Capítulo 32

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Bajamos del carruaje, nuestra vista se fijó en el hermoso paisaje de la Villa. Habíamos imaginado que sería un poco lúgubre, tomando en cuenta que el corazón de un hogar, que era la esposa, estaba roto en mil pedazos.

—Buen día mis señoras— nos detuvo un hombre, posado en las escaleras principales, posiblemente el mayordomo. —¿Han realizado una carta de visita?

Nos miramos con preocupación entre las tres. —No necesitamos una "carta de visita", son cosas un poco ambiguas mi Lord. Lady Julieta, la señora de esta casa, es mi hija— dijo mi Madre con altitud.

—El único con el derecho de omitir esa carta es el Vizconde, así que lamento no poder permitir su entrada— explicó.

—¿Quién centellas es ese "Vizconde"?— preguntó iracunda mi Madre.

—Madre, es Lord Lionel— susurré apenada. —Recuerda que es un Vizconde.

—Cierto— recompuso mi Madre, Anette y yo reíamos tras su espalda. —Es inaudito que se nos niegue la entrada, como es posible que mi propia hija no pueda recibir visitas de su propia familia sin antes enviar una carta de visita —que aún no sé que significa—, pero deseo hablar con Lord Lionel en cuyo caso.

—No se encuentra mi Lady, está de camino a Warrinton para la boda de Lady Leticia— murmuró.

—¡Ja!— chilló. —Es decir, que nos dejarán en la puerta, vestidas y alborotadas. Ese tal Vizconde, puede ir a la fiesta de Lady Leticia y mi hija se quedó aquí indispuesta, ¡Increíble, ni siquiera puede ser cobijada por su familia!

El señor de la puerta, solo nos sonrió, hizo una reverencia y rápidamente nos cerró la puerta en la cara, muy irrespetuosamente. Debíamos saber que pasaba con Julieta, no era posible que se nos denegará la entrada, era algo que no pasaba en ningún lugar de Birmingham, al menos no cuando se trataba de una familia que le amaba más que a nuestra vida propia.

Eso sí, no nos iríamos hasta saber si ella estaba bien, no podíamos aguantar la preocupación de saber el porqué Julieta estaba encerrada como un animal en esa Villa, sin siquiera poder recibir visitas que no fuesen aprobadas por el Vizconde Lionel.

—Madre, no podemos irnos sin saber como esta Julieta— susurré al acercarnos al carruaje. —Algo están ocultando, eso lo sé. Si no nos dejan verla, es porque... Hay un secreto del cual no quieren que nadie se entere. Te repito que es inaudito que Julieta no pueda decidir quién ni cuando recibir visitas, entiendo el puesto de Lord Lionel como esposo, pero ¿Por qué no dejar entrar ni a la familia de Julieta? Nos han tratado como si de enemigos se tratase, como si ella no deseara vernos.

—Tienes razón, Rosset. No podemos permitir que nos corran e irnos como si nada... No sin al menos verla— pronunció Anette.

Escuchamos unos silbidos a lo lejos de repente, como si vinieran de adentro de la Villa. Visualizamos nuevamente los alrededores y una doncella agitaba sus manos a lo lejos. —¿Deberíamos confiar en ella?— preguntó mi Madre.

—No hay otra opción— indiqué. Nos tomamos de las manos y nos movimos lo más rápido que podíamos, los vestidos, el corsé, todo se prestaba para empujarnos hacia abajo, pero conseguimos llegar hasta el frente de la doncella temiendo de ser descubiertas.

—Vengan conmigo— murmuró, tan bajo que casi era imperceptible su voz de no ser por qué veíamos el movimiento de sus labios.

Entramos por una puerta, un poco escondida, con el marco cubierto de enredaderas. Subimos una escalera, vieja y con bordes rotos, parecía ser un pasaje que no se usaba hace mucho tiempo. Subimos y subimos hasta llegar a una puerta de madera, con algunas telarañas entre las rajaduras.

—Les pido no hablen muy fuerte, hay oídos en toda la Villa. Deben hablar en un tono neutral, sin gritos, porque si las encuentran, la Vizcondesa estará en problemas— informó, visiblemente preocupada.

Abrió la puerta y la luz por fin entró, salimos una a una, sacudiéndonos del polvo que tomamos en el estrecho pasaje. Observamos una habitación inmensa, hermosa con pisos brillantes y una enorme cama centrada entre cojines. Al girarme me di cuenta de que habíamos salido de un pasaje oculto tras un retrato, eso me hizo poner la piel de gallina, al saber lo que teníamos que hacer para poder ver a Julieta, me latía el corazón a mil imaginando que tan horrible encierro pasaba mi hermana.

—Julieta, Julieta— señaló Anette, mientras nuestra dulce hermana cerraba una puerta tras su espalda, que parecía ser la del pasillo por el alfombrado que logré vislumbrar.

Caminamos tomando nuestros vestidos hasta las rodillas y la cobijamos en un fuerte abrazo. Ella se veía feliz de vernos, tanto que sus ojos se delinearon en lágrimas. Quizás... feliz de ver rostros nuevos después de mucho tiempo sin salir al parecer.

—No sabía que venían, pensé que estaban de camino a la boda de Lady Leticia— asumió, tocando nuestras mejillas con adoración. —Estoy muy feliz de verles— volvió a abrazarnos fuertemente, como si fuese a perdernos en un abrir y cerrar de ojos.

Julieta se veía ojerosa, desaliñada, como si hubiera estado enfrentado cosas muy difíciles, lo cual no pondría en duda con todo este drama que se había formado entre la servidumbre para no permitirnos la entrada. —Julieta, hemos oído un rumor... Que no irás a la boda de Lady Leticia.

—Ah, sí— respondió cortante, su rostro mostró incomodidad inmediatamente. —Vengan, tomen asiento primero— nos dirigió hasta una mesa con cinco sillas que tenía en la alcoba, con un juego de té decorando su centro.

—Julieta, ¿Qué es todo esto?— me senté en la silla, tragando grueso. —tuvimos que entrar a escondidas para poder verte, esto no es normal, es decir, se nos ha denegado la entrada, tampoco nos dijeron que te consultarían, simplemente todo aquel visitante estaba siendo echado sin "carta de invitación". Julieta, somos nosotras, tu familia, una familia que de verdad te ama...

—Sé que me aman— se sirvió una tasa de té y carraspeó buscando omitir todo lo que estaba sufriendo. —Ustedes no entenderían, no están casadas.

Mi Madre suspiró. —¿Y qué excusa utilizarás conmigo?—la miró directamente, sabiendo que no nos estaba engañando con sus afirmaciones. —Estuve casada muchos años, dos veces cariño, y nadie jamás me encerró como una prisionera.

Gracias por leer! ♥️


En los brazos del Vizconde De BirminghamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora