Como flores marchitas

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Capítulo 35: Como flores marchitas.


Vil regresó a su habitación. Estaba limpia, como si nada hubiera pasado.

Llevaba ropa cómoda y sentía calor. Eran los últimos días de mayo, pronto el verano llegaría. Los manzanos estaban cubiertos de hojas verdes y prontos a llenarse de frutos inmaduros.

El estado de Vil era delicado. Se encontraba ido, seguido se quedaba mirando al vacío, distraído, como si algo estuviese roto dentro de él.

Había descansado todo un día en la enfermería. El médico le recomendó que consumiera más alimentos basados en masas, ya que estaba demasiado delgado. En cierto grado, Vil había adelgazado.

Se miró a sí mismo, observando su pequeña cintura. Quizás tenían razón, pero así los corsé lucían más hermosos.

Tuvo que reducir su carga de trabajo. Neige, al ser el segundo en la línea sucesora, asumió los deberes que Vil ya no podía atender, al menos era temporal. El joven Príncipe estaba teniendo ciertas dificultades con esas labores, pero su energía y motivación eran suficientes para intentar hacer el mejor trabajo posible.

Pero Vil no quería. No deseaba que Neige rondara en sus actas, en las reuniones, en los encuentros sociales. Era su propia labor y no la de un niño mimado, tonto e ingenuo.

Y quizás ni tan ingenuo.

Se apoyó en la puerta de su habitación, suspirando. Era temprano. Tenía que revisar algunos papeles, pero primero pasearía por el jardín de rosas, quizás ver a sus habitantes del palacio de cerca, le traerían a la memoria lo que había ocurrido ese día donde el espejo le reveló algo... algo tan horrible que provocó que Vil fuese dominado por el blot.

Arregló un mechón de su cabello. Se colocaría algo delgado para mantenerse fresco, iría con una sombrilla y simplemente recorrería el jardín.

Cuando era niño, Vil tenía un columpio donde él y Neige jugaban. Ahora estaba cubierto de enredaderas colmadas de flores. Lejos de parecer un lugar abandonado, era como un pequeño claro de cuento de hadas, encantado y mágico. Se sentaría un momento ahí a leer, a pensar y ordenar sus ideas.

El día anterior se la pasó pensando en Rook. Tenía una sensación extraña respecto a él. Le dolía el pecho pensar en su sonrisa y sus ojos cautivadores. Quería verlo y volver a huir a la playa, al bosque, donde fuese, con tal de sentirse parte de él.

Vil terminó de vestirse. Colocó suaves notas de perfume en sus muñecas, arregló su mechón de cabello. Su rutina era parecida a la de aquel día.

Al salir y ver el espejo sobre el mueble no vio más que los arbustos. Nada más.

Tomó uno de sus libros y caminó rumbo al jardín. Bajó las escaleras, de pronto maravillado con la hermosura de su palacio: los cimientos adornados delicadamente con bordes curvos y elegantes. Estatuas que sostenían candelabros, alfombras moradas oscuro que recorrían los pasillos como un césped selecto. Bajó con calma, pausado, disfrutando de pronto ser dueño de todo aquello. Se sintió hermoso y poderoso, con la facultad de hacer lo que él quisiera: ¿Qué problema había si simplemente se tomara el día para leer y dormir?

Ciertamente ninguno.

Y aún así, no podía revelar al mundo que la compañía de sus noches era el cazador.

Caminó hacia la puerta que daba al patio del pozo cuando de pronto Rook le llamó.

Vil sintió un vuelco en el estómago. Se giró para verle y el cazador sonreía con dulzura.

Corona de Sangre [RookVil TWISTED WONDERLAND]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora