09. Alcaldía

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09. Alcaldía

Estás entre lo que quiero tener y
lo que me da miedo tener
- Marilyn Monroe

Lilith Greco

Se sintió como un golpe en las tetas la reacción de Dominic. No como un golpe cualquiera, sino como un golpe en las tetas cuando estás menstruando.

Ese tipo de golpe.

Así que durante la semana me centre solo en mi trabajo y en el plan que estamos haciendo La Manada. Solo en eso, intentando desesperadamente olvidar su toque en mí o como se corrió en mi mano. Maldita sea, cada parte de mi cuerpo ansiaba repetirlo. Pero jodidamente no podía, no iba a renunciar a mis principios por un hombre. No después de ver todo lo que he visto, de hacer todo lo que he hecho y de saber todo lo que he sabido. Simplemente no.

El viernes, una semana después de mi cita con Dominic, me noté sonriendo genuinamente emocionada, casi sádica. Le eché un vistazo soñador a la luna desde la ventana de mi apartamento.

—¿Estamos listos? —pregunté, girándome para mirar a los chicos. Incluso Exael estaba presente, habíamos esperado al viernes para que él pudiera venir.

Jodidamente estamos listos.

Todos llevábamos nuestros pasamontañas, solo para meternos en el papel ya que nadie nos vería. El ordenador frente a nosotros estaba encendido y el pendrive con la contabilidad B de Peter Stone.

Valak agarró la cámara polaroid y nos juntamos todos para que nos hiciéramos una foto frente a la pantalla del ordenador antiguo.

Abi se quedó en medio de los gemelos, ambos le besaban las mejillas por encima de la tela. Ava estaba medio subida en la espalda de Asher. Yo sujetaba el pendrive como si fuese una copa sagrada y Val hacía la foto.

La imagen salió de la cámara y nos la mostró. Una jodida foto familiar.

Casi reí y él la dejó sobre la mesa para que luego pudiéramos ponerla en La Biblia, el álbum de fotos de La Manada.

—Bien, que empiece el caos —por la voz de la cachorra, supe que estaba sonriendo.

Me senté frente al ordenador, tecleando con prisa y creando los perfiles de redes sociales. Conecté el pendrive y subí todos los archivos.

Eché un vistazo por encima, con curiosidad, notando varias vacaciones pagadas fuera de plazo, un par de cargos de un local llamado «La conejita feliz» que sin duda tenía más pinta de prostíbulo que de tienda de animales, y varios pagos fuera de factura. Había mucha cosa más, pero decidí ignorarlo.

—Bien, las redes sociales están terminadas. V, es tu turno.

Aunque no nos viera nadie, cuando llevábamos los pasamontañas nos llamábamos por nuestros apodos de La Manada. Siempre.

Me levanté de la silla y dejé que mi hermano pequeño empezara a teclear con prisa. Entró a la página web del ayuntamiento, hackeándola, y subiendo los archivos a esta.

—¿Quién demonios te ha enseñado a hacer eso? —jadeó sorprendido Ash.

—Una novia que tuve.

Delirio (LM #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora