Parte 3: Tere

51 11 5
                                    

Tere era una tía bastante introvertida que curaba su dolor siendo agudamente irónica. Ella era parte persona y una gran parte desidia. Disfrutaba poniendo la puntilla con comentarios agudos sobre situaciones sencillas. Le gustaba el humor negro y aunque muchas veces no se sentía la persona más entendida del mundo, yo solía intentarlo y conseguirlo con éxito.
Ella y yo nos habíamos conocido el primer día de clase de primero de la ESO, nos unió nuestro fanatismo por el manga y el anime, la cultura japonesa y el cine en general. Aunque en ese momento estábamos menos cocinadas que un plato de pasta al dente, supimos entendernos desde el principio. Creo que nuestra primera conversación fue sobre Scream, y a partir de ese momento solo podía ir todo rodado.

Había vivido sus primeros romances con un chico que para sorpresa de nadie resultó ser un capullo integral que le hizo un daño atroz irreparable,y desde ese momento, Tere fue incapaz de volver a enamorarse. Solía bromear sobre la suerte que teníamos nosotras de ser lesbianas, pero como siempre, el comentario de humor de Tere resultaba ser un pensamiento real que a veces la ahogaba.

–En serio, chicas, no quiero saber quién es ese pavo, no quiero saber por qué llevas dándole vueltas a ese collar toda la mañana y por descontado, no creo que esto sea ni un poco interesante. - Dijo Tere zanjado la conversación en la que nos habíamos encerrado Olivia y yo.

–Vamos Tere, no seas coñazo. - Le contestamos prácticamente a la vez.

– A mí lo que me faltaba es que ahora os apetezca ser las hermanas Olsen metaleras y emos. - Nos replicó mirándonos.

– Creo que los emos ya no existen y de todas formas te recuerdo que hasta hace poco no guardabas una mala opinión de ellos. – Contestó Olivia sin despegar la mirada del móvil.

Tere había tenido un cuelgue/capricho con un gótico hacia relativamente poco y desde entonces Olivia sacaba la referencia de vez en cuando para tocarle las narices.

–Bueno, me gustaría saber en qué nos va a cambiar la vida toda esta movida y porque le estamos dando importancia. – Tere pegó un sorbo a su café mientras disfrutaba de aquel extraño sol de otoño.

Pues la respuesta era obvia y me hubiera gustado dejársela tatuada en la frente si fuera necesario. Estaban aburridas. Estaban tan atrapadas en un tedio de vida sin sentido que se estaban deprimiendo profundamente. A Tere eso también le consumía, y muchas veces, cuando somos jóvenes, estamos aburridos y nos enfrentamos a todos esos cambios hormonales las decisiones que tomamos son literalmente una mierda.

El resto de la mañana pasó cómo pasan todas las mañana en los institutos. Sin pena ni gloria.

A mí me estaba ocupando la mente lo que había pasado no solo en la parada esa mañana, sino el evento del baño, que obviamente y por mucho que me esforzara, no podía obviar. Por mi mente estaban pasando 250 pensamientos intrusivos y la clase de técnicas de expresión se hizo testigo de ello. No podía librarme de una sensación de oscuridad que me oprimía el pecho y yo no era capaz de escoger otros tonos que no fueran opacos. Parecía que la luz no tenía espacio, parecía que no había ni un poco de hueco para el aire y el resultado fue una pieza casi autómata impregnada de gris, negro y azul marino que se movía como una masa oscura y pesada.

Cuando me iba a casa, Olivia se percató de esa oscuridad. Llevaba todo el día observándome más de cerca que nunca y al final supongo que no pudo aguantar las ganas de decírmelo.

– Tú no estás bien hoy.
– Yo no suelo ser la alegría de la huerta ultimamente. – Le contesté.
– ¿Es por Virginia?
– No lo sé Olivia. Ahora mismo albergo bastante odio en mi interior hacia ella. Y me parece como poco, curioso.
– Querer a veces, es más complicado de lo que nos dicen. – Me dijo ella poniéndome una mano sobre el hombro derecho.

Yo la miré y mientras teníamos esa conversación saliendo de clase, Tere nos interrumpió en estampida. Porque si Olivia sabía leerme por pura conexión, Tere tenía la práctica de tantos años de práctica.

– Oye Marta, espero que ese despliegue de oscuridad no esté tan dentro como parecía en clase.
– No te preocupes. – Le resté importancia.

Cuando iba a terminar mi frase, Virginia y sus dos amigas pasaron por su lado y una de ellas escupió al suelo, en un gesto totalmente desagradable y vulgar. Yo no pude contenerme más.

– ¡Eh tú payasa! ¿Qué quieres decir? – Le grité con todo el odio que ya no podía contener más.
– Yo cuando pasan gilipollas por mi lado escupo, es un acto reflejo.

Aunque yo no soy una persona especialmente agresiva, recorrió mi médula espinal un odio oscuro y opaco que quería salir por mi boca en forma de palabras. Me adelanté un par de pasos con toda la seguridad de querer pegarle un bofetón y hacerle tragar el escupitajo que había expulsado minutos antes. Justo en ese momento dos manos interrumpieron mi movimiento. Una sobre el hombro, otra sobre el dorso de mi mano derecha. Olivia me agarraba con cariño y me trasladaba con su mirada su opinión de que no valía la pena, Tere me agarraba con fuerza el hombro, gritándome que yo no me molestara, que ya le arrancaba ella la cabeza. Ese momento tenso, se vio interrumpido por las palabras de Virginia, quizás lo que menos necesitaba yo en ese momento era escuchar el timbre de su voz.

– Deja a los bichos raros, que se comuniquen entre ellos ya es un triunfo biológico.

Ahora si, que explotaba. Pero no era mío, y aunque yo tenía carácter, ese carácter no me pertenecía. Y yo en ese momento me preguntaba si hacer algo malo, si era por un bien mayor, era bueno o simplemente en fin no justifica los medios. Complejísimo plantear tantas cosas antes de que Olivia le cruzara la cara a Virginia en un gesto impropio de ella pero que pareció ser totalmente inevitable.

AkelarreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora