12. Naranja

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12. Naranja

La vida sólo se puede entender hacia atrás,
pero hay que vivirla hacia delante
- Søren Kierkegaard

Lilith Greco

En cuanto recibí esa llamada de Dominic, sentí pánico. No me costó mucho unir hilos, que me llamara exigiendo revolución después de haber notado a su hija rara no era una coincidencia.

Sentí pánico por primera vez en mucho tiempo. Quemaría el mundo si algo le pasaba a esa chiquilla. Llevábamos solo casi dos meses de clase, pero se había metido en mi corazón.

Aunque realmente quemaría el mundo si algo le pasase a cualquier chiquillo.

—... ¿Qué está pasando aquí?

Llevé mis ojos a un chico, el mismo chico que vi aquella vez en Déjà Vu. Era alto y fuerte, muy fuerte, tenía el cabello largo y rubio, lo mantenía en una coleta baja. Sus ojos color chocolate se enfocaban en nosotros con confusión.

—Siéntate, anda. Tengo que contarte algo —carraspeó Dominic.

—Dime que no es otro embarazo —bromeó, mientras se sentaba en la butaca frente a nosotros—. ¿No nos presentas?

—Tu hermano ha besado a mi hija.

El chico pestañeó lentamente, con todo rastro de diversión desapareciendo.

—¿Cómo has dicho?

—Lipse me ha contado que Max llevaba un mes besándola en la boca. Que él le decía que era normal y que no se lo podía contar a nadie —explicó, se me puso la piel de gallina al imaginarlo—. Se ve que Lipse se lo contó hoy a un amigo del colegio y él le ha dicho que no es normal. Entonces ha hablado conmigo.

El mejor amigo de Dominic se mantuvo en silencio, un largo silencio. Luego, se levantó del asiento con pura rabia cruzando sus facciones.

—¡Voy a matar a ese hijo de puta!

—Siéntate, Trev. Yo ya estoy pensando en algo —Dominic se levantó para obligar al chico, Trev, a sentarse.

—Mierda. Joder —gruñó—. Te juro que no imaginé algo así. Demonios, Max parecía alguien normal.

—¿Estáis peleando por mí? —murmuró una voz insegura desde la puerta del salón. Mi cabeza rápidamente giró a Eclipse, que tenía los ojos llorosos y abrazaba un peluche de tortuga con fuerza.

—Por supuesto que no, renacuajo. Tú no tienes la culpa de nada —le aseguró Dominic, relajando su expresión—. Y no estamos peleando.

—¿Puedo hablar con ella? —le pregunté al castaño. Él pareció confuso, pero asintió.

—Claro.

—Ven, Eclipse, ¿por qué no me enseñas el jardín? —sonreí, caminando hasta ella y agachándome a su altura.

—Vale —pareció dudar, dedicándole otra mirada a su padre y al tal Trev.

Trev vendrá de Trevor. Supongo.

Caminé detrás de la niña. Sus ondas chocolate rebotaban con sus pasos y sus ojos azules parecían perdidos. Cuando llegamos al jardín trasero, me sorprendió ver una piscina y un pequeño huerto donde habían plantadas diferentes flores.

Delirio (LM #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora