Capítulo 26

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El viaje ha sido largo, más largo de lo que se me hizo la última vez porque ahora no sé si quiero ir a la frontera para encontrarme con mi hermano. Estoy deseando verlo, pero sé que él no se alegrará de verme, de ver en lo que me he convertido, en quien soy ahora.

En nuestro largo viaje nos acompañan, Damon, por supuesto, Heath, los dos elfos encargados de gobernar la región de las hadas, Elías y Gulnar. Al parecer son su círculo más cercano.

La casa de Heath es pequeña, pero cabemos todos a la perfección. Me quito la capa, dejándola encima del baúl y me tumbo en la cama porque necesito que mi espalda esté estirada en el mullido colchón.

—Has estado muy callada durante todo el camino y eso no es muy normal en ti.

Las palabras de Darren hacen que me incorpore sobre mis codos y lo mire. Él se quita la capa y la deja encima de la mía.

—Es mi hermano y no está contento. Quizás debería hablar yo sola con él y no con todo el mundo alrededor.

—Eso no va a ser posible.

—¿Por qué?

—No sé qué intenciones tiene tu hermano y no voy a ponerte en peligro.

—Él nunca me haría daño.

—¿Estás segura de eso? —Pregunta alzando su ceja izquierda.

—Es mi hermano.

—Me encantaría contarte muchas historias sobre disputas entre hermanos que acabaron apuñalándose, pero necesito un baño antes —se quita la camiseta y la tira al suelo para ir al baño.

Me quito los zapatos y me levanto de la cama para seguirlo al cuarto de baño, donde la bañera ya está llena de agua caliente para que él se meta.

—¿Quién ha preparado el baño?

—La magia de Heath —se quita los pantalones y cuando voy a mirar hacia otro lado, recuerdo que es mi marido y que ya lo he visto desnudo unas cuántas veces, aunque no las suficientes para que me acostumbre.

El jadea cuando se hunde en el agua caliente y saca sus brazos, echando la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos.

—¿No vas a unirte? —Pregunta.

—No conoces a Balderick, él no es así —me quito la camiseta.

—No conozco a tu hermano, preciosa, pero sí conozco lo que hace el poder con la gente.

—Él no me hará daño —me quito los pantalones y con ello la ropa interior—, siempre ha estado ahí para mí y yo para él.

Me acerco a la bañera y él abre los ojos, pasando su vista por mi cuerpo desnudo hasta que me sumerjo en el agua caliente entre sus piernas.

—De acuerdo, no te hará daño, pero eso no lo sé, pero a lo mejor el bastardo del padre Hillwood sí. Ese hombre no tiene corazón y no voy a permitir que te hagan nada.

Paso la lengua por mis labios y me acerco a él, quedando de rodillas hasta estar frente a frente.

—Si muero, ¿tendrías que cederles la piedra filosofal?

—Sí.

Asiento lentamente mientras siento una presión en mi pecho que no debería estar. Cuando voy a separarme de él, su mano se pone en mi nuca y tengo que mirar sus ojos de nuevo.

—Aunque no haría falta porque convertiría a Prinnecia en cenizas. Sigo creyendo que podemos unir los reinos y vivir en paz.

—¿Por qué crees que mi hermano no utilizaría la piedra como es debido?

PRINNECIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora