25. Tiburones

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25. Tiburones

Me gusta tu voz, casi tanto como
cuando siento el murmullo de la
lluvia, y sin querer te pienso
- Brando. Cartas al tiempo

Lilith Greco

Santa Catalina estaba vacía, pero la trampilla continuaba abierta. Los obreros ya habían llegado y habían comenzado su trabajo, pero eso no nos impidió saltar hacia Las Galerías.

Fue fácil encontrarlo, al fin y al cabo, cuando llegamos a la Galería Central solo tuvimos que seguir el túnel al que le faltaba un vagón.

El que llevaba a la plataforma de Wind Blood.

Caminamos por el túnel, no queriendo alertarlo con el ruido del vagón. Tardamos unos quince minutos en llegar, nunca pensé que los túneles fueran tan largos, pero finalmente llegamos a busqué a tientas la puerta.

Cuando la encontré, alcé el táser y entré. El resto me siguió, también empuñando sus armas.

Rotland estaba sentado en el borde de la plataforma, sus pies metidos en el agua y sus zapatos dejados a un lado. Nos escuchó entrar, pero no se giró, una burla sobre que no le dábamos miedo.

Deberíamos darle miedo.

Todos los putos monstruos deberían tenernos miedo.

—Por fin llegáis —murmuró—. Pensé que no lo haríais nunca.

—¿Por qué haces todo esto, Rotland? —le entrecerré los ojos, su cabeza seguía mirando en dirección al horizonte.

—Mero placer —lo noté sonreír, eso me repugnó—. Nunca entenderéis lo satisfactorio que es romper a alguien, tenerlo entre tus brazos cuando la vida se le escapa de los ojos... Es simplemente placentero.

—Estás enfermo —expresó Abi, con completo desprecio.

—Puede que sí, puede que no —se burló, riendo—. ¿Habéis venido a matarme, chicos? Adelante, Abi, Ash, demostrad que sois mis hijos.

—Nosotros no tenemos nada que ver contigo y con tu mierda.

—Los trastornos mentales son hereditarios —se rió de Abi, ella parecía estar a punto de golpearlo hasta la muerte—. Apuesto a que sois unos monstruos como yo.

—¡Tú no sabes una mierda!

—No entres al juego, Abi —Ash llegó a ella, abrazándola por la espalda y pegándola a él—. Sólo está jugando con tu mente.

—Solo digo... La sangre de monstruos, monstruos convierte.

Bufé.

—Acabemos con esto de una vez —pedí.

Rotland se levantó entonces, sus ojos se enfocaron en nosotros. Su mirada estaba fuera de si, rojiza y llena de locura. Daba miedo.

La sangre de monstruos, monstruos convierte.

—¿Millie fue mala contigo, Theodore? —suavicé mi voz. Él me miró entonces, parecía a punto de llorar. Dio un paso en mi dirección y, aunque me costó, no me alejé.

Delirio (LM #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora