Apenas se ve nada con los altos y frondosos árboles que cubren todo el cielo. Me he alejado lo suficiente del puente y ahora ya no escucho los gritos de los guardias, solo las ramas que el caballo pisa mientras camina. Me he atado la espada de Zadkiel a la cintura y hace un rato que dejé de llorar.
No sé dónde ir, no sé qué hacer. ¿Estará bien Zadkiel? ¿Debería esperarlo aquí? ¿Y si viene y no me encuentra?
Me bajo del caballo y toco la alforja. La abro y toqueteo hasta encontrar la lampara de queroseno. La enciendo y alzo la mano para intentar ver más allá. Miro hacia atrás y vuelvo a mirar en la alforja. Hay un mapa, una brújula y comida. En la otra parte hay un saco de dormir. Cojo el mapa y me arrodillo en el suelo, dejando la lámpara a mi lado y abriendo el mapa. Es Rilikya. Paso mi dedo por el papel y veo que tengo que cruzar el Refugio del eco para llegar al de las hadas.
Ni siquiera sé dónde estoy. ¿Espero a Zadkiel? ¿Y si no viene? ¿Y si...?
Muevo mi cabeza de un lado a otro, no quiero ponerme en lo peor. Quiero pensar que mamá va a ser capaz de salvarlo a él también por ayudarme. Ha arriesgado toda su vida por mí.
Pongo los dedos en mis labios recordando esos pocos segundos en los que sus labios estuvieron sobre los míos.
Me sobresalto cuando escucho un ruido tras de mí y me levanto a toda prisa con la lámpara en mi mano. Otro ruido a mi izquierda. El caballo se vuelve inquieto, relincha, intento coger las riendas.
—Tranquilo —le digo.
Un ruido a mi derecha. Levanta sus patas delanteras y tengo que soltar las riendas si no quiero que me dé un golpe. Tiro la lámpara e intento coger las riendas de nuevo. Sale a correr.
—¡Eh!
Cuando voy a correr detrás de él, escucho un gruñido cerca y muevo mi cabeza lentamente intentando ver de dónde proviene. Justo detrás de mí, lo veo. Un gran lobo blanco camina hacia mí lentamente enseñándome sus colmillos. El Bosque Torcido, lugar de brujas y lobos.
Un sudor frío empieza a recorrerme la nuca y me quedo inmóvil. Los lobos pueden ver, por supuesto, que me quede quieta no significa que me vuelva invisible, pero no soy capaz de moverme ahora mismo. Mis pies parecen que están pegados al suelo y mis piernas no responden. Puede oler mi miedo, estoy totalmente segura. Gruñe de nuevo y sé que es momento de correr.
Mis piernas se mueven a toda velocidad intentando esquivar las ramas, hierbajos y raíces de árboles. Sujeto mi vestido para no tropezarme con él y agradezco que Zadkiel me hiciera correr tanto las veces que entrenamos.
Solo puedo escuchar mi respiración agitada mientras corro a toda velocidad por el oscuro bosque, esquivando árboles. Escucho sus pisadas por todos lados y me doy cuenta que podría haberme cogido hace un rato, solo está divirtiéndose con la cena antes de comérsela.
Los árboles se acaban y no sé cómo de bueno es eso porque no hay posibilidad de esconderse. Mi cerebro no para de gritarme que voy a morir. Jadeo y pierdo el equilibrio cuando llego a un acantilado. Consigo apartarme un poco y miro a ambos lados esperando ver un puente. No hay nada, este es el fin.
Mi destino es la muerte hoy, sea como sea, tengo que morir. Miro hacia atrás para escuchar el lobo corriendo hacia mí.
Elijo saltar.
Me acerco al borde del acantilado y salto con los ojos cerrados preparada para mi muerte, esperando el dolor de las rocas y el agua en mi cuerpo, pero lo que siento es una mano agarrando mi brazo.
Jadeo cuando mi cuerpo choca con las rocas al parar mi caída y miro hacia arriba.
Lo que menos me espero es que haya un chico aguantando mi brazo, evitando mi trágico final.
ESTÁS LEYENDO
PRINNECIA
General FictionCada cien años, se enamora un ángel de un demonio. Uno sacrifica su paz y el otro renuncia a su odio.