03. Linda

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03. Linda

Ella, como la luna, si quiere
domina océanos y lobos
- David Sant

Lilith Greco

Sonreí cuando Eclipse se acercó a mí. Ella me entregó la hoja en la que tenían que colorear las estaciones.

—Vaya, está muy bien —le sonreí.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

—Claro —asentí, mientras guardaba la ficha en mi carpeta.

—¿A ti te gustaría ser mi mami?

Casi me atraganté con mi propia saliva y traté de mantener mi sonrisa.

—¿Qué? ¿Por qué preguntas eso? —inquirí con suavidad, intentando volver a respirar de forma normal.

—Oh, es que mi papi dijo que eres linda —se encogió de hombros. Pestañeé lentamente, sin saber si creerla o no—. Pero bueno, no importa —se encogió de hombros—. ¿Me pasas la siguiente ficha?

Aún estaba muy sorprendida cuando le pasé la siguiente actividad y ella sonrió, marchándose como si no hubiera pasado nada.

Dominic nunca diría que yo era linda. Quiero decir, nos habíamos visto un par de veces en reuniones trimestrales y todo eso, pero nunca había notado algún indicio de que yo le gustara. Tampoco es que tuviera mucha experiencia con los chicos, mis hermanos y Ash me habían protegido de ellos durante mucho tiempo. No era virgen, pero nunca había tenido una relación seria con alguien. Ni siquiera había repetido, yo no repetía. Nunca.

Resoplé. Maldito Dominic.

Dominic Harris

Cuando llegué al colegio, atraje varias miradas de las madres a mi alrededor. No sé si porque aparentaba ser más joven de lo que era, porque era el único hombre del lugar o porque me encontraban atractivo.

Fuese como fuese, no me importaba.

Cuando Lilith abrió la puerta de la clase, tenía una sonrisa radiante que iba dirigida al interior. Sus ojos brillaban cuando hablaba con los niños, admito que resultaba adorable.

Cuando sus ojos se enfocaron en los míos, su sonrisa flaqueó con nerviosismo y supe que mi hija ya había hecho una de las suyas. Eclipse era el ser más manipulador que había conocido, usaba a todos a su antojo, y sé que no debería alegrarme eso pero al menos sé que era una chica dura.

Cuando mi hija me vio, sonrió ampliamente y le preguntó a Lilith si ya podía salir.

—Por supuesto, ¿tienes tu mochila y chaqueta?

Lipse señaló sus brazos, donde tenía lo cuestionado, y la rubia la dejó pasar. Cuando llegó hasta mí, le quité la mochila y le pedí que se colocara la chaqueta.

Le dediqué una última mirada a Lilith, pero ella estaba hablando con una madre, así que me marché de ahí con mi hija sujetando mi mano.

—Lil dice que eres lindo —comentó, tuve que luchar por no atragantarme con mi propia saliva.

—¿Eh?

Delirio (LM #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora