Capítulo 47

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—¿Has venido a seguir peleando por Julieta?— empuño sus manos.

Di un paso atrás, sin saber qué estaba pasando. —Me han enviado una carta y he venido aquí.

—Yo le envié una carta a Julieta... No se supone que estés aquí, ¡Julieta debería estar aquí!— me decía, entrando en descontrol. Vi una llama encenderse en sus ojos y sabía lo que pasaría. Era evidente que quería que Julieta viniera para que se la tragara la oscuridad de la montaña. Que traumante imaginarme aquello que, por cosa del destino, cambio nuestros lugares esa noche. Lord Lionel ya se había cansado de ella, y sabía que en el momento en que salió de Liverpool, Julieta se había liberado y él perdió el control, por eso quería deshacerse de ella citándole a media noche y sin testigos.

Mi cuerpo se petrificó, con la oscuridad y la neblina que nos acompañaba, no tenía oportunidad de salir invicta de una pelea con Lord Lionel, tenía todas las de ganar. Nadie podría negar su lado de la historia, porque la única testigo estaría montaña abajo, destruida entre los escombros.

De pronto, como si fuera parte de una historia de terror, vi como el cuerpo de Lord Lionel era empujado hacia el abismo. Mi mente colapsó y mis ojos por unos momentos se turnaron entre destellos de la realidad y un tono totalmente negro. Era imposible para mí descifrar lo que sucedía, se sentía como ver el escenario desde una nube. Lord Lionel fue empujado a las barandas y descendió rápidamente hasta caer en lo profundo de la montaña... Eso lo mato inmediatamente. Pude escuchar sus gritos desgarradores, un golpe crudo, el repiqueteo de los escombros y luego un impactante silencio.

—Le dije que a la tercera advertencia usted tendría un dolor tanto en la vida como en la muerte— me dijo una voz, que pocamente podía escuchar entre el bullicio de mi trauma. —Lord Lilian ya no será solicitado por la Corona, a menos que reviva... Pero no creo que lo haga... La caída ha sido letal. Quizás al tercer día lo volvamos a ver, solo si Dios tiene piedad de él— me decía, y entendí que era nuevamente él, el lacayo de Lady Elizabeth. Sus palabras eran crudas y sin emoción, observándome detenidamente y dentro de su mirada solo habitaba un desierto prendido en llamas.

Ni siquiera podía hablar, me petrifiqué como si el hielo me hubiera congelado. Solo estaba segura de una cosa: había asesinado a la persona incorrecta. Me había seguido desde la boda y pensando que me encontraría con Lord Lilian, decidió seguir mis pasos para matarle y lo ha confundido de la espeses en la oscuridad que nos rodeaba.

Me sujeto del cuello y levanto mi rostro. Comencé a llorar, estaba aturdida y aterrada, otra vez le había visto los ojos a la muerte y fue tan impactante que mi vista se tornó negra. Lo sujetaba fuerte con mis manos, tirando y rasguñando con mis uñas para soltarme de su agarre, pero era el doble de fuerte. —No he venido a matarla a usted exactamente— se carcajeó, como si de un chiste se tratara mi dolor. —He recibido órdenes explícitas de que usted vea a Lord Lilian bajo tierra, si no pudo ser de la Princesa, no lo será de nadie y con más ánimo, ella desea verla sufrir en carne propia, lo que es ver al amor de su vida desvanecerse como humo frente a sus ojos, como usted la obligó a hacerlo desde que se metió bajo los pantalones del Vizconde.

Balanceo mi cuerpo hacia atrás y caí en la fría nieve, boca arriba y sin poder respirar bien por el frío que habitaba en la montaña. Las lágrimas y los mocos en mi cavidad nasal también se habían congelado.

Vi su sombra apartarse hacia la lejanía, dando pasos rápidos para no ser percibido haciendo uso de la espesa niebla.

De nuevo pensé —Este sujeto ha salido impune para matarme en otra oportunidad— y las ganas de seguir adelante se esfumaban de mi mente. Cuando se percatase de que Lord Lilian seguía con vida, la cuenta empezaría desde cero, mi cabeza nuevamente tendría precio. Ni casándome con otro hombre evitaría el susurro de la muerte, y era desquiciado continuar el resto de mi vida, teniéndole miedo al bosque, a la montaña... Hasta a la pradera porque mi vida estaba siendo asechada día y noche.

Escuché unas pisadas y entré en estado de alerta, solo me puse en posición fetal esperando un golpe, una arrastrada o un tirón de cabello, pensé que habían venido a terminar el trabajo. —Todo estará bien, Lady Rosset, si alguien más no lo hubiera hecho, lo habría hecho yo... Entienda que Julieta jamás ha estado sola— susurró, era el Príncipe de Suecia, quien parecía estar asechando a Lord Lionel desde que subió a la montaña. —Me he perdido buscándolo entre la nieve, pero llegué justo a tiempo para estar tras de usted cuando la tomo del cuello... Le aseguro que no caería al abismo...

Me reviso de arriba abajo percatándose de que no estuviera lesionada por el forcejeo. —¿Usted ama a mi hermana?— murmuré, con la voz rota de tanto gritar. Ese pensamiento había cruzado por mi cabeza, debía cerciorarme que si algo me pasaba, me iría sabiendo que alguien amaba a mi hermana y por ende, la protegería como yo lo haría.

—Amo tanto a Lady Julieta como para destruir a quien le haga daño... No se había presentado la oportunidad hasta hoy— bajo la cabeza, quizás molesto de no haber sido él quien acabara con Lord Lionel, quien atento incontables veces con la vida de mi hermana sin rencor. —Y perdóneme por no haberla defendido antes, usted entenderá que ya es un riesgo que esté aquí por mi posición y cualquier testigo podría hacer que me regresen a mi país.

—Podría morir mañana y estaría tranquila, sabiendo que mi hermana ya es libre, Príncipe— y él me sonrió con certeza.

De repente, mire pocamente unas figuras aproximarse, observé a los lados y el Príncipe ya había desaparecido. Temía nuevamente, pero quizás eran personas buenas que venían a mi rescate. Grite tan fuerte que hizo eco cuando mire otra vez el rostro de Sir Ezequiel, saliendo de la neblina, pero estaba envuelto en hematomas y en estado de inconsciencia. Su cuerpo cayó justo al frente de mis pies, boca abajo. Intenté retroceder dando fuertes manotazos a la nieve que se encontraba abajo de mí.

—Calma... Soy yo— inmediatamente le reconocí, Lord Lilian estaba a mi vanguardia. —He recibido una carta importante, cuando volví, note su ausencia Rosset, el aire se me desprendió del cuerpo y camine lo más rápido posible hasta aquí... A unos metros estaba él... Lo hemos capturado. Me imaginé que había hecho algo terrible por lo magullado que estaba. No lo he matado... alguien me ha detenido— lágrimas caían de sus mejillas, y yo le miraba impresionada de lo vulnerable que se mostraba ante mí. —¿Qué ha pasado? Rosset pensé que te había...

—No... No me ha pasado nada más que rasguños— susurré, sin poder restablecer por completo mi voz. —Lord Lionel... Este hombre le ha matado pensando que eras... Que eras tú, Lilian. ¡Lo ha arrojado al fondo de la montaña!— cubría con un pañuelo mi boca, intentando apaciguar el llanto que provenía de mí. Fuera quien fuera, alguien había muerto de una manera trágica frente a mis ojos y ocasiono una fractura en mi mente, tan grande que no pensé que algún día olvidaría los gritos de miedo que emitió mientras caía.

—¿Por qué has venido aquí con Lord Lionel? ¿Te ha amenazado?— interrogó, colocando su abrigo sobre mis hombros para darme un poco de calor. Se sentó junto a mí y cruzo su brazo sobre mis hombros, besando mi sien, como si fuese un alivio sentir la pizca de calor que aún conservaba mi cuerpo.

Algunos caballeros irlandeses de la fiesta habían venido en compañía de Lord Lilian y arrastraron a Sir Ezequiel. Quizás al pueblo para que fuese arrestado y extraditado, con la mayor discreción para no espantar a los demás invitados antes de llamar a la policía para señalar el cadáver.

—Él le ha enviado una carta a mi hermana Julieta, su esposa, pero por accidente una doncella me la ha dado a mí, quizás por nuestro parecido, no lo sé... Estoy segura de que quería hacerle daño a mi hermana— le comentaba, con los dientes tiritando del frío. —Este hombre, Sir Ezequiel, ha creído que eras tú con quien me encontraría a escondidas... En realidad yo también pensé que eras tú a quien vería aquí, Lilian.

Lord Lilian me levanto cuidadosamente y meabrigo lo mejor posible, pero su mirada estaba empinada al suelo, no podía niverme a los ojos, solo proyectaba una grave fragmentación en su ser.—Por miculpa casi te pierdo... Otra vez Rosset. Deseo verte viva y feliz, llena detodos esos colores que resplandeces a diario. Mi corazón no entiende que suvida corre riesgo si está conmigo... Porque me ha dado los momentos más felicesde mi vida y no quiero soltarla, moriría en vida si lo hiciera. Lo que sientopor usted va más allá de cualquier cosa, y no estuve... ¡No estuve para ustedRosset!— se decía asimismo, sujetando su corazón, y pude ver lo mucho quedesgarraba su interior.


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Resubido por edición ✔️

En los brazos del Vizconde De BirminghamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora