Capítulo 19

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Dedicado a alteza225

—Julieta— exigí. —se sincera por favor, lo que estás haciendo es gravísimo.

Aspiraba a qué algún día pudiéramos dejar de ser juzgados por cambiar de pareja, sin necesidad de que alguno de los dos muriera, pero lamentablemente vivíamos en unas costumbres que solo perjudican a mujeres deseosas de ser libres.

—Creo que estoy enamorada— suspiro secando sus lágrimas con un pañuelo. —, no lo conozco desde hace tanto tiempo, pero Lionel me ha engañado con otras... Y conmigo no ha querido ni darme un beso por cariño, ni "estar" en la intimidad. Ha dicho que me odia y que es mi culpa que nos obligarán a casarnos. Este hombre... Con el que me has visto, me ha dado toda la felicidad para soportar el hecho de que voy a pasar mi vida con alguien a quien no amo ni amaré jamás.

—Julieta... Lamento todo esto... Ojalá hubiera podido protegerte— lágrimas salían de mis ojos a causa de la impotencia que fulminaba mi alma. —No puedo apoyar la idea de que engañes a Lord Lionel, pero no puedo tampoco negar que busques una razón para levantarte de la cama todos los días. Me da miedo pensar que este secreto es una bomba de tiempo.

—Prometo cuidar mejor mis secretos— Julieta tomo mis manos, con mucha fuerza. —sé que es una bomba de tiempo, pero sin él me sentiría muerta. No sabes lo sola que me siento en ese palacio, es como tenerlo todo, pero a la vez no tener nada.

Mi hermana se tumbó sobre mis piernas, con la mirada perdida y el maquillaje corrido. — Pensé que me casaría por amor, Rosset.

—Igual, siempre me tendrás, a mamá, Anette y a mí, siempre estaremos dispuestas a correr contigo por la pradera. El amor tiene distintas maneras de hacernos sentir cobijadas.

Vi como una pequeña sonrisa se asomó en sus labios mientras le rascaba el cabello con cariño. Yo no podría reparar todos los daños que ya estaban hechos en su vida, pero al menos podría hacer que fuera más agradable para ella, que sintiera el amor que le tenía y que jamás estaría sola, así estuviéramos a kilómetros de distancia.

—¿Qué hacen aquí? — preguntó mi madre abriendo la puerta de par en par. —¿Están escondidas de algún hombre? Porque allá afuera seguro habría alguien que quisiera bailar con Rosset, o desposarla, para que por favor se case, ¡Necesitamos espacio en esta casa!— bromeó colocando una mano en su cintura.

Julieta y yo nos reímos en compás, negamos con la cabeza su acusación, aunque en realidad nos ocultábamos de varios hombres.

—Madre, creo que ya me quedé a vestir santos— le respondí.

Mi madre colocó la mano sobre su frente y volteo los ojos. —¡Mi única esperanza es Anette! Dios quiera se case con un Príncipe, así podré presumir con mis amistades.

—¡Julieta se casó con un Vizconde! — le dije entre risas. —Si eso no es suficientemente bueno para presumir, ¡Entonces no sé que lo es!

—Rosset, te lo acabo de decir, mejor es un Príncipe. Límpiate las orejas cariño, has de tener larvas o quizás telarañas desde la última vez que alguien te endulzó el oído, hija— rio entre dientes, tanto que casi se le sale la baba. Mi madre era una mujer que se veía un poco dura ante la sociedad, pero su humor fue lo que nos salvó de no morir de la tristeza con lo de mi Padre.

—Madre, creo que ya estás pasada de tragos— dijo Julieta limpiando su cara con el pañuelo. —es mejor ya ir a dormir, las personas en la fiesta ya no necesitan anfitrión, necesitan una sopa de pollo urgente.

—¿Cómo vamos a dejar a Lord William solo?— dijo acomodándose al borde de la cama. — aún ni siquiera he podido darle un discurso para agradecerle... Mejor, me voy antes de que el vino empiece a hacer efecto y en vez de un discurso se me salga algún chisme— se levantó de un tirón y salió por la puerta hacia el pasillo rascando su cabello.

La noche se desvaneció. Julieta y yo, sin decirnos ninguna otra palabra, nos dormimos lado a lado sin ganas de salir a ver a los invitados emborracharse y a personas como Lord Arthur y el hombre misterioso que fuesen a acarrear más problemas.

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—Rosset, despierta— Anette apretó mi nariz, y yo aparté su mano para bostezar estirando mi cuerpo. Me senté para mirar alrededor y aclarar mis ojos muertos del cansancio. Para mí había sido una noche pesada, repleta de pesadillas.

Mire a mi costado y la cama estaba vacía. —¿Dónde está Julieta?— le pregunté a la pequeña.

—Julieta se ha ido esta mañana, Lord Lionel se la ha llevado... Por lo visto, no en buenos términos. Él se veía un poco molesto, escuché que le pregunto que "¿Dónde había estado anoche?"— suspiro Anette. — nadie me lo ha dicho, pero sé que ella no está bien. No sé que hacer... Nadie puede interponerse en una relación marital.

Tome su mano con cariño. — Lo único que podemos hacer es apoyarla en lo que podamos, que de nosotras nunca le falte una carta ni una invitación para que venga a Birmingham. Aquí es el único lugar donde ella se encuentra segura. No creo que Lord Lionel por su posición le haga algo a Julieta, pero estoy consciente que su corazón no le pertenece a ella y que despiadado es ese acto.

Las flores nunca faltarán en casa, al igual que agua para que florezcan. Te cobijaré, te amaré, y te defenderé de quien se atreva a quitar un solo pétalo de tu cabeza. Nos veremos tan pronto, el sol esclarezca, y el agua se encuentre más tibia, te amamos.

De Anette y Rosset, con cariño.

Enviamos esa carta directo al nuevo palacio Edwards, dónde mi hermana y su marido se han mudado, más que nada, como una advertencia. Tenía la sospecha de que él también leía las cartas que le enviábamos a Julieta.

—Lady, le ha llegado esta carta de... un caballero. Me la ha dado para asegurarse que lleguen directo a sus manos— dijo Sir Alexander, un poco nervioso. —Ha pedido que sea leída cuando esté sola.

Me imaginé de quién era...

Gracias por leer! Ya somos 1k en vistas, estoy muy feliz!

Agradezco la receptividad, por favor compartan la historia para que lleguemos a más♥️♥️♥️

—Love me like You do— Ellie Goulding.


En los brazos del Vizconde De BirminghamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora