Capítulo 50

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—Dios.. se que te he pedido mucho... Pero ayúdame está vez a superar— le decía, estando acostaba boca arriba en la cama, sin poder conciliar el sueño. —Ayudame... Está última vez a encontrar el camino...

Estaba lloviendo terriblemente, el sonido de los truenos hacia estruendo en la habitación. Quizás alguien allá arriba estaba enojado, tanto que había fracturado la pieza de ajedrez de Lord Lilian contra la mía y del golpe nos habíamos alejado en el tablero.

Mi ventana se abrió de golpe, tan fuerte que pensé que se había roto el cristal. Me levanté rápidamente y la cerré con fuerza, colocando una atadura en las manillas mientras el frío viento cruzaba por mi camisón y empujaba mi pelaje hacia la espalda. Baje mi mirada y mis ojos se encontraron con una carta en la mesa bajo la ventana. Había olvidado esa carta... La carta que me dejó Lord Lilian antes de partir. Ni siquiera la había abierto, pasaron muchas cosas y olvide abrirla.

Decía:

"Este segura que estaré en días donde el sol resplandezca, pero este más segura aún cuando la lluvia inunde todo nuestro hogar, porque ahí en los tiempos malos y de carencia, es donde debemos mantenernos llenos de lo único puro que tenemos, nuestro amor y aferrarnos a el. No deseo ningun legado, ningún nombre, ninguna posición, el único anhelo de mi corazón es sujetar su mano, aún cuando las arrugas y lo desgastado de mis huesos me hagan temblar, estaré deseoso de ver cada línea en mi rostro y el suyo porque serán el vivo recuerdo que lo logramos Rosset, logramos seguir unidos durante la tempestad y el paso de lo años. Te amo, te amo y te amo y lo diré cuántas veces sean necesarias para que jamás puedas olvidarlo. Si pudiera te lo diría en muchos idiomas más, no obstante solo hablo un par de ellos, pero hablo el más importante, con el que puedo hacer que entiendas lo mucho que te amo con todo mi ser".

Caí de rodillas y rompí en llanto. ¿El mismo hombre que escribio está carta seria el mismo hombre que se casaría con otra mujer la mañana siguiente? No podía creerlo, no después de todo lo que habíamos pasado, nadie lucharia tanto por un propósito en vano.

—Rosset... — Julieta se sentó junto a mi en el frío piso, sujetándome entre sus brazos. —Yo te apoyaré en lo que tú decidas hacer... Realmente nadie sabe lo que está pasando... Mi madre se reuso a asistir a esa boda... No iremos, compartimos tu dolor.

—Julieta... Lord Lilian me pidió que confiara en él... Lo haré por una última vez después de mucho tiempo sin quebrantar la promesa de tenerle fé a nuestro amor. Necesito tomar el primer ferry a Isla de Man... Ese será la última gota de fé.

Ella suspiro, y luego asento con la cabeza. —Nos iremos a escondidas al amanecer, tu, Anette y yo.

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Tomamos una maleta, sin saber siquiera el camino y subimos a uno de los carruajes de Lady Leticia hacia Dublín. El sol no había salido aún y ya íbamos camino a nuestro destino, esperando encontrar un ferry disponible al llegar a Dublín. En pocas horas llegamos a la ciudad y arribamos directamente al ferry, comprando los boletos del primer viaje del día. Mi madre me había comentado que la boda sería en la Catedral de Peel, y se daría a cabo a mediodía. Estaba realmente preocupada de no llegar a tiempo... Porque si debía alejarme de él, preferia que el destino me diera una buena bofetada para hacerme entrar en razón viendo con mis propios ojos que ya no había posibilidad alguna de que nuestro amor pudiera ser. Verlo casándose, sería lo necesario para calmar la disociación que me atormentaba, tal vez sería el calmante de mis noches asegurarme de que no pude hacer nada más para evitarlo y que yo si le ame lo suficiente, y él no a mi.

—Estoy agotada... Han sido días difíciles. Pensé que no querría volver a casa después de conocer Europa, pero no saben cuántas ganas tengo de regresar a Birmingham. Al menos hasta no irme a la universidad— comentó Anette, quien venía cabeceando del sueño.

—Al menos Julieta se quedará conmigo— dije idealista. —eso haría de Birmingham una ciudad un poco más agradable para mí.

—Rosset... — susurró ella, mordiendo sus labios. —Yo también voy a irme... No voy a regresar a Birmingham.

—¿Qué? ¿Como—Como que no regresaras a Birmingham? ¿A dónde irás?— le pregunté, balbuceando de la impresión.

—Me iré a Suecia hermana, Inglaterra no pudo protegerme— refugio su cara entre sus manos, intentando que no viéramos lo cristalizados que estaban sus ojos. —Yo también quiero ser feliz y no creo que yendome al lugar que me trató como si fuera un objeto, sea un lugar estable para mí. Ya no he entrado a un closet desde que me casé, son heridas que el corazón debe de sanar... Y en Inglaterra no voy a lograrlo, porque el recuerdo constante de mi matrimonio y mi bebé seguirán doliendo. Quiero darle una oportunidad a la vida en Suecia, con Lord Viktor.

—Ese... ¿Es el Príncipe?

—Asi es Anette... Y le amo, por primera vez alguien ha elegido amarme y no podría ser más perfecto— nos contó con los ojos iluminados, sanando una parte de sí con la esperanza de una mejor vida después de un golpe tras otro.

Ver cada vez la isla más de cerca desde el ferry me ponía los pelos de punta, tuve que ir al baño y llorar, intentando descargar toda lágrima para poder enfrentar todo lo que estaba por venir, no permitiría que se me saliera ni una lágrima más delante de ninguno de ellos si se habían sometido a complacer a la Corona Española y al Rey... Seria inaudito haber luchado tanto y que diera su brazo a torcer. No lo creía de Lord Lilian... Y por esta última esperanza que le tenía, seguiría luchando por creer desde lo más profundo de mi corazón.

De pronto, llegamos a la Isla. Tomamos nuestras cosas y pagamos un carruaje hasta la iglesia. El camino se me hizo eterno, tanto que los ojos se me entrecerraban, quizás mi cuerpo me mantenía con sueño buscando de alguna manera la calma de mi corazón.

—¿Irán a la boda de la Princesa? — nos preguntó el cochero, muy sonriente, aparentemente encantando de tener a la realeza en la isla.

—Iremos a detener la boda en realidad— dijo Anette. Julieta y yo la miramos asombradas de la imprudencia.

El cochero simplemente se carcajeo. —Si claro y yo soy el novio— respondió irónico.

Arribamos a la Catedral de Peel, sumamente agotadas con la lengua en los pies, pero totalmente decididas a ver con nuestros propios ojos que sucedia. Llegamos a la puerta y estaba cerrada, la golpeamos una y otra vez y nadie nos abrió... Eso quería decir que la boda ya estaba en marcha. Logre escuchar algunas tonadas dentro, como de una orquesta, quizás la entrada de la novia. Entonces en ese momento decidí detenerme, casi después de romper mis manos contra la madera de la puerta.

—¡No nos rindamos! ¡Sigamos tocando!— propuso Julieta.

—Basta... Ya no tiene caso...— susurré, pero no me prestaron atención.

—Rosset quédate aquí... Debe de haber otra entrada— insistió Anette, tomando a Julieta de la mano para rodear la Catedral.

Tome mi alma en pena, desesperada y camine unos metros hasta unos columpios. Intentando desviar todo el ruido y los pensamientos compulsivos de mi mente, tenia miedo de explotar. Cubrí mis oídos y mientras me balanceada de un lado a otro, entone una canción que papá me cantaba. Era como un tarareo mejor dicho, pero me hacía sentir en calma.

Alguien coloco su mano sobre mi hombro y gire la vista rápidamente. Era un hombre, de barba blanca, quien usaba un traje muy elegante y tenia ojos azules como el agua. Tomo asiento en el columpio junto al mío y suspiraba muchísimo, como si tuviera una puntada en su ser.

—Se quien eres... — me dijo. —Lady Rosset Harris, no sé cómo compensarle el sufrimiento que mi hija le ha causado.

Gracias por leer! ♥️ el siguiente será el último el capítulo ♥️ no saben lo ansiosa y a la vez triste que estoy de darle final a esta historia!






En los brazos del Vizconde De BirminghamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora