Los relámpagos caían, iluminando la inmensidad de la noche, no se esperaban visitas con semejante tempestad golpeando los muros del castillo, pero el viento no es amenaza para los dragones. Tres enormes bestias habían descendido sobre Bastión de Tormentas.
Los dos más jóvenes, lucían un color gris como una neblina durante el amanecer, y un color azul cobalto resplandeciente, el tercero y más grande, era una hermosa hembra de escamas plateadas que había visitado hacía no mucho tiempo atrás esa misma fortaleza, por lo que nadie tenía dudas sobre la identidad del misterioso huésped que los visitaba a esas horas de la noche.
Muchos de los hombres que habían sobrevivido a la segunda batalla de Ladera regresaron luego a Bastión de Tormentas. Hambrientos, cansados y heridos, habían ido llegando a casa solos o en grupos pequeños, y lady Elenda, la viuda de lord Borros Baratheon, no había tenido más que mirarlos para darse cuenta de que habían perdido el interés por combatir. Tampoco deseaba poner en peligro a Olyver, su hijo recién nacido, pues el pequeño señor que tenía al pecho era el futuro de la casa Baratheon.
—Bienvenido príncipe Lucerys. — dijo con cautela.
—Me alegra estar de vuelta. — responde el Velaryon con ironía. — le presento a mi tío, el príncipe Daeron Targaryen. — Ser Addam se había quedado fuera de la fortaleza con Bruma.
La mujer aceptó rápidamente las condiciones. Aún débil tras el parto, no podía acudir en persona a la coronación, les informó, pero en su lugar enviaría a su propio padre para rendir pleitesía en su nombre, y a tres de sus hijas para que quedasen como damas de compañía/rehenes de la nueva reina.
Lucerys no pudo evitar sentir una poco de lástima por el estado de lady Elenda, era evidente que acababa de producirse el alumbramiento. Sin embargo, la mujer estaba ahí, dando la cara, solo eso era suficiente para admirarla. Su propia madre había lidiado con una situación similar durante el nacimiento de su hermano Joffrey.
—Me parece perfecto.— Lucerys buscó con la mirada a Maris Baratheon, la joven que se había atrevido a preguntarle a Aemond si ellos dos eran amantes. Lo cierto era que la joven no era tan horrible como la había descrito.
—Una desabrida, es tan fea que solo se podrá hacer más hermosa a medida que envejece, porque resultaría imposible que su aspecto empeore.
Le había dicho Aemond con esa sensibilidad tan encantadora que lo caracterizaba.
"No es tan atractiva como sus hermanas, pero tampoco es fea, su rostro es...bueno, creo que común seria la palabra adecuada."
—No estabas equivocada. — le susurra. — me acuesto con él, y lo haré todas las noches hasta el final de mis días.
Las emociones de los jóvenes son tan traicioneras como el viento, escribió el gran Maestre Munkun en el relato verídico. Que ciertas resultarían ser esas palabras, la amistad es algo muy voluble cuando solo se tienen 15 años. Aquel que hoy es tu más acérrimo enemigo, mañana puede convertirse en tu más devoto amigo, Lucerys Velaryon era alguien que tenía facilidad para hacerse querer, pese a las protestas de Aemond y Rhaenys, había decidido confiar en Addam Velaryon y Daeron Targaryen para esta misión.
—No pueden venir abuela, tú debes poner orden en el campamento, pero eres mujer, y si dejo solo a Aemond cuando vuelva me encontraré a la mitad de los nobles decapitados.
Con ese argumento, los tres jóvenes habían partido junto a sus dragones, y ambos ya eran completamente cercanos a Lucerys antes de aterrizar en Bastión de Tormentas. Sir Addam era escandaloso, y un poco vulgar debido a su baja cuna, por lo que resultaba muy divertido, mientras que Daeron era callado y respetuoso, un carácter más parecido al de Lucerys. Si bien los jóvenes no parecían llevarse bien entre sí, a ninguno le disgustaba la presencia del Velaryon.
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Amores y Dragones
FanfictionLucerys Velaryon y Aemond Targaryen han nacido para odiarse, desde la primera vez que se vieron tuvieron claro que su destino era luchar hasta que uno de los dos dejara este mundo, entonces ¿Qué ocurre? ¿Podrá este inocente amor evitar la Danza de D...