11. "Histéricas"

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11. "Histéricas"

Es fácil vivir con los ojos cerrados,
interpretando mal todo lo que se ve
- Jhon Lennon

Dominic Harris

Desde el momento en el que mi hija dijo esas palabras, todo había sido un caos en mi interior. Sin embargo, intenté actuar con calma frente a Lipse.

Le expliqué que nadie debía tocarla sin su consentimiento; ni un amigo, ni un familiar, ni un desconocido. Nadie. Después, le aseguré que todo se solucionaría y que nada había sido su culpa. Que quería verla sonreír.

Fuimos a casa y le puse uno de esos documentales sobre el medio ambiente que tanto ama. Un rato después, cayó en el sueño y la lleve a su cuarto para que se echara la siesta.

Ahora, con Lipse durmiendo, ya no estaba obligado a mantener la calma. Nunca fui una persona agresiva, padre no lo permitía, pero ahora mismo quería estrangular y mutilar a ese hijo de la grandísima puta.

El hermano de mi mejor amigo había besado a mi hija. Y no solo una vez. Lipse me explicó que llevaba haciéndolo un tiempo, la primera vez fue hace un mes, pero que ella lo veía como algo normal porque él se lo decía. Pero me explicó que se lo había contado a su amigo del colegio, Axel, y él le había dicho que en su familia nadie le besaba la boca.

Gracias a los cielos que ese niño se lo había dicho, porque sino Dios sabe que podría haberle hecho Max.

Lo primero que hice fue llamar a Trevor y decirle que viniera a mi casa. Sé que ese hombre adoraba a mi hija, pero Max era su hermano, y Trev tenía que decidir de qué lado estaba. Iba a hacerle daño a Max, no sabía cómo, pero me encargaría de joderle la vida.

Y eso me llevó a llamar a Lilith. Había tenido que pedirle su número a mi hermano y el muy bastardo se había burlado de mí durante diez minutos antes de pasármelo. No me importaba, no ahora. Aunque nunca presté atención a sus burlas.

El teléfono sonó.

Un timbre.

Dos.

Tres.

—¿Sí? —respondió Lilith, justo cuando empezaba a desesperarme.

Esto no era común en mí, todas estas emociones. Me sentía como un león enjaulado que lo único que quería ver era sangre.

—Dijiste que te llamara cuando quisiera revolución, ¿no?

Se mantuvo en silencio durante un par de segundos, así que volví a hablar.

—¿Puedes venir a mi casa?

De nuevo, no respondió. Tuve que verificar que la llamada no se hubiera cortado. Pasaron trece segundos antes de que hablara.

—Pásame la dirección.

Sonaba sorprendida, pero no solo eso. Sonaba preocupada. Como si supiera que algo no estaba bien.

—Claro. Gracias.

Colgué, mandándole la dirección por mensaje y añadiendo su número a mis contactos. No tardaron ni quince minutos en que el timbre sonara, imaginé que sería Trevor pero me sorprendí cuando abrí y me encontré con el rostro preocupado de Lilith.

—¿Estás bien? ¿Eclipse está bien?

No me sorprendió que hubiera unido cables con rapidez. Lilith era inteligente, hasta donde yo sabía, y ella fue la que me advirtió sobre que mi hija estaba mal.

—El hermano de mi mejor amigo la ha besado. La lleva besando desde hace un mes —mi voz se rompió y me maldije por el nudo en mi garganta. Me dejé caer al sofá, permitiéndome que las lágrimas de impotencia se me escaparan de los ojos—. Dios, si no lo hubieras notado. Si ese niño no le hubiera dicho que no era normal —sollocé—. ¿Cómo es que no lo he notado, Lilith? Es mi hija, es mi deber cuidarla. Todo esto ha sido culpa mía.

—Oye, no —se sentó a mi lado, apoyando su pequeña mano en mi brazo—. Nada de esto es tu culpa. Por mucho que quieras cuidarla y protegerla, no eres un dios, no puedes verlo todo.

Me permití llorar un poco en sus brazos, me sentía realmente culpable. Además, admito, que no solo lloré por Lipse, lloré por todo lo que llevaba acumulado. Y eso me hizo sentir peor, porque no era mi momento, era el de mi hija.

Tengo la creencia, de que cuando alguien llora no llora solo por una cosa.

Cuando me calmé un poco, me limpié las lágrimas y enfoqué mis ojos en los suyos. Eran verdes, como un bosque, un precioso bosque.

—Perdón por no entenderlo —murmuré—. Pero ahora lo entiendo, Lilith, ahora entiendo porque hacéis lo que hacéis. Aunque detesto que haya tenido que pasarle algo a Lipse para entenderlo.

—¿Qué es lo que quieres hacer con él, Dominic? —me preguntó, acariciándome el brazo de forma delicada.

—Destruirle la vida.

—¿Lo quieres muerto? Puedo matarlo por ti, si así lo quieres.

Quizá me dio un escalofrío la forma tan seria y confiada en la que lo dijo.

—No, quiero que no pueda volver a levantar cabeza. Eso es peor que la muerte.

Lilith asintió, sus ojos estaban fijos en mi pecho mientras su mente pensaba a toda velocidad. Debería preocuparme lo calculadora que se veía, porque era la primera vez que veía esa faceta de ella, pero demonios, me uniría a La maldita Manada si eso me permitiera joderle la vida a personas como Max.

Una niña de tres años. Era una niña de tres años. ¡Una puta niña de tres años!

¿Cómo de retorcido estaba el mundo? ¿Y por qué mierda dejábamos que esas cosas pasaran?

¿Por qué mierda no reaccioné e ignoré esas cosas hasta que algo le pasó a mi hija? ¿Por qué mierda no actué? ¿Por qué mierda llamaba «histéricas» a las feministas que destruían monumentos? ¿Y por qué mierda el mundo veía peor la destrucción de un monumento que la muerte?

Dios, me daba asco a mí mismo. Me daba asco por no apoyarlas, me daba asco por haber ignorado toda esta mierda y haber escuchado como padre daba ideas cada vez más retorcidas solo para conseguir dinero.

Dinero y orgullo. Así se movía este mundo. Y si para conseguirlo había que matar y violar a unas cuantas mujeres, ¿a quién le importaba? Y si para conseguirlo había que matar y humillar a homosexuales, ¿a quién le importaba? Y si para conseguirlo había que destruir el mundo, ¿a quién le importaba?

Juro por mi hija que no volveré a llamar «exagerada» a una feminista. Y, si puedo, le cortaré la lengua a cualquiera que lo haga.

Se acabó la mierda de ser pacífico. Habían jodido con lo mío, y ni me importaba quemar esta maldita ciudad.

—Perdón por llegar tan tarde, estaba ayudando al dueño de Clímax en unas cosas... —Trev, que abrió con sus llaves de repuesto y entró al salón, se quedó inmóvil al vernos— ¿Qué ha pasado?

Delirio (LM #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora