Capítulo 23

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ALMA

Pedri que no.

—¿Pero por qué no?.

—Porque no podemos.—Me reí por enésima vez.

—Si que podemos.

—Que no.

—Pero somos adultos y estamos solos en esta casa...—Volvió a aprisionarme entre sus brazos.

—Pedri, tenemos más de una hora en esta situación.

—Ves, ha pasado una hora ya y nadie se ha muerto.—Acomodó su cabeza entre el hueco de mi cuello y suspiró calmado.

—Que no podemos pasarnos todo el día en la cama, hay que levantarse y hacer cosas productivas.—Repetí como por onceava vez desde que había abierto los ojos esta mañana.

Pedri estaba más cariñoso que cualquier otro día, no paraba de darme besos y de acurrucarse más conmigo en la cama impidiéndome así que pudiese salir de la misma y dejarle solo.

—Sí que podemos, otra cosa es que no quieras.

—No vayas por ahí...—Le advertí.

—¿Qué me das si me levanto?.

—Estás muy malacostumbrado.—Reí.—Pero te daré más tarde una buena recompensa.

—Prométemelo.

—Te lo prometo.

Pedri me liberó por fin de entre sus brazos y pude levantarme por fin de la cama.

—Si quieres un avance de tu recompensa puedes venir a la ducha conmigo... —dije mientras andaba hacia el baño y mientras me iba deshaciendo del pijama por el camino.

—Eso es jugar sucio.—Escuché su acento canario abrirse camino detrás mío y supe que había conseguido que saliera por fin de la cama.

—¿Sucio?, sucio es todo lo que pienso decirte mientras me arrinconas contra las baldosas de la ducha.—Dije mirándole a los ojos directamente.

Estaba completamente desnuda delante suya, más caliente que un volcán en erupción.
Vi su mirada oscurecerse aún más si es que era posible, supe enseguida que me deseaba.

—Joder Alma.—Exclamó Justo antes de besarme con una pasión totalmente desbordante e incontrolable.

De repente Pedri estaba por todo mi cuerpo, sus manos me recorrían por completo, apretaban mis muslos, mi culo y jugaban con mis pezones.

—Quiero hacer que recuerdes cada segundo que he estado dentro de ti.—Sus palabras fueron la última chispa que necesitaba para acabar de incendiar mi mecha.

Me di la vuelta mientras el agua templada caía sobre nosotros, Pedri no dejaba de tocarme ni un solo segundo, tenía todo mi cuerpo rendido ante su tacto.

Mientras nos besábamos me colé entre sus piernas bajando mi mano derecha hasta su miembro y tocándolo con determinación, Pedri tenía los ojos cerrados, la cabeza ligeramente echada hacia atrás, su pecho subía y bajaba con desesperación, como si mi mano no fuese suficiente para saciar su apetito.

LA ISLA- PEDRI GONZÁLEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora