24. Búsqueda del tesoro (del hijo de puta*)

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24. Búsqueda del tesoro (del hijo de puta*)

Deberíamos adquirir el coraje de
no ser como todo el mundo
- Sartre

Lilith Greco

Decidimos separarnos, Abi, Asher y yo iríamos a casa de Annaís puesto que Theodore debía estar por ahí y era más peligroso, mientras que Dominic y Trevor irían a ver a Vivianne y Lipse.

Nic se negó al principio, pero en cuanto expliqué que no habría ningún problema para mí y que Lipse lo necesitaba, terminó aceptando.

Así que estaba dispuesta a matar a golpes al hijo de puta de Rotland, sin embargo, cuando llegamos solo estaban mamá y papá. Abi se había quedado en el coche por insistencia nuestra, ya que necesitaba descansar.

—¿Dónde está Alexander? —cuestioné, mirando a mi alrededor.

—No había nadie cuando llegamos —explicó mamá—. ¿Qué pasa, cielo?

—Vivianne —gesticuló Asher.

—Decidle a papá que os lo explique, necesito ir a casa de Nic. Quedaos con Annaís, por favor —temblé, mirando a Ash—. Vamos, vamos.

Dejé que Asher condujera, mientras que yo llamaba a Annaís para decirle que todo estaba bien y que le abriera la puerta a mis padres. Papá Belial ya les explicaría a todos lo que sucedía, pero, ahora, necesitaba saber que la señora Harris y mi Eclipse estaban a salvo.

Dios, si le pasa algo a Lipse no me lo perdonaré en la vida.

Todo esto es culpa nuestra, por jugar a la búsqueda del tesoro. Si no hubiera involucrado a Dominic, ni él ni Eclipse estarían en peligro.

—Deja de culparte —la voz de Abi sonó débil—. No es culpa tuya, Lil, no puedes controlarlo todo.

—Se supone que soy la alfa, ¿no?

—Los mejore líderes pierden el control alguna vez, porque eso demuestra que pueden recuperarlo. No sirve de nada tener el control si no sabes conseguirlo.

—¿Y si no puedo recuperarlo? —mi voz tembló.

—Entonces te ayudaremos a hacerlo —finalizó Asher—. Somos familia.

Solté un suspiro, mi expresión llena de agradecimiento. Ash aceleraba lo máximo que podía, yo saqué el teléfono.

—Llamaré a la listilla, que se vengan todos. Necesitamos el máximo de refuerzos posibles.

Ellos asintieron. Marqué el número y me llevé el aparato al oído.

—¡Lilith! Estaba a punto de llamarte —su voz sonaba agitada.

—Necesito que vengáis. Ha pasado algo grave.

—Oh, aquí también —tragó saliva—. Acaban de arrestar a Val.

—¡¿Qué?! —jadeé.

—Algo sobre un secuestro, violencia y difamación a Michael Scott —joder, joder, joder—. ¿Cómo saben que él estuvo ahí? ¿Y por qué sólo él?

Delirio (LM #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora