9. Dulce mañana en compañia.

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Cuando desperté la luz solar fue un impedimento para mi flojera, gemí perezosa y sin intenciones de levantarme. No me quiero levantar. 

Murmure en voz baja, mientras por mi mente pasaba millones de pensamientos de la noche anterior. Me levante de golpe mirando a mi alrededor, mi estomago ardió esperando una confrontación, pero la habitación desolada fue lo único que encontré. 

¿Acaso fue un sueño? 

Seguramente... Lo mas seguro. Lo mas probable. Lo que mas deseo. Espero. 

Me levante y salí de la habitación. En el pasillo me encontré a Miri quien apenas salía de su cuarto aun con la pijama que le había colocado ayer y una carita adormilada. Sonreí y la salude.

—Buenos días, Miri. ¿Cómo has dormido?

—Buenos días, tía.

Solté una risita. Me acababa de llamar tía, que tierna. 

—¿Vamos abajo?

—Si. 

Me extendió la mano y la tome, guiándonos a las escaleras y bajándolas con cuidado. Cuando estuvimos abajo, el dulce aroma de la comida golpeo nuestro apetito. Mi estomago rugió. Esta vez fue por otra cosa y no por las características mariposas que golpeaban con fuerza contra mi vientre. 

Tengo hambre. 

—Buenos días, Miri. Tiny.— Saludo amablemente el Rubio. 

—Buenos días, Kazuki. 

Dirigí mi mirada de primeras a la cocina donde Kazuki preparaba el desayuno, batía huevos rápidamente y luego los servía en un sartén. Miri de la nada tomo energías y fue como toda una juguetona a ayudarlo a batir huevos. 

Desvié mi mirada a la sala, en busca de ese alguien. Y si, estaba allí. Pero no estaba en el sofá, estaba en una maquina de ejercicio. Una toalla rodeaba su cuello y varias gotas de sudor cruzaban por su torso. 

El ardor en mi estomago bajo a mi vientre y el fuego empezó a subir por mi cara. Un carraspeo me saco de aquella ensoñación y sin pensarlo dos veces fui a la cocina. Ni sabia que horas eran, pero el sueño desapareció como si nada. 

Me acerque al lavaplatos, abriendo la llave y echándome agua en toda la cara, mucha agua en abundancia. A mi lado Miri pregunto algo pero no alcance a escuchar, en cambio Kazuki contesto por mi. El rubio le pidió a la niña que fuera a prepararse para ir al colegio. 

Mire de reojo a Miri. 

—Busca la ropa y después espérame en el baño, probaremos tus nuevos productos, querida.— Sonreí. 

La niña grito de alegría y corrió hacia las escaleras. En segundos ya había desaparecido de nuestra vista.  Cerré el grifo y busque algo con que secarme. Kazuki me tendió una servilleta y la acepte con un inaudible gracias. Me posicione a su lado, mirando la encimera donde estaban los ingredientes.

—Lindo paisaje, ¿eh?

Mire de reojo a Kazuki, quien tenia una perfecta sonrisa en el rostro. Después mire al pelinegro que seguía haciendo ejercicio en aquella maquina, sin prestar atención a su alrededor. Asentí, hipnotizada y unos segundos después desvié la mirada, tosiendo levemente. 

—Todas las mañanas a estas horas, Rei se levanta a hacer ejercicio. Algunas veces también lo acompaño, pero el se lo toma mas enserio el entrenamiento. 

Y que bendición seria despertar todas las mañanas para presenciar divino monumento ejercitando al aire fresco matutino. 

Asentí embobada, por mi mente cruzaron un millón de piropos que soltar en ese momento y trataba de morderme la lengua para no soltar tremenda barbaridad enfrente del rubio. Mire de reojo como Miri entraba en el baño con varias bolsas en manos y fui hacia ella. Me despedí entre balbuceos sin saber que decir, pues apreciaba cuidadosamente unas ultimas miradas a la sala y me encerré en el cuarto de baño con la niña. 

Rei Suwa - Buddy daddiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora