PARTE 17: VAMOS A INTENTAR GESTIONAR

15 3 0
                                    

–He estado hablando con mi abuela sobre ese tema. –Me dijo Oli tirando el cigarro al suelo y pisándolo.
–¿Cuándo? –Le pregunté sorprendida.
–Cuando estabas fumando después del café.
–¿Y qué?
–Que quizás tengas algo que desconoces. ¿Y si puedes hacer cosas que desconoces? La mente es la hostia de amplia y compleja.
–Oli, ¿no sé interpretar la realidad y voy a poder mover cosas con la mente?
–Nadie está diciendo eso… –Me miró, otra vez esa mirada, me estaba volviendo un poco loca la verdad.
Mientras hablábamos vi a lo lejos como Tere dejaba la bici aparcada en la entrada y Santi le cogía la mochila. Lo tenía todo controlado la tía.
–Buenos días chicas. –Nos saludó Santi mientras a mí me tocaba la cabeza despeinándome.
–¿Todo bien? –Le pregunté.
–Bah, me tiene mareado pero ya sabes, no se puede ser perfecta. –Le guiñó un ojo a Tere y entró al instituto.
Tere se apoyó en la pared y miró el móvil sin prestarnos ni la más mínima atención.
–Buenos días eh. –Le dije.
–Holi. –Me contestó. –Lo estoy notando y te juro que no tengo ni un poco de interés en si os habéis comido ya la boca.
–¿Qué cojones dices tía? –Le pregunté ruborizada.
Olivia empezó a reírse y recogiendo su mochila fue entrando. Teníamos técnicas y ya podía ver la sombra de Fran detrás de nosotras diciendo que íbamos tarde, así que la seguimos. Era un día normal, a pesar de todo.
La normalidad se puede ver afectada de manera personal, pero el mundo se seguirá comportando igual. Así que, como decía un sabio: adaptarse o morir.

Al llegar a clase, redescubrí mi cuadro. Tere ocupó su sitio y fijó la vista en él, la sentí nerviosa pero no dijo nada y se puso a trabajar en su proyecto con los auriculares puestos y sin mediar palabra con nadie más.
Las ramas de mi óleo me estaban subiendo por el pecho, cerré los ojos, miré al suelo y noté pintura alrededor de mis pies, en un parpadeo me vi sola en el cuarto.
Miré a mi alrededor, y solo estaba Tere, concentrada en su cuadro. La clase estaba vacía y el suelo se movía espeso, como si fuera óleo y se desdibujara con el camino de unos pasos invisibles.
Tere levantó la cabeza, me miró y miró alrededor. Noté su respiración agitada, lo noté en mi cuerpo, de nuevo el olor a quemado y ese puto calor. Le pedí calma con la mirada, sabía perfectamente que ella estaba allí conmigo y que estaba viendo lo mismo que yo. Grandes árboles sin hojas se echaron sobre nosotras, y las ramas la iban envolviendo. Era como si el cuadro la estuviera devorando.
–¡Tere tranquila! –Le grité.
No me respondió y vi como se echaba las manos al pecho y se hacía bola con el cuerpo. No podía moverse, le estaba dando un ataque o de pánico o de ansiedad. Intenté ir hacia ella pero era imposible.
En un parpadeo volvimos a estar rodeadas de gente y Olivia iba hacia ella agarrándola y deshaciendo el nudo en el que su propio cuerpo la estaba asfixiando. Fran corrió hacia ella y yo con él.
–Marta, por favor, llama a urgencias.
Saqué el móvil rápidamente y llamé a asistencia mientras Fran le hacía el ritual clásico de relajación. Contar, respirar fuerte, evitar que se ahogara. Pero no podía. Oli le abrió la chaqueta de una de forma agresiva para ayudarle a mover el pecho y puso su mano sobre ella. Poco a poco fue tranquilizandola y consiguiendo que respirara, aunque con dificultades consiguió devolverle el color a su cara.
Cinco minutos más tarde Tere estaba en una ambulancia acompañada del profesor de técnicas de camino a urgencias. Se había recompuesto un poco después de que Olivia la tocará y le dijera algo al oído. Me senté en el patio incapaz de hacer nada más y llamé a mi madre para contarle lo que había pasado, obviando por supuesto, las visiones y la magia y todo eso.
Oli estaba en la cafetería comprando una tila para recuperar la calma y la paz. Yo no quería nada, solo mirar al frente y asimilar.

–Ya me han dicho lo que ha pasado, te estaba buscando. –Escuché aquella voz detrás de mí.
–Hola Vir.
Virginia se sentó a mi lado, me traía una botella de agua y me la ofreció.
–Gracias.
–¿Está bien? –Me preguntó echando un brazo por encima de mis hombros.
–Se ha ido mejor, Olivia le ha relajado con magia negra de esa. –Me reí, pero a Virginia escuchar el nombre de mi amiga no parecía hacerle gracia.
–Por supuesto… ¿Quién sino iba a salvar la situación? –Dijo irónica quitando el brazo que había puesto sobre mis hombros y jugando con el césped.
–Oye Vir… me han contado lo que pasó entre tú y ella.
Me miró y frunció el ceño en silencio. No tenía intención de contarme nada más y lo sabía.
–Podrías habérmelo dicho…  –Le dije mirándola.
–Me llamó controladora y celosa, creo que añadió un "de mierda" y explotó como una puta bomba de relojería. ¿Querías que te contara eso?
–Ella me lo ha definido como una conversación abrupta.
–¿Abrupta? Me cago en todo Marta, que cansada estoy de vuestra triada de embrujadas.
–Eh, muy relajadita, que eso no viene a nada. –Intenté calmar la situación y por supuesto defender a mis amigas.
–Marta, he pensado que te vendría bien tomarte una tila aunque insistas en que no. –Éramos pocas y se pone la abuela de parto…
–¡Joder! Es que eres la hostia de inoportuna. –Virginia se levantó de un salto y con impulso.
–No sabía que interrumpía nada. –Le contestó ella con ese tono que ponía de condescendencia cuando estaba a punto de morderle en la yugular a alguien.
–Por supuesto. Seguro que no lo sabías OLI. –Marcó mucho su diminutivo, como yo la llamaba.
Entorné los ojos y me levanté yo también para mediar en la situación.
–Creo que este momento no es muy adecuado para esto… –Dije yo.
–Eso digo yo, creo que no es el momento de discutir tus pajas mentales VIR. –Gracias Olivia por echar leña al fuego.
–Nunca es el momento adecuado de partirte la cara. –Virginia se acercó a ella rápidamente y de forma muy agresiva.
Vir le podía partir la cara de verdad y de paso a mí también. Era bastante más alta que yo y por supuesto mucho más alta que Olivia que se quedó quieta con los brazos cruzados aguantando estoica la amenaza de mi ex.
Me puse en medio.
–Eso no va a pasar. –Le dije. –Ni se te ocurra.
–¿Ves como yo tenía razón Marta? Tú no tenías que estar conmigo.
–En eso llevas razón, fíjate. –Olivia había entrado en modo kamikaze.
–Tú cállate también que no estás ayudando. –Le dije.
–Vir, si quieres que hablemos, será mejor que lo hagamos en otro momento. Pero muchas gracias por preocuparte.
Me acerqué a ella y le di un abrazo. Noté como sollozaba y me dolía que llorase. Se dio la vuelta y se fue hacia la cafetería.
–Va a venir Boro para llevarme al hospital. Que no sé si recuerdas que tenemos una amiga con un puto ataque de ansiedad.
Olivia suspiró.
–¿Puedo ir?
–No esperaba otra cosa.

AkelarreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora