Frasco de perfume roto

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Capítulo 25: Frasco de perfume roto

—No me mires—susurró Vil a duras penas, ahogado en el hombro húmedo de Rook.

Su pecho se alzaba en espasmos descontrolados y se aferraba con fuerzas a la espalda del cazador.

—No lo haré, Reina mía. Mis ojos no son dignos.

Dicho esto, Rook cerró sus ojos.

La noche había caído. Ambos se quedaron abrazados hasta que Vil logró calmar el hipo inocente que le invadía. Se separó levemente de Rook y, a pesar de tener la nariz sucia, el rostro enrojecido y el cabello desarreglado, su rostro seguía siendo hermoso y bello.

Rook giró su cabeza para abrir los ojos en dirección a los patios que se lograban contemplar por la ventana.

—Iré a lavarme la cara—murmuró Vil con una vocecita cortada.

—Si me permites—contestó Rook, sin mirarle—, puedo asistirte. Me quedaré contigo esta noche.

—Sí, acompáñame.

En silencio ambos se internaron en el cuarto contiguo y Vil fue a lavarse el rostro. Las velas encantadas se encendieron apenas ambos entraron al baño y Vil pudo ver en el espejo la mordida en su cuello. Sentía que iba a sucumbir nuevamente, pero alzar el rostro y cerrar los ojos le ayudó a calmarse rápidamente.

Rook permanecía con la vista gacha. La expresión de seriedad, sombría y distante, estaba presente en esos ojos de poeta romántico, ahora de un escritor de horror. Vil se volteó a mirarle y susurró, ya con el rostro seco.

—Ya puedes mirarme.

—Lo siento—musitó Rook, hablando con sinceridad—, no llegué a tiempo. Estaba en las caballerizas, al otro lado del palacio. Apenas supe que él había entrado, fui corriendo. Lo vi todo y la angustia que me invadió fue...

Vil se apoyó en el mármol del lavabo, mirando la llave de agua de plata.

—No es tu culpa.

—Debo hablar con el pequeño Epel—dijo Rook, entrecerrando los ojos—, estoy seguro que él tampoco tiene la culpa, pero debo averiguarlo.

Vil comenzó a quitarse la corbata que se había soltado momentos antes del ataque, húmeda y maloliente.

—Me daré un baño.

—Si quieres, me retiro—mencionó Rook, fijando sus verdes iris en la mordida en el cuello de Vil—pero antes... permíteme acercarme y limpiar tu herida.

Vil llevó sus dedos a la mordida y la palpó. Dolía más de lo que realmente debía doler, un dolor metafórico. Se sentía...

—Me siento usurpado—dijo Vil, asintiendo a las palabras de Rook—, me siento superado, cansado. Me siento solo.

Rook curvó las cejas casi imperceptiblemente. Pidió permiso para revisar los cajones de Vil y en uno de ellos encontró alcohol. Con una toalla se acercó y humedeció la tela.

—Permíteme—Vil descubrió su cuello y prefirió desviar la mirada.

La mordida no era profunda, pero se veía marcada y los colmillos de Joseph habían quedado marcados en la piel. Era notorio, cerca de la clavícula izquierda, donde el latido cálido, ese latido que habían sentido los labios del cazador la noche anterior, sobresaltaba a la piel sensible.

Palpó con cuidado, viendo como los restos de sangre se quedaban en la toalla. Rook notó que el labio inferior de Vil también había sido herido. Al menos era algo pequeño.

Corona de Sangre [RookVil TWISTED WONDERLAND]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora