Capítulo 20

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—Yo no soy Rey, pequeña Sophie.

—Pero lo serás pronto —pongo las manos detrás de mi espalda—. Quiero ver al Rey.

—Eso no es posible.

—Soy la princesa de Prinnecia —me acerco a él—. Exijo ver al Rey.

—Lo único que eres, es mi prisionera.

—Cuando escape, porque lo haré, volveré a Prinnecia y quemaré tus alas —Aprieta la mandíbula y lo miro desafiante, igual que él me está mirando— ¿Crees que has ganado? ¿Crees que te dije toda la verdad? Estoy justamente donde quería estar.

Las mentiras salen de mi boca de una manera tan fácil que estoy fascinada. No va a volver a verme débil.

—Esto hará estallar otra guerra. ¿Eso quieres? No saliste muy bien parado de la última —me giro, dispuesta a ir de nuevo a la habitación.

—Tú te escapaste —sus dedos se ponen alrededor de mi brazo y lo miro por encima de mi hombro— Traicionaste a tu reino, ellos no vendrán a por ti.

Sonrío antes de zafarme de su agarre y caminar por el pasillo.

Realmente no sé si vendrán a buscarme o no. Romper el tratado es algo serio y dudo que lo hagan, pero estoy aquí y algo tienen que hacer, no se quedarán de brazos cruzados.

Cuando estoy llegando a la habitación, Elías está allí con una mujer morena. Me enseña sus colmillos y cuando va a gritarme, entro en la habitación, cerrando la puerta con fuerza.

Me acerco de nuevo a la ventana y me cruzo de brazos.

¿Tienes retenida a la princesa del tu reino enemigo y no vas a hacerle una visita? Extraño. Darren no es rey, pero dudo que a su padre le quede mucho si no se ha presentado por aquí.

Camino de un lado a otro de la habitación y observo la mancha negra que tengo en la palma de mi mano, motivo del estúpido juramento que Darren hizo.

Me acerco a la ventana y observo el árbol de nuevo. Pongo las yemas de mis dedos en el cristal observando las gruesas ramas.

Miro hacia la puerta cerrada y paso mi vista por la habitación hasta que llego a la silla. Me acerco a ella, la cojo en peso y me acerco a la ventana. Sé que no es una buena idea, pero no dejaré a Darren tranquilo hasta que me suelte. Lo intentaré una, otra y otra vez.

Con toda la fuerza que tengo le doy al cristal con la silla varias veces, haciendo que se rompa, aunque no del todo. Cojo el atizador de la chimenea y corro hacia la ventana, intentando no cortarme con los cristales que hay en el suelo. Le doy de nuevo a lo que queda por partir y tiro el atizador al suelo.

Remango el camisón blanco y me subo al alfeizar de la ventana. Miro hacia abajo, no está muy alto, pero saltar no es una opción.

Escucho la puerta abrirse y miro hacia atrás para ver a Elías allí. Maldice, con sus dientes apretados y yo me apresuro a la primera rama que hay. Mi brazo me escuece en el proceso y me tambaleo cuando él tira de mi camisón, rasgándolo.

Caigo y me abrazo a la rama, porque es lo único a lo que puedo aferrarme ahora mismo.

—Te voy a atar a la maldita cama —gruñe.

Me siento en la rama y miro hacia atrás, él está en la ventana, queriéndose asesinarme. Alzo mis cejas sorprendida cuando se sube a la ventana y sé que es hora de salir corriendo, aunque tampoco tengo muchos lugares a los que ir. Mi corazón bombea con fuerza y mi respiración se vuelve agitada porque estoy en peligro y me siento en peligro. Sé que Elías no va a hacerme nada, porque Darren me necesita con vida, si no, ya se hubiera desecho de mí. Podría chafarle los planes y simplemente morir. Ayudaría a Prinnecia y jodería al príncipe de las sombras.

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