La semana antes de la boda ha sido un auténtico caos, empezando por la carta que envié a mi hermano, esa que aún no ha obtenido respuesta. Le informo de que estoy viva y a salvo. También le pido amablemente que nos reunamos porque tenemos cosas de las que hablar, una de ellas es que devuelva el trono y otra es la mentira en la que hemos vivido todo este tiempo.
Galnur, el enano que se ha convertido también en mi amigo, ha estado en los entrenamientos que he tenido con Elías. Los enanos son unos estupendos guerreros y deseo que no se vaya porque con su humor y el de Elías, el entrenamiento se hace más ameno.
Apenas he visto a Darren esta semana y sé que tiene mucho que hacer. He escogido en un tiempo récord la decoración del salón, la música y la comida, pero no mi vestido de novia. Luna me había dicho que ya tenían mis medidas, por lo tanto, no tenía que preocuparme de nada, pero me preocupaba, porque no sabía qué esperarme.
La luz encendida de la habitación hace que me refleje en la ventana y no pueda observar bien la oscuridad de la noche. Me he mantenido todo el día ocupada, intentando no pensar en que mañana es el día de mi boda. Tengo puesto aún el colgante que mamá me regaló y no he dejado de tocarlo desde que llegué a la habitación después de la cena.
Unos golpes en la puerta hacen que me gire y veo como la cabellera oscura de Darren se asoma por la puerta. Una sonrisa tira de la comisura de sus labios cuando se fija en mi atuendo y pongo los ojos en blanco, cruzándome de brazos.
—¿Qué ocurre?
—Ha llegado la contestación de tu hermano —me enseña el sobre y me apresuro a ir hacia él para quitárselo.
Escucho como cierra la puerta y con manos temblorosas rasgo el sobre para leer el contenido de la carta.
Darren está detrás de mí, puedo sentir su cercanía, aunque no está siquiera rozándome. Mira por encima de mi hombro la caligrafía perfecta de mi hermano diciéndome que soy una traidora pero que está dispuesto a reunirse conmigo en la frontera dentro de una quincena.
—Bueno, podría haber sido peor.
Me giro, aún con él ahí. No me separo y lo miro. Sus dedos pasan por mi brazo y paso la lengua por mis labios.
—Es una pena que hayamos quedado tan pronto, tendremos que trabajar en nuestra luna de miel.
—¿No te tomas nada en serio? —Le pregunto.
—Me tomo todo en serio, por eso he pensado en nuestra luna de miel. No me vendría mal un descanso, pero supongo que tendrá que esperar.
Sus dedos han dejado mi brazo y ahora están jugando con un mechón de mi pelo.
—¿Y tenías planeado llevarme a algún sitio o simplemente me dejarías aquí encerrada?
Sus dedos pasan a mi barbilla y se acerca peligrosamente a mi rostro. Su nariz pasa por mi mejilla mientras mi corazón va a cien por hora ante la cercanía.
—Probablemente estaríamos los dos encerrados en la habitación, solo que ninguno de los dos saldría de la cama.
Su pulgar pasa por mis labios y una sonrisa tira de la comisura de los suyos. Pongo mis manos en su pecho, dispuesta a apartarlo lejos de mí, aunque lo quiero aún más cerca de lo que está y él pone mis manos en su cuello después de tirar la carta al suelo. Las suyas vuelan a mi cintura y me coge en peso para ponerme encima de sus pies. Da una vuelta sobre nosotros y su cuerpo se echa hacia delante, haciendo que mi espalda se doble. Lleva una de mis piernas a su cintura, con su gran mano en mi muslo. No dejo de mirarlo, sus ojos negros viendo a través de los míos. Su brazo detrás de mi espalda para sujetarme y mis manos en su nuca hace que el calor crezca dentro de mí.
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PRINNECIA
Algemene fictieCada cien años, se enamora un ángel de un demonio. Uno sacrifica su paz y el otro renuncia a su odio.