Venganza

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Capítulo 44: Venganza

Los espejos del palacio fueron desmantelados. Los rosales podados mostraban sus hojas sin belleza, sin ni una rosa roja. La habitación del cazador fue vaciada.

Aquel día llovía intenso, como nunca. el aguacero no permitía ver a más de cinco metros.

Epel iba bajo la lluvia, con un paraguas enorme. Caminaba lento, con los pantalones mojados. Había hecho un intento, tierno e inocente, de trenzar su cabello como Vil. Sus amigos no se habían acercado después del día que llegó al palacio, sabiendo que Epel no estaba para ningún tipo de broma.

Una pequeña colita unía sus trenzas en su nuca, dejando su cabello suelto y ondulado caer bajo ellas. Eso le quitó parte del cabello del rostro y le dio, evidentemente, un aspecto más femenino. Ya de por si el imbécil de Rook le había dicho que su belleza era tan delicada como la de una mujer. Ahora mismo no le importó ser lindo, es más, lo puliría.

Afuera de la capilla, Neige estaba con Fleur y su tía, hablando bajo el techo sobresaliente. Todos vestían de negro. No había mucha gente realmente: miembros del concejo, la Primera Ministra, algunos sirvientes, el mayordomo, amigos de Rook.

El rumor era generalizado, ya no podía ocultarse: Vil y Rook tenían algo entre ellos. Nadie se atrevía a juzgarlo, aunque evidentemente muchos lo hacían. Epel se detuvo frente a los invitados y algunos se giraron a verlo.

El chico ya no era el dulce jardinero. Era un pequeño adulto, uno que lucía delicado y femenino peinado así. Neige al mirarlo sonrió con tristeza: el desgraciado traía el rostro bañado en lágrimas y unas enormes ojeras.

Debido al enorme secreto que debían ocultar, Vil no tuvo su réquiem en la catedral de Lazulia. Neige prefirió mantener sus memorias en privado, aunque el reino completo estaba de duelo. Incluso llevaban flores a la catedral de manera simbólica. Muchos se juntaron a rezar por su alma, pero no por la del cazador, porque era algo que en público, no se sabía.

Neige decidió aquello porque el ataúd era doble. Decidió colocarlos juntos.

Rook, el día que Vil le había enfrentado en su despacho, llevaba una corona de diamantes en una caja la cual se habían propuesto regalarle. Ahora Vil portaba su hermosa corona, llevaba sus labios rojo profundo y estaba vestido con el traje que Rook le había regalado para su cumpleaños. Parecía una Reina incluso imponente dentro de la belleza de la muerte. Ambos permanecían en un féretro de cristal, rodeado de rosas rojas. Vil descansaba a la derecha de Rook, como la Reina regente que fue.

La Muerte Dormida había curado sus heridas, lucían jóvenes y hermosos. No había olores nauseabundos, no existía parálisis o procesos propios de un muerto. El féretro era de cristal y sobre la cubierta, la bandera de Lazulia caía con pesar.

Epel entró a la capilla, previo de limpiar sus pies. La misa había ocurrido y Epel salió un momento a despejar su mente. Ni siquiera su madre se atrevía a decirle algo, estaba tan colmado por el pesar de la muerte que la gente respetaba ese duelo casi palpable que emanaba.

Se acercó al féretro y miró a Vil.

—Vil—dijo, con la voz cortada—, lamento no poder traer las rosas que cuidaba para ti. También lamento no poder ser quien te dé el beso que deseas. Te di mi beso de amor y admiración, pero no es el amor que tu necesitas.

Epel limpió sus lágrimas con un pañuelo que traía encima con una delicadeza que nadie esperaría del antiguo Epel. Sus ojos de azul claro ahora se fijaron en Rook y no dijo nada, absolutamente nada. Solo dedicó una reverencia de respeto y se retiró del lugar.

La capilla sería readaptada. Vil y Rook serían eternamente velados, mostrando en ello, la promesa de amor.

Epel caminó a la salida de la capilla y se persignó.

Parecía una maldita burla de Dios que aquel día lloviera con tal intensidad, como un cliché estúpido, una sátira a un amor ridículo y banal. Epel odiaba a Neige, a los malditos sirvientes que juzgaban a Vil, a los amigos de Rook y a Dios.

Su mirada se dirigió con agudeza hacia Neige. Epel llevaba una pistola entre sus ropas, la pistola que robó del despacho de Vil esa misma mañana. Su mano temblaba, estaba tomando valor. Deseaba que su cadáver se descompusiera, que las moscas se posaran en sus ojos vidriosos y llenaran de huevecillos asquerosos sus cavidades. Que su maldita carne podrida fuera horrible.

Neige sintió el peso de la mirada de Epel sobre él y le sonrió con tristeza.

Epel lo comprendió. De pronto fue consciente. La respuesta era él mismo. Se llevó una mano a su flequillo y lo arregló, tal como Vil lo hacía.

Se acercó a Neige y le dedicó una leve reverencia.

—¿Puedo hablar un momento a solas con usted, Su Majestad?

Neige miró a su tía y a Fleur y asintió con pesar.

—Discúlpenme, vendré pronto—dijo Neige.

El Príncipe caminó con Epel a su lado, hasta adentrarse nuevamente en la capilla. Se quedaron a solas. El jardinero era mucho más bajo que el Príncipe, pero su mirada era tan intensa que logró intimidar.

Epel alzó el mentón y comenzó a hablar:

—Yo ahora te iba a matar—confesó Epel. Neige, horrorizado, comenzó a mirar la salida, empezando a respirar más rápido—, pero descuida, no lo haré. No es algo que Vil quisiera para mí.

—¿Por qué?

—¿Quieres que te diga el porqué?—respondió Epel con ironía—¿No te bastó arrebatarle lo que más amaba? Te quedaste con todo y ahora tu serás el Rey de Lazulia ¿Estás contento?

Neige descendió la mirada y negó.

—Bien, porque sabes, Su Majestad, yo seguiré en este palacio, todos los malditos días de tu vida para envenenarte con el fantasma de Vil. Yo me convertiré en su viva imagen, para que recuerdes hasta el mismísimo día de tu muerte lo que hiciste. Tú y Rook podrán volver a encontrarse, en el infierno. Espero que se pudran en él.

Neige comenzó a llorar con una mueca infantil. Asintió levemente y empezó a tener un hipo desagradable. Epel estaba asqueado, que demostración tan patética de lamento, como si pudiese tragarse sus malditas mentiras. Epel sonrió con malicia, mostrando ese lado rebelde de él. Se acercó a Neige y le besó la mejilla, a pesar de que él se había puesto tenso.

—Te maldigo, Neige LeBlanche, a ser perseguido por el resto de tu vida por el fantasma de tu hermano.

Epel se retiró y su expresión, ahora serena y elegante le devolvía una hermosa sonrisa.

—Espera Epel, tengo algo que...

—Con su permiso, Su Majestad.

Epel se retiró de la capilla, con la espalda recta, el paso constante y una expresión de inmutable seguridad, dejando a Neige llorando tras él.

Lazulia ahora tiene nueva Reina.

Corona de Sangre [RookVil TWISTED WONDERLAND]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora