso hizo que no sólo Adrian sino también el pecho de Paul se desgarrara.

– Déjame que te cuente. ¿Dijiste que tu tutor, tu tío, firmará los documentos de la herencia paterna prometida sólo cuando te cases? – Paul no dijo nada. Era tan obvio que era el precursor de la convicción que Adrian lloró en silencio.

¿Por qué está pasando esto? Él ya lo sabía, pero vino aunque lo sabía todo, pero cuando se lo pregunté con mi propia boca, se me rompió el corazón.

Las lágrimas de Adrián se endurecieron blancas como si hubiera visto algo que no debería haber visto. Se quedó mirando el líquido transparente. La cara de Paul era sería, y también estaba harto del dolor del pasado que le recordó la noche anterior.

Esperando un voto silenciosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora