Corona de Sangre

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Capítulo 41: Corona de Sangre

Vil caminó sereno por los pasillos. Vestía de negro y llevaba lazos violetas en el cabello trenzado. Se había maquillado suavemente, polvos traslúcidos y un poco de rubor. Sus labios lucían de su rosa natural.

En las manos llevaba una caja de madera con toques dorados y diseños de rosas que adornaban la tapa. Era el joyero de su madre biológica. Lo llevaría a su viaje de relajación. Quería guardar allí recuerdos, como la carta que Rook había dejado bajo su copa de vino.

Le habían dicho que la casa del norte ya no tenía ni un poco de nieve. El verano hizo lo suyo. Tan cálido, tan lleno de añoranzas y promesas cumplidas. El verano, la mejor época del año, donde los festivales se alzaban en las ciudades, incluso uno que otro circo aparecía. Ferias de cosas exóticas, especias, baratijas y joyas. Música y comida.

Ese día el sol brillaba como nunca.

Dos carruajes esperaban en la salida del palacio. Los sirvientes evadían la mirada de Vil, los jardineros no le saludaban como siempre. El palacio se había sumido en un aura negra que casi era tangible. En una sola noche, las rosas se habían marchitado a pesar de que Epel las cuidaba con tanto afán. Las manzanas caían de sus árboles. Algunos animales murieron. Los espejos tenían grietas negras en las orillas, como si el paso del tiempo se hubiese acelerado misteriosamente.

La madre de Epel no quería dejar a su niño ir con el Rey, pero no podía hacer mucho. La noticia de sus arranques era ya murmullo a viva voz, más asociándolo a su accidente con el blot. Era obvio que la extraña aura siniestra que invadió el palacio era producto de Vil. El silencio era tal que se escuchaban los pasos por los pasillos y el desliz de la ropa.

Vil miró los dos carruajes. Él se veía repuesto, pero las ropas negras destacaban su piel pálida y sus ojos ojerosos. Allí estaban los tres: Rook, Neige y Epel.

Ninguno le dirigió la sonrisa más que Rook.

—Vamos, Rose Rouge—dijo con suavidad, invitándolo al carruaje.

—Gracias—correspondió, subiéndose, dejando la caja en uno de los asientos.

Rook miró a Neige y a Epel y el último asintió. Escoltó a Neige al otro carruaje y así el viaje comenzó.

Vil iba en silencio, mirando su palacio alejarse. Las banderas de Lazulia se ondeaban con la brisa, soberanas e imponentes.

El portón le dio la despedida al lugar. Vil miró su cajita y luego a Rook.

—¿Me harías un favor?—susurró Vil.

—El que desees, ma belle Rose Rouge.

—¿Me besarías?

Rook sonrió con suavidad y se movió hacia un lado para bajar las cortinas del carruaje, sin embargo, Vil le detuvo con un movimiento suave.

—No, no importa—dijo, entrelazando su mano—, solo bésame.

Rook giró sus ojos sutilmente hacia la puertecilla que separaba al cochero de la cabina. Solo tenía una pequeña rendija abierta. Alzó sus manos y tomó el rostro de Vil entre ellas. Se acercó a besarle y sus labios se deslizaron suaves por los ruborizados labios de su reina. Decidió continuar ese beso, encerrando su delgado cuerpo entre sus brazos, otorgando la luz solar que una rosa necesitaba.

—Gracias—dijo Vil, luego de un largo momento besándose. Sus mejillas se habían tornado de un delicado rosa.

—¿Por qué agradeces algo así? Mon étoile, mereces más que solo mis besos—dijo con discreción, acercándose a su oído—, te regalaré todo lo que tengo que darte.

Corona de Sangre [RookVil TWISTED WONDERLAND]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora