Capítulo 11

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ALMA

La noche transcurrió con bastante más calma, Fer se relajó bastante después de que cenáramos, yo tomé algunas notas en mi móvil sobre los platos que probamos en la cena y jugamos algún juego de mesa que había por la casa, aunque Pedri nos ganó a todo.

—Chicos, lo siento mucho pero se me están cerrando los ojos, ¿os importa que me vaya a la cama ya?.—Preguntó Fer.
La verdad es que sí que tenía cara de cansancio.

—Descansa, nosotros nos encargamos de recoger todo.—Le dije.

Fer asintió y nos dio un abrazo tras darnos las buenas noches, cuando abrazó a su hermano me pareció que le miraba de una forma diferente, como si le advirtiera de algo, pero no quise darle vueltas a la cabeza, suficiente tenía ya con tener que adelantar los tiempos de todo lo del restaurante.

Pedri empezó a recoger las sobras de la cena, yo recogí el juego de mesa y empecé a guardar las figuritas en la caja, como tardé poco en hacerlo, fui a la cocina con la intención de ayudar a Pedri con lo demás.

—¿En qué te ayudo?.—Le pregunté posándome a su lado, Pedri estaba acabando de lavar los platos que habíamos ensuciado, yo había apoyado la espalda sobre la pared para poder mirarle a los ojos mientras le hablaba.

—En realidad ya casi acabo, podrías darme tema de conversación.—Dijo mientras volvía a poner esa media sonrisa con la que acabaría soñando esta noche muy probablemente.

—¿No tienes sueño?.—Inquirí.

—En lo absoluto.—Suspiró.—¿Y tú?.

—Honestamente, ni un poquito.—Dije incapaz de apartar la vista de los músculos de sus brazos en movimiento, ni de sus manos mojadas mientras enjuagaba los platos.
Mis mejillas empezaron a enrojecer, me desconozco completamente, nunca me había puesto a cien un gesto tan cotidiano.

Me obligué a apartar la vista de él, por mi bien, por mi paz mental.

—¿Te apetece salir un rato a tomar el aire?.—Preguntó.

Reconozco que escuché "aire" y mi cerebro dijo "" inmediatamente, porque sentía que me faltaba el oxígeno, no estaba pensando con claridad desde luego.

—Vale.—Dije.

—Pues sube a por una sudadera o algún abrigo y nos vamos que aquí por las noches refresca un poco.—Dijo tranquilamente.

—¿Dónde iremos?.—Pregunté curiosa.

—Sorpresa.—Volvió a sonreír y sentí mi corazón acelerar sus latidos frenéticamente.





Cinco minutos más tarde estábamos los dos subidos al coche y de camino al lugar secreto, Pedri había puesto música, sorprendentemente no había puesto reggaeton como a lo largo de todo el día, lo cual agradecí, aunque solo tardamos unos 10 minutos en llegar al lugar.

—Ya hemos llegado.—Dijo mientras apagaba el coche y se quitaba el cinturón.
Imité sus movimientos y salí del coche cuando él también lo hizo.

Inmediatamente pude distinguir el sonido de las olas impactando sobre las rocas, estábamos en una especie de mirador desde el cual no solo se veía el mar, sino que se veía gran parte de la isla iluminada a lo lejos, la luna estaba llena y el cielo estaba repleto de estrellas.
Se podría decir que este lugar tenía todo lo que me gustaba.

LA ISLA- PEDRI GONZÁLEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora