Capítulo 18

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Aprovechando que nuestro niño ha vuelto a los entrenamientos...

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PEDRI

No podía quitarme de la cabeza el momento en el que estábamos en la ducha, en cómo me susurraba al oído y en mis manos descendiendo desde mis caderas hasta su culo, del deseo recorriendo mi cuerpo como nunca.

La relación con Alma estaba siendo un gran nudo de emociones irracionales.

Al volver de la fiesta cada uno se fue a su habitación en silencio, lo único que nos dijimos fue un simple y soso: "que descanses".
Había pasado de eso aproximadamente una media hora y seguia sin poder dormirme.
No paraba de darle vueltas a la cabeza, una y otra vez, era exasperante.

Así que cuando no pude más no lo dudé, fui directo a llamar a su puerta.

Mentiría si dijese que no estaba nervioso, a decir verdad me sentía como en los momentos previos a un gran partido y no sé hasta qué punto era sano que me sintiese de esa manera por una chica.

Alma abrió la puerta un par de segundos después, pensaba que estaría dormida pero para mi sorpresa el rostro de Alma estaba tan espabilado como el mío.
Llevaba un conjunto de pijama corto de tirantes blanco, aparté rápidamente la mirada en cuanto me di cuenta que se transparentaba un poco.

—Hola.—Me dijo.

—No puedo dormir.—solté un sonoro suspiro y me pasé las manos por mi barba de un par de días.

—¿Quieres pasar?.—Se hizo a un lado para que pudiese entrar a su habitación y yo sin darle una respuesta seguí el camino hasta su cama y me senté en el borde.

—Alma tenemos que hablar.—Solté sin más un poco exasperado.

Este juego ya no me hacía gracia, un día me enfado, otro te beso, otro te digo que como amigos y ahora que si nos dejamos llevar... Me va a explotar la cabeza.

—Lo sé...

—Si te arrepientes dímelo, pero no podemos estar como estuvimos y luego evitarnos.—Le dije.

—Pedri, ¿de verdad crees que me arrepiento?, lo del baño iba en serio si no quieres no pasa nada, lo entiendo, a lo mejor he sido muy directa y contradictoria muchas veces...—La verdad es que tenía razón en todo lo que me estaba diciendo, pero yo no quise dejarla hablar más, es que no podía, al escuchar que decía que iba en serio y no que se arrepentía solo quise darle rienda suelta a mis deseos.

Así que impulsivamente la callé con un beso apasionado, tal y como me habría gustado hacer en la ducha horas antes de que nos mojáramos y nos interrumpieran.

Alma no se opuso en lo absoluto, me siguió el beso de igual forma dejando que nuestras lenguas bailasen al mismo compás.

Cuando nos separamos  nuestras respiraciones estaban agitadas, noté que a Alma le temblaban ligeramente las piernas.

—Pedri...

—¿Qué?.—dije aún recuperando el aliento.

LA ISLA- PEDRI GONZÁLEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora