He perdido completamente la noción del tiempo.
Sé cuando es de día o de noche porque hay un tragaluz que me lo indica. Los días se hacen largos y las noches eternas.
Me rendí y abracé a la locura en el momento en el que me encerraron, ya que puedo ver a Zadkiel moviéndose de un lado a otro de la celda. Sé que la mente me está jugando malas pasadas, pero no quiero que se vaya, es lo único que me hace compañía.
No me queda ningún rayo de esperanza, aunque creo que se esfumó en el momento en el que me di cuenta de quien era Darren.
He comido un trozo de pan cada día desde que vi a Darren, solo un maldito trozo de pan. Me siento tan débil que difícilmente puedo mantener mi cabeza derecha mientras permanezco sentada. Intenté racionar el trozo de pan y el agua para todo el día, pero fue un fracaso.
Cuando tengo el trozo en mis manos, no puedo evitar devorarlo con ansia.
No he vuelto a ver al príncipe de las sombras, pero sí a su esbirro. Ese chico rubio con cara de pocos amigos al que él llamó Elías. Él ha sido quien ha estado alimentándome, si es que se puede llamar así. También se ha encargado de curarme la muñeca, aunque ya había dejado de sangrar cuando él llegó.
No le dirigí la palabra y él tampoco a mí.
Doy una cabezada y abro los ojos. Zadkiel me está mirando, está preocupado, puedo verlo en la manera en la que frunce el ceño y hace una mueca con sus labios.
—No estás bien.
—Estoy bien —murmuro intentando mantener los ojos abiertos.
—Dile dónde están las alas.
—No sé dónde están las alas.
—Sí lo sabes.
¿Lo sé?
No lo creo.
Todo empieza a volverse más negro mientras me pitan los oídos. Dejo que la oscuridad me abrace y me sorprendo al sentirme cómoda en ella. Sonrío mientras mi cuerpo se mece en el mar de la inconciencia. Soy un marinero que ha caído por la borda del barco y que no le importa morir ahogado porque todo acabará y se sentirá mejor.
Puedo escuchar la voz de mamá llamándome, aunque es solo un eco.
Sophie, Sophie, Sophie...
Abro los ojos lentamente y me incorporo. Ella está allí, caminando hacia mí. Está como la última vez que la vi, reluciente, pero ya no está preocupada.
Me tiende su mano y la acepto para levantarme.
—Lo siento.
—¿Por qué lo sientes?
—Por haberte traído a este mundo cruel y despiadado, Sophie. Pensé que podría protegerte, pero no lo he hecho.
—Has hecho lo que has podido.
—Debí hacer más.
Suelta mi mano y empieza a caminar. Todo el lugar está iluminado por una tenue luz que no sé de dónde procede y el suelo está lleno de agua. La sigo de cerca, viendo que realmente no vamos a ningún lugar en concreto.
—¿Qué hacemos aquí? —Pregunto.
—Me hice la misma pregunta cuando llegué —une sus manos detrás de la espalda mientras camina—. Sé que algún día nos encontraríamos aquí, pero no imaginé que fuese a ser tan pronto —suspira.
Frunzo el ceño y dejo de caminar. Ella, al no escuchar mis pasos, se detiene y se gira lentamente.
—Vi lo unido que estaba Zadkiel a ti y me arriesgué al pedirle que te ayudara a escapar. Sabía que él aceptaría, aunque admito que me sorprendió que ya lo estuviera planeando.
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PRINNECIA
General FictionCada cien años, se enamora un ángel de un demonio. Uno sacrifica su paz y el otro renuncia a su odio.