Capítulo 9

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PEDRI


Había ido a pedirle perdón a Alma por haberle hablado así en la piscina, al principio me había recibido con bastante mal genio, pero tras escuchar mis disculpas la verdad es que su carácter fue mejorando. Tanto era así, que había propuesto que hiciéramos un juego para conocernos mejor, la verdad es que la idea me pareció espectacular, sobre todo porque quería seguir descubriendo cosas de ella y de su vida. 

Llevábamos un buen rato riéndonos mientras nos contábamos anécdotas de nuestra infancia, sabía que ella era dos años mayor que yo, así que a veces me interrumpía y me hacía bromas sobre que yo era más pequeño y la verdad es que fingía que me enfadaba que se metiera conmigo por eso, aunque no me molestaba en lo más mínimo, más bien todo lo contrario, me encantaba como se reía de mi cuando pensaba que me molestaba con sus comentarios.

Poco a poco fuimos tumbándonos en la cama hasta acabar  el uno al lado del otro con nuestros hombros rozándose y con la mirada fija en el techo mientras hablábamos.

No recordaba cuándo había sido la última vez que había estado en una cama con una chica sin hacer nada sexual, simplemente hablando, y mucho menos cuando había sido la última vez que había estado así de a gusto manteniendo una conversación. Bueno, miento, sí que lo sabía, la respuesta era nunca, aunque me de vértigo admitirlo.


–¿En qué piensas?.–Interrumpió mis pensamientos mientras se giraba un poco sobre sí misma para poder mirarme a los ojos.

Yo me giré igual que ella para poder verla mejor, ahora nuestros rostros se encontraban a escasos centímetros.

No pude resistirme, no le contesté, simplemente estiré mi mano hasta su rostro y deslicé mis dedos por él retirándole un mechón de pelo que se le había escapado de su moño. Ella cerró los ojos mientras dejaba que le siguiera acariciando la cara con cuidado, fui bajando desde su mejilla hasta su cuello y de éste hasta su hombro, deslicé la mano muy despacio y probablemente con la mayor delicadeza del mundo. No recordaba haber tocado así a ninguna mujer en toda mi vida. 

Sentí su respiración entrecortarse, pero no me detuve, mantenía sus ojos cerrados, como si disfrutase de mi tacto. Su piel era tan suave que incluso mis manos se sentían duras y ásperas en comparación, me sentía como si ella fuese de porcelana y mis manos no fuesen dignas de tocarla sin que existiera el riesgo de que pudiese acabar deteriorándola.

Sin embargo seguí deslizando mi mano por su hombro hasta acabar introduciendo un dedo por debajo del fino tirante de su vestido.

Ella abrió los ojos lentamente, haciendo así que nuestras miradas se encontrasen por enésima vez aquella tarde.

Paré en seco mis caricias, sopesando la idea de que estuviese incómoda ante mi atrevimiento.

Pero una vez más volvió a sorprenderme. 

Alma empezó a hacer conmigo exactamente lo mismo que había hecho yo.

Empezó por acariciarme el pelo con extrema delicadeza, luego recorrió toda mi cara, desde mis sienes hasta detenerse un rato en la sombra de la barba que pronto haría acto de presencia, siguió bajando hasta detenerse en mis labios, que empezó a acariciar suavemente con su pulgar.

LA ISLA- PEDRI GONZÁLEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora