Capítulo 44

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Mi vida no sería para nada igual después de su partida, que tuviera que resignarme a qué no sabría de Lord Lilian más que cuentos traídos por el mar... Que vendrían llenos de desasosiego, desesperanza, o quizás mentiras piadosas de su "felicidad". La sociedad lo creería, estamos criados para amar los títulos, la riqueza, sobre todo el poder, así que ¿Quién no querría casarse con una Princesa? El único que podría estar en contra es alguien que ya había abandonado esas mismas riquezas en busca de un sueño, como Lord Lilian. Lo gracioso y a la vez lamentable, es que fue atrapado por la misma gente de la que intentaba huir.

Llegamos a Portlaoise en la mañana, pero solo estaríamos de paso, refrescándonos momentáneamente antes de llegar a Cork que quedaba al menos a cuatro horas en carruaje. La boda de Lady Leticia y Lord Siobhán sería el día siguiente, así que debíamos preparar nuestros atuendos. Mi madre apurada y con tantos contratiempos, pensó que lo mejor sería ir a una modista que conocía Lady Leticia en Portlaoise para qué nos ajustará algunos vestidos.

—Estoy muerta del miedo, Rosset— me comentó Julieta, bailando sus piernas de lado a lado mientras estábamos sentadas mirando a la modista medir a mi Madre.—No sé que es capaz de hacer Lionel si me ve llegar.

Puse mi mano sobre la suya, y le sonreí intentando calmarla, aunque yo también estaba muerta de la preocupación. —No creo que sea tan malo... Quizás se disguste, pero tendrá que aceptar que fuiste por tu cuenta y disimular ante la sociedad que tu viaje a Cork estaba planificado.

La verdad era que no sabía qué pasaría, pero tenía mucho pánico que se desatará algo terrible en esa boda. No estábamos arraigadas a la naturaleza de Lord Lionel, y por lo dicho por Julieta, era un tirano. Intentaba amedrentar la situación, pero mi cara era tan expresiva como los temblores en mis manos. Se supone que había dejado a Julieta bajo llave en la finca Wellington, y que ella apareciera repentinamente significaría una traición, dejaría en burla su palabra al decir que su esposa no asistiría porque estaba indispuesta.

Ella suspiró y seco su nariz con un pañuelo. —No lo conoces Rosset, él es un hombre joven, pero es igual de temible que un sínico con el doble de sus años. He pensado en eso todo el viaje, que él intentara hacerme daño de nuevo, ya no sé qué haría... Mi bebé murió... No me queda mucho en el mundo Rosset y tengo miedo, ya no me queda más que él pueda arrebatarme que mi propia vida— comenzó a balbucear y soplaba la palma de sus manos para calentarse, como si un fantasma estuviera perpetrado su alma... Ese fantasma se llamaba terror.

—No voy a permitir que eso pase... Me pondría frente a ti si intentara clavarte una espada, Julieta. Haría cualquier cosa para defenderte. Tú siempre has tenido más ganas que yo de vivir, y créeme no te negaría ese derecho si alguna de las dos tuviera que sacrificarse— le asegure, con todo el dolor del alma por verle así, destruida desde lo más profundo de su ser. Era una mujer, casada y con una vida propia, pero seguía viendo a mi hermana menor asustada por el monstruo en su armario... Las cosas habían cambiado porque ya papá no estaba para quitarnos el miedo y el monstruo se volvió real.

Mi madre observó con extrañeza hacia el cristal tras nuestra espalda y miro a través de él acercándose, casi dando zancadas y la modista gritando por no clavarle una aguja. —¿Esa es Anette?

Julieta y yo miramos hacia la misma dirección y también nos contagió la misma extrañeza. Anette platicaba muy alegre con un muchacho, se le miraba contemporáneo a su edad y tenía apariencia local, un irlandés posiblemente. Ella usualmente no le tenía mucho interés a los muchachos, no recuerdo haberla visto nunca embelesada por ningún caballero. A pesar de todo, me alegraba que estuviera intentando disfrutar del viaje y conocer personas nuevas, dejando de lado si fuese un interés amoroso o no.

—Lady Gina, arreglaremos esto entre un momento— le comunico a la modista colocándose su abrigo y zapatos para el frío. —¡Otra de mis hijas no!— grito.

Julieta la detuvo tomándola por el hombro. —Mama tranquilízate, no es para tanto, solo están hablando en público... También estamos en un país desconocido muy lejos de Birmingham.

Mi madre se zafó de su agarre y reacomodo su abrigo. —¡Está sí que no, Anette va a ser doctora! No voy a permitir que alguien le destroce sus sueños, no otra vez— salió rápidamente, caminando como un pingüino entre la nieve que reposaba en la calle.

Mi madre tenía algo que había escuchado llamar "después del trauma", luego de sufrir por ver a una de sus hijas, traumada por un matrimonio sin amor y lleno de violencia, y a otra hija infeliz comprometida con un extraño, ella estaba haciendo lo mejor que podía para intentar que Anette tuviera una vida independiente, porque todo lo que había visto eran matrimonios infelices.

Las observamos hablar desde lejos a través del ventanal, pero no podíamos escuchar. Anette solo reía penosamente por la actitud de mi Madre, y el chico intento presentarse, pero mi Madre parecía inspeccionarle hasta las credenciales.
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Arribamos a Cork y fue un alivio saber que habíamos llegado a nuestro destino. En todo el camino por Portlaoise, no había tenido noticias de Lord Lilian. No le había visto desde la noche anterior en la cabaña de los Kelly, que después de unir nuestros cuerpos por amor y pasado el frío, volvimos a la casa principal para cenar, como si nada hubiera pasado.

Lord Arthur... Vi su rostro cuando llegue, él volvía a sospechar otra vez de mi amorío con Lord Lilian, pero en esta oportunidad fue diferente, él simplemente decidió no hablar en toda la cena y se limitó a solo sonreír por cortesía. Conocía su mirada, estaba decepcionado... Yo también estaba decepcionada de mí misma, porque volví a faltar vilmente al respeto que me había pedido hacía su persona, no había excusa que pudiera salvarme, solo que cuando amas a alguien y peleas con los pensamientos intrusivos como ¿Será la última vez que le veré? ¿Debería aprovechar que está aquí para mí? ¿La vida me estará cumpliendo mi último deseo de amarle? No piensas muy bien en las consecuencias que puedan sabotear tu vida después de haber probado el amor y menos de un hombre que se había robado hasta mi último anhelo.

Llegamos a Cork, con el cuerpo tieso de tanto viajar. Casi sin poder respirar del frío, y con el corsé presionando terriblemente nuestros órganos, no era muy saludable, pero era tradición, que silenciosamente esperaba que se rompiera para poder sentir mi cuerpo libre. No era justo para ninguna mujer ver a hombres con camisones, y nosotras cumpliendo labores con el cuerpo tan tieso como una muñeca.

Bajamos del carruaje y nos impresionamos de lo hermoso del hogar de Lady Leticia y Lord Siobhán. Estaba adornado con flores que se veían hermosamente vivas, lo cual era extraño por el frío, pero tampoco se podía comparar con el frío de Dublín y Portlaoise, que eran absorbentes.

—¡Dios mío, siento que las he estado esperando hace miles de años!— nos abrazó Lady Leticia, quien nos miraba con extrema felicidad. Su rostro cambió al ver a Julieta, ella sospechaba que algo había pasado. —Lady Julieta... Pensé que no vendría.

—Se ha sentido mejor... — interrumpió Anette, quien siempre tenía respuestas más rápidas que la de nosotras.

—Jamás me perdería una boda, y menos si es de usted. La estimo mucho, querida Lady Leticia— le respondió Julieta, abrazándola. —Tenía un poco de gripa, pero me he recuperado rápidamente con un té de miel y limón que me ha hecho mi doncella.

—¡Qué felicidad!— contestó Lady Leticia, haciendo caso omiso a sus propias sospechas.

Miré hacia el ventanal de la segunda planta, y ahí estaba él. Lord Lionel nos observaba penetrantemente frunciendo el ceño... Se había desatado algo terrible en su persona y yo me preparaba mentalmente para proteger a Julieta.

Gracias por leer! ♥️

En los brazos del Vizconde De BirminghamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora