Soñé que estaba en un oscuro palacio en lo alto de una montaña. Por desgracia, lo conocía: el palacio de los titanes en la cima del monte Othrtys, también conocido como el monte Tamalpais, en California.
El pabellón principal se abría a la noche cercado de negras columnas griegas y estatuas de titanes. La luz de las antorchas relucía en el suelo de mármol negro. En el centro, un gigante con armadura forcejeaba bajo el peso de una nube que giraba sobre sí misma como un torbellino. Era Atlas, sosteniendo el cielo.
Cerca de él habían otros dos hombres gigantescos junto a un brasero de bronce, estudiando las imágenes de las llamas.
—Menuda explosión—comentaba uno de ellos. Llevaba una armadura negra tachonada de puntos plateados, como una noche estrellada, y un casco de guerra del que sobresalía un cuerno de carnero a cada lado.
—No importa—decía el otro, un titán con una túnica de oro y unos ojos tan dorados como los de Crono. Todo su cuerpo fulguraba. Me recordaba a Apolo, dios del sol, pero el resplandor del titán era más chillón y su expresión infinitamente más cruel—. Los dioses han respondido al desafío. Pronto serán destruidos.
Las imágenes de las llamas eran muy confusas: tormentas terribles, edificios que se desmoronaban, mortales enloquecidos de terror.
—Yo iré al este a organizar nuestras fuerzas—decía el titán dorado—. Tú, Crios, permanecerás aquí, vigilando la fortaleza.
El tipo de los cuernos emitió un gruñido.
—Siempre me tocan las tareas más estúpidas. Señor del Sur. Señor de las Constelaciones. Y ahora resulta que he de hacerle de niñera a Atlas mientras tú te quedas la parte más divertida.
Bajo el torbellino de nubes, Atlas soltó un bramido agónico:
—¡Sáquenme de aquí, maldita sea! ¡Soy su mejor guerrero! ¡Libérenme de mi carga para que pueda combatir!
—¡Silencio!—rugía el titán dorado—. Ya tuviste tu oportunidad, Atlas. Y fracasaste. Crono quiere que te quedes donde estás. En cuanto a ti, Crios, cumple con tu deber.
—¿Y si necesitas más guerreros?—replicaba Crios—. Nuestro traicionero sobrino con su esmoquin no te servirá de gran cosa en una batalla.
El titán dorado se hecho a reír.
—No te preocupes por él. Además, los dioses apenas dan abasto para hacer frente a este primer desafío tan insignificante. No saben que aún les tenemos reservados muchos otros. Acuérdate de lo que te digo: en unos días tan sólo, el Olimpo estará en ruinas, ¡y nosotros volveremos aquí para celebrar el nacimiento de la Sexta Era!
El titán dorado estalló en llamas y desapareció.
—Sí, claro—rezongó Crios—. Él puede estallar en llamas y yo tengo que andar con estos estúpidos cuernos de carnero.
La escena comió. Ahora me encontraba fuera del pabellón, oculto tras una columna griega. A mi lado había un chico escuchando a los titanes. Tenía el cabello negro y la tes pálida, vestía con ropas oscuras: Nico di Angelo, hijo de Hades.
Me miró con expresión lúgubre.
—¿Lo vez, Percy?—susurraba—. Se te agota el tiempo. ¿De verdad crees que podrás vencerlos sin mi plan?
Sus palabras caían sobre mí, heladas como el fondo del océano, y de repente todo se volvía negro.
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Doce Desastres y Pecados
FanficSecuela de "El Éxodo de Hércules" El nuevo Mensajero de la Justicia continúa superando misiones conforme la cuenta regresiva hacia el gran final se acerca. Tras haber completado ya seis de los trabajos de su antiguo mentor, Perseus Jackson se ve en...