Capítulo 18

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Una celda fría y pequeña es dónde he despertado con un gran dolor de cabeza. No hay ni un pequeño agujero que me haga saber si es de día o de noche. No sé cuánto tiempo ha pasado ni dónde estoy exactamente. Varias luces iluminan el lugar fuera de las rejas que me separan de la libertad y aún no he visto a nadie.

Me he lamentado desde que abrí los ojos y sigo haciéndolo porque he sido demasiado estúpida.

¿Alteza? Realmente todos habían agachado su cabeza y él había caminado con seguridad entre ellos hasta llegar a mí.

El príncipe de Rilikya ha estado ayudándome a cavar mi propia tumba. Porque yo estaba colaborando, por supuesto. Dejé mi vida en sus manos como si lo conociese de toda la maldita.

Valiente ilusa.

Me siento en el frío suelo y apoyo mi espalda en la pared. Miro mi mano y veo la marca que me recuerda nuestra promesa. ¿Qué pasa si él la incumple? Al parecer nada, si no, no la hubiera hecho. Ha estado salvándome la vida simplemente porque quería encerrarme.

Suspiro pesadamente y cierro los ojos. Huele a humedad y hace un poco de frío, no hay nada en la pequeña celda salvo el cartón en el que estoy sentada.

Me arrepiento de haber perdido el tiempo como lo he hecho. Podría haber hecho y visto tantas cosas... Me he llevado toda mi vida dentro de los muros del castillo y, aunque he estado libre, siempre me he sentido cautiva de mi destino, que es este.

Me pongo de rodillas y me acerco a los barrotes. Rodeo dos con mis manos y apoyo la frente en ellos, intentando respirar profundamente. Aprieto mi mandíbula con fuerza mientras una lágrima rueda por mi mejilla. No quiero llorar, pero estoy cansada, triste y decepcionada.

Dejo salir las lágrimas que he estado aguantando mucho tiempo y vuelvo a apoyarme en la pared. Acerco mis piernas a mi pecho y rodeo mis rodillas con mis brazos. Escondo mi rostro y me permito romperme una última vez.

El collar ha desaparecido, por supuesto, aunque no va a hacerme falta, dudo que todo esto tarde mucho en acabar.

—Debiste hacerme caso.

Levanto la cabeza y veo a Zadkiel en la misma postura que yo al otro lado de la celda. Nuestros pies chocan y junto mis labios en una fina línea.

—Hice lo que me pediste.

—Debiste seguir el mapa, hubieras encontrado el camino, sin embargo, decidiste seguir a tu futuro asesino —sus ojos azules ahora están apagados cuando los miro y luce cansado, como si hubiera seguido todo este camino conmigo—. ¿Crees realmente que todas las veces que te han atacado y te han salvado han sido casualidad?

—El quería que confiara en él.

—Y lo hiciste con los ojos cerrados, Sophie.

—Necesitaba ayuda para llegar al Refugio de las Hadas.

—Te subestimas, siempre lo haces —hace una mueca—. Puedes hacer todo lo que te propongas. Incluso, si eres inteligente, puedes salir de esta.

—Confías mucho en mí, Zadkiel.

—Sé de lo que eres capaz.

Niego con la cabeza y limpio las lágrimas que aún recorren mis mejillas con mis dedos. Sus palabras no me dan esperanza. Es imposible que consiga salir de aquí.

—No soy capaz de nada, Zadkiel. Ni siquiera soy capaz de defenderme. Mira donde estoy.

Ambos nos quedamos mirándonos y él tiende su mano. La miro unos segundos antes de levantar la mía y llevarla lentamente hacia la suya. Estoy deseando tocarlo, sentir su piel contra la mía, aunque solo sea un roce.

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