Capítulo 14

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De repente, el cielo se nos vino abajo, el granizo caía sobre nosotros.

Corrimos y corrimos escapando de una tempestad que se avecinó tan de golpe y sin poder precipitarlo. La verdad era que yo no estaba en mis cinco sentidos, algo ahí, quizás la "magia" de ese Valle me hizo complacer mis deseos más profundos... El deseo de tener al Lord Lilian entre mis brazos. O quizás fui yo misma, esa idea de ser quien besara sus labios se había adueñado de mi alma, del poco buen juicio que me quedaba, y ahora no sabía cómo reparar lo que había acontecido.

—Suba, Lady Rosset— Lord Lilian, me ayudaba a subir en mi carruaje.

Ya sentada dentro, él me miró directamente y no con una mirada dura. Al contrario, él me miraba como si sintiera algo fuerte, tenía los ojos perdidos en los míos y los labios sutilmente separados, tal y como los tenía cuando me beso en lo más profundo del Valle de los girasoles.

El Lord, al empeorar la lluvia, cerro rápidamente la puerta frente a él, retirándose hasta el carruaje dónde había llegado. Lamentablemente, se había terminado nuestro momento, se había acabado la ilusión, ambos sabíamos que lo que había pasado aquí solo era para reconfortar nuestras pérdidas, es decir, la perdida de lo que pudimos ser, o tal vez... Lo que fuimos por unos segundos.

Ambos carruajes se empezaron a mover uno detrás del otro, los caballos corrían fuerte, el clima estaba nublado y hacía demasiado frío, hasta los vidrios de las ventanas se humedecieron.

Solo escuchaba el repiqueteo de las hebillas contra la dura tierra del camino. Sujetaba fuertemente mis manos, una contra la otra, para calmar la ansiedad que se apoderaba de mí. Volví a mirar hacia el camino y no se veía absolutamente nada, la niebla era demasiado espesa.

—¡Oh, Dios! — dije entre dientes, el carruaje había dado un salto, era como si una de las ruedas hubiese caído en un hoyo.

—Lady Rosset, ¿Está usted bien? — inquirió Sir Alexander, abriendo la puerta junto a mí, empapado y con frío. Yo solo asentí temerosa. —No se mueva, voy a verificar que ha pasado, tal parece que la lluvia ha aflojado mucho la tierra y ha creado hoyos— agrego con su voz ronca.

Asome la cabeza por la puerta, y estábamos solos, el carruaje de Lord Lilian se había perdido ante mis ojos.

—Ha sido una rueda— reapareció Sir Alexander. —, quedo atascada entre el barro, y la lluvia no deja de caer Lady. Continuar así podría destinarnos a un final un poco triste, y los caballos están cansados y muertos de frío.

No podía exponernos a más riesgo, así quisiera llegar rápidamente a Birmingham.

—Sir, nos quedaremos hasta que la lluvia pase, no creo que sea buena idea continuar— Sir Alexander asentó con la cabeza, y se encaminaba hasta el asiento del frente. —Esperé, ¿Se quedará usted bajo la lluvia? — pregunté indignada.

—Así es mi Lady— adecento tosiendo.

—Puede quedarse aquí— giro su cabeza hacia los lados intentando negar mi propuesta. —No es una pregunta, Sir Alexander, es una orden. Prefiero que llegue vivo y no que muera en el camino por hipotermia— asumí directamente.

Trago grueso, y en completo silencio, como un niño regañado se acomodó en el asiento frente a mí. La realidad es que, no podía permitir que alguien se expusiera a enfermarse.

—¿Tiene hijos, Sir Alexander? ¿Esposa?

—Sí... Tengo esposa, Lady Tatiana, es de las islas Galápagos. Tenemos un hijo... Nuestro pequeño Rodrig, aunque ya no es tan pequeño, la verdad— contaba con una sonrisa y la mirada perdida. —Ellos son mi vida entera, por ellos he trabajado hasta mis casi 70 años.

Me impresionaba saber que Sir Alexander tenía esa edad, no parecía, es decir, ni siquiera tenía el pelo tan blanco y tampoco carecía de tantas arrugas. Había pensado que llegaba a los 55 años a lo más.

—¿Su esposa es joven, Sir? — pregunté nuevamente curiosa.

—Sí... a comparación de mí, lo es, tiene 40 años— dijo nervioso. —Le pido que no me juzgue mi Lady, nunca he estado de acuerdo con los matrimonios entre niños y adultos, pero reconozco que ese no es mi caso, la conocí cuando acababa de cumplir sus 30. Me casé muy tarde, porque en otros empleos donde servía el trato fue un poco duro... — dijo cabizbajo. —Nunca pude darle una vida digna a nadie, hasta que comencé a trabajar para Lord Percy, el Conde que hoy yace bajo la tierra.

—Lamento escuchar eso, Sir. Me alegra que ahora pueda tener una familia— le dije sonriente. —¿Dice que fue duro en los otros lugares donde trabajo? — susurré.

—Sí... No debo de decir nombres, porque son importantes, pero me despidieron por tener una esposa de color— contestó avergonzado por el mal trato que le habían causado.

Me sentí realmente mal por las situaciones que había pasado Sir Alexander... Nadie merece ser despedido por ello, debería ser ilegal la discriminación. Ojalá hubiera podido hacer más por su situación.

—Mientras yo esté bajo el techo Percy, le prometo que usted no será despedido— comenté idealista. —Ha pasado por mucho ya, creo que debería de tener la tranquilidad de que su trabajo está seguro... Siempre será bienvenido, también su esposa y su hijo.

El Sir me sonrió, como nunca lo había visto hacerlo. Era como sentirse aliviado después de mucho tiempo.

El sol aclaró un poco, y pudo sacar la rueda del hoyo para seguir nuestro camino. Los caballos estaban descansados y la lluvia ya no sería un problema para llegar a Birmingham.

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Las personas se habían ido, y el palacio había quedado vacío, supongo que el funeral se terminó con la tempestad y muchos de los presentes venían de muy lejos.

—Madre— la abracé. Ella miró mis mejillas rosadas, sospechaba que algo había pasado conmigo. — ¿Dónde está Lord Lilian?

—Pensé que lo sabías... Lord Lilian se ha ido nuevamente— respondió con pesadez adecentando mis mejillas. —Lo lamento Rosset, se ha ido con la Princesa Elizabeth.

Mi cuerpo volvió a caer, al igual que mis rodillas hasta el piso, otra vez volvió a irse. Mi mente sabía que no era mío, pero mi corazón aún tenía esperanza.

Canción para matar el tiempo:

—"One Last Time"— Ariana Grande.


En los brazos del Vizconde De BirminghamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora