19. Diablillo travieso.

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—Tiny..

—Jodete, Rei.

Me cruce de brazos, enojada. Mire hacia el otro lado, esquivando su mirada de cachorro lamentado.

—Perdón..

Ugh, ese perdón siempre me mata y accedo fácilmente.

—Eres un idiota, ¿Lo sabes?

—Si, lo soy.

Su mano acariciaba mi muslo con cuidado, su otra mano pasaba por detrás de mi cintura y tocaba mi pecho, le iba a decir que me dejara de tocar, pero me gustaba.

—Estaba la niña, idiota. ¿Y si veía o escuchaba algo?

—Pero no lo hizo.

—¡Pero podría!

—Entonces perdón.. No lo volveré a hacer

Vuélvelo hacer. Fue emocionante. Pero no con la niña.

Me mordí el labio inferior y tuve la valentía de mirarlo, su cabello escondía su rostro y no aguante las ganas de hacerle una coleta.

Me tendió el moño de su muñeca y lo amarre. Cuando termine, plante un beso en sus labios.

—Esta bien, tu ganas.— Accedí.

Me miró por un segundo y unió nuestros labios con agresividad. ¡Idiota me estas mordiendo otra vez!

Le di un golpe leve en el hombro para que dejara de morderme. No lo hizo y continuo. Nos separamos y quise darle un golpe. Pataleé cuando nos separamos.

—¡Idiota! ¡Idiota! ¡Idiota!

Iba a continuar, pero me detuve. Algo absolutamente asombroso pasaba por mis tímpanos y yo no era capaz de creerlo.

Mire al pelinegro que estaba riéndose, sus dientes se podían ver en una perfecta sonrisa mientras el melodioso sonido de su risa llegó.

Me quede mirándolo, sorprendida y cuando acabo, me miro curioso.

—¿Qué pasa?

—Tu... te reíste.

Parpadeo, extrañado por mi forma de actuar.

—¿Si...?

Iba a decir algo pero de mis labios no salió nada.

—Vuélvelo a hacer.— Ordene.

Se quedo mirándome, ya era costumbre su cara de pocos amigos pero mirarlo con una sonrisa o que se ría, es un milagro.

Me abalance hacia el y cayó al sofá, quedándome encima de el.

—¡Ríete!

Le hice cosquillas a su cuerpo, pero no funcionó, intente de todos los modos pero nada.

Uní nuestras frente y sacudí nuestras cabezas, empezó a reírse y lo hice mucho más a propósito. Me detuvo y tiro la cabeza hacia atrás. Aproveche el momento y mordí su cuello, dejándole una marca. Lo acompañe con un chupetón.

—¿Qué..?

—¡Venganza!

Me miró pensativo y unos minutos después, yo era la que estaba debajo y el encima. Chillé ante el inesperado movimiento.

—Entonces me tocara vengarme yo también. 

—¿¡Y eso por qué!?

—Por dejarme con ganas.

( . . . )

Me levante del sofá después de un largo rato. Mi cuello, labios e incluso mis pezones dolían de tantas mordidas.

Rei Suwa - Buddy daddiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora