17. Apocalipsis

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17. Apocalipsis

Ella es como la luna; hermosa,
fría e inalcanzable
- Mateo Hernández

Lilith Greco

Viernes por la noche.

Un día antes de las elecciones.

Y el día en el que iniciaríamos nuestro plan.

Detuve el coche frente a la casa de Thomas y Vivianna Harris. Eclipse sonrió emocionada.

—¡Abu! —exclamó, intentando quitarse el cinturón.

Nic rió un poco y fue a bajarla de su sillita. La había puesto en mi coche porque ahora iríamos directamente a buscar las motos.

—Ahora vuelvo —me sonrió—. ¿Quieres venir?

—No estoy preparada mentalmente para conocer a la suegra —negué con una mueca horrorizada, él se carcajeó.

Realmente no éramos pareja. Creo.

Quiero decir, hablábamos, nos besábamos, follábamos y teníamos exclusividad. Además de que yo solía pasar mucho tiempo en su casa y él en la mía.

Pero no habíamos hablado de ser novios o algo así. No tenía experiencia en relaciones serias, así que en realidad no sabía cómo manejar esto.

Tampoco es que importara, supongo. Nos lo pasábamos bien y estábamos cómodos, me parece que es suficiente. Encima, no es que lleváramos mucho tiempo, había pasado una semana desde la primera vez que nos acostamos y empezamos a vernos más.

No sé, mis sentimientos no se me daban bien. Los de los demás sí, pero no los míos. Nadie entiende los míos.

Vi a Dominic hablar con su madre y dejarle a Lipse. La renacuajo se quedaba con la señora Harris porque Thomas no estaba, sino, no estaría allí. Nic me contó que el señor Harris le propuso abandonar a Eclipse.

Si antes me caía mal, ahora más.

Nic volvió unos minutos después, sonriéndome y poniéndose el cinturón. Arranqué en dirección a las afueras de Blue City, aquella zona del bosque en la que ocultábamos nuestras motocicletas.

—¿Saldrá bien, no? —inquirió— No puedo ir a la cárcel, dejaría sola a Lipse.

—Nada va a pasarnos, Nic, lo prometo —le sonreí—. Y si pasa algo, me encargaré de que estés fuera.

—¿Qué hay de ti?

—Yo no importo. Tú mismo lo has dicho, no puedes dejar sola a Lipse.

Él me frunció el ceño.

—Tú tampoco puedes dejarla sola, ella te adora.

Suspiré, sonriéndole de lado.

—Entonces nos encargaremos de que ninguno acabe en la cárcel —le guiñé un ojo—. Relájate, en serio. Llevo haciendo estas cosas cinco años y nunca ha pasado nada.

—Bien —suspiró.

Estiré la mano para subir un poco el volumen del altavoz. Está vez, con la lista de música de La Manada.

Delirio (LM #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora