Capítulo 42

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Llegamos a Dublín después de algunas horas, que se hacían más eternas por la tensión en el ambiente, pero por suerte el recorrido finalizó.

Los carruajes nos esperaban cuando bajamos del transatlántico. El frío de la ciudad era deprimente, estaba lleno de espesa neblina y el clima se tornaba lluvioso.

—¡Qué suerte verlos!— comentó Lady Maeve Kelly, quien nos esperaba en su recinto. Nos recibió con abrazos y algunas bufandas verdes que le sobraban del día de San Patricio. Era una mujer muy joven, quien era prima segunda del difunto Conde Percy.

—Dia dhuit (Que Dios esté contigo)— nos dijo su esposo, Lord Connor Kelly, que era un hombre irlandés, al igual que el prometido de Lady Leticia.

Su hogar era frío, había nieve en el borde exterior de las ventanas, y la chimenea no ayudaba mucho a apaciguar el helado clima. Fue un poco difícil llegar hasta allá, ya que vivían cerca de las montañas.

Salí al pórtico, con intenciones de esperar a Lord Lilian, quien venía en otro carruaje, pero como siempre, se tardaba más de lo esperado. Lo más seguro es que se detenían a hacer diligencias. Añoraba verlo para hablar lo más discreto posible sobre Lord Arthur... Ya que seguramente me había visto abrazar "tiernamente" a mi prometido.

Los Kelly tenían un gato llamado Chester, quien empezó a maullar, pensé que deseaba que lo acariciara. —¡Auch!—, grite del dolor cuando me rasguño y comencé a llorar. Corrí a la cocina a buscar algo para curarme, quizás alcohol y una gasa.

No quería que nadie se preocupara por mí, Dios mío, mi rostro solo demostraba intenso dolor, así que me colé afuera mientras tomaban el té. Me coloqué un buen abrigo para salir al frío invierno e ir quizás a un lago cercano, algo que me recordara a casa, era lo mejor que tenía para despejar mi mente, aunque estuviera congelado. No deseaba negar mis sentimientos, mi corazón quería escapar, era evidente que necesitaba respirar. Era doloroso pensar que muchas mujeres enfrentaban lo que yo, casarse por una obligación. Era terrorífico pensar en llegar a casa y descubrir que dormirás y harás el amor con un extraño. Tenía suficiente edad para haber aprendido mucho sobre la vida, y aun así estaba asustada... Ni siquiera me quiero imaginar una niña en sus quince años casándose con un desconocido.

A pocos pasos había unos columpios colgados en un árbol, igual de congelados, pero me di cuenta de que desde ese punto podía disfrutar de un pequeño lago.

Comencé a llorar a cataratas meciéndome de un lado a otro. Había abrazado a otro hombre, sus manos quedaron talladas en mi ropa, su aroma en mi piel y me sentía culpable... De alguna forma pensaba que estaba engañando a Dios y sobre todo a mí misma, pensando que yo iba a poder amar a ese hombre algún día y que sería muy fácil olvidarme de que en más de una ocasión mi cuerpo prometió solo unir su alma con la de Lilian.

Escuché unos pasos acercarse tras mi espalda. —Es bueno volver a verla— me dijo. No conocía su voz, pero todo mi cuerpo se petrificó. Una ráfaga de viento helado hizo que todo mi cuerpo temblará, así mismo me levanté, mi sexto sentido me dijo que algo andaba mal.

Era ese hombre... El hombre que había intentado matarme en dos oportunidades, el lacayo de la Corona Española. Inmediatamente, di dos pasos hacia atrás, buscando con la mirada algunas rocas entre la nieve, debía defenderme. Baje la guardia completamente luego de comprometerme con Lord Arthur, pensé que habían dejado de cazarme.

—¡Ya déjeme en paz! ¿No le fue suficiente todo el daño que me ha hecho?— le respondí entre lágrimas, tomando una roca del suelo y amenazándole con herirlo.

—Espere— dio tres pasos hacia atrás. —No he venido a hacerle daño... Al menos no por esta vez— aseguro enseñándome los bolsillos de su pantalón y chaqueta. No tenía arma alguna, pero eso, a pesar de lo muerta del miedo que estaba, me causaba gracia, es decir, él podía matarme con sus propias manos, era el doble de grande y fuerte que yo. Tener un arma, no era requisito indispensable para lastimarme.

—Váyase de aquí... Mi prometido preguntará por mí. Él ya sabe que usted ha intentado hacerme daño, y si me pasa algo... tendrá que darle la cara a Inglaterra y Austria por su crimen, no saldrá impune, ni la Princesa podrá salvarle— le advertí sin saber verdaderamente si algo de eso podría protegerme.

—Las órdenes ya no son las mismas— me rodeo, con las manos arriba, enseñándome sus palmas y se sentó en el columpio para mecerse, como si de un niño se tratase. —He quedado satisfecho con su compromiso, eso quiere decir que para la sociedad el Vizconde y... He de recalcar, el próximo Príncipe, y usted no tienen ningún vínculo en absoluto.

Trague grueso, y contuve mis pulmones, no sabía a dónde correr, no podía confiar en él. —¿Y por qué me sigue buscando? Si su trabajo tan desvergonzado ha terminado, ¿Por qué me sigue persiguiendo? ¿Qué razón habría?

Detuvo el movimiento del columpio, plantando sus pies nuevamente en la tersa nieve. —¿Me cree tonto, Lady Rosset?— camino hacia mí, pensativo, mientras yo daba los mismos pasos en dirección contraria. —Sé que usted y Lord Lilian se siguen viendo a escondidas. No he podido comprobarlo, pero... No necesito hacerlo realmente, porque es algo muy obvio.

Le negaba con la cabeza, intentando victimizarme para ver si lograba espantarlo. —Ya le he dicho que no, no tengo nada que ver con Lord Lilian— le respondí muy firme. —Dígale a la Princesa que ya ganó... ¿Qué más quiere de mí? ¡Lo he perdido todo! Me casaré por obligación, me alejaré de mi familia, y tendré que levantarme cada mañana con un hombre que no quiero conocer— me quebré, mi corazón se fracturó, mi nivel de agotamiento había llegado al límite. Esa persecución y toda la taquicardia emitida por emociones fuertes por miedo, hizo que me quebrara en llanto.

Gracias por leer!♥️

En los brazos del Vizconde De BirminghamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora