PARTE 15: LA CONVERSACIÓN QUE NO QUIERES PERO DEBES

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Olivia estaba ya sentada en la parada del autobús, mirando el móvil y con un gesto tranquilo en el rostro. Parecía que a pesar de todo lo que había pasado ella mantenía esa calma estoica que le caracterizaba. Al llegar me senté a su lado, iba con los auriculares y no se enteraba de nada, así que le toqué el hombro para asustarla un poco.

–Coño, qué imbécil eres hija. –Me dijo bloqueando el móvil y quitándose uno de los auriculares. –Me has asustado.

–¿Qué veías? –Le contesté riéndome.

–Pues... bah, nada. –Me lo ocultó.

–Últimamente las dos me ocultais cosas.

–Era un vídeo sobre conciliación con víctimas de violación Marta.

Me quedé en silencio y miré al frente. No se me había olvidado que nuestra mejor amiga había sufrido algo terrible, pero escucharla decir eso me cayó encima como un cubo de agua helada.

–He pensado que informándome bien y usando las palabras adecuadas podría guiar a Tere y animarla a que denuncie.

–Eres muy preciosa Oli. –Me salió del alma. Es que lo era, era muy buena, muy tranquila, muy empática, eso me encantaba.

–Pues... ¿gracias?

Nos quedamos mirándonos un segundo. Eso lo hacíamos mucho Olivia y yo, mirarnos a los ojos, sonreírnos y decirnos cosas bonitas de forma repentina. Lo llevábamos haciendo años, y ahora que Tere me había dicho aquello, pensaba mucho en esos momentos porque quizás llevara razón y yo no me habría dado ni cuenta.

El día estaba bastante triste. No llovía, pero en algún momento lo haría, Olivia estaba muy guapa esa mañana. No se había arreglado especialmente, no necesitaba maquillarse en exceso, nunca lo hacía, pero se había puesto esos vaqueros anchos que le sentaban tan bien y las AirMax, como siempre que iba a llover. Estaba guapa, pero no feliz. Se notaba bastante que estaba preocupada e invadida de miedo.

–¿Qué le pasa a tu abuela?

–No lo sé, por eso quiero ir al pueblo.

–Pero me habías dicho que estaba pocha.

–Es que no tengo la certeza de que esté bien, y no tiene teléfono, ya sabes... cosas de aldea.

–¿Y como sabes que no está bien?

–Ayer tuve una experiencia de sueño lúcido, fue muy raro y ya sabes que creo mucho en estas movidas. Siempre que me han pasado estos sucesos, han acabando sucediendo cosas "malas" –Enfatizó las comillas con los dedos en el malas.

–¿"malas"? –Le repetí yo con el mismo gesto.

–A veces no son malas Marta, a veces son cosas que tienen que pasar y reventarnos en la cara para aterrizar y disfrutar de la realidad.

Mientras terminaba esa frase, el clásico bus que salía de la ciudad y visitaba todos los pueblos de la comarca hizo su aparición. Con retraso, como siempre. Teníamos la teoría de que solo pasaba antes si ese día llegabas tarde a la parada del bus.

Al subirnos, empezó a llover. Yo iba delante así que unas finas gotas de rocío cayeron sobre el pelo de mi amiga que estaba todavía fuera del autobús. Las pequeñas gotas se quedaban impregnadas en su pelo como pequeñas perlitas brillantes.

El autobús iba relativamente vacío, normal. Un domingo a las nueve de la mañana quizás no era la hora de más afluencia de gente. Nos sentamos en dos de los asientos más hacia la parte de atrás del autobús y puse las mochilas de ambas en la parte de arriba. El autobús tardaría aproximadamente una hora y media en llegar al pueblo de Oli (con suerte y sin interrupciones) así que teníamos un trayecto por delante bastante interesante.

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