Llegué a relajarme cuando nadie me envenenó en la comida y el vino hizo su efecto.
— Hay mucho que hacer —Miarle se pone a mi lado cuando estoy observando a Darren—. Sé que lo haréis bien si no os desviáis del propósito.
— ¿Intentar que mi hermano no consiga la piedra filosofal?
— Ese es uno de ellos —sonríe—. Sé que haréis un buen trabajo. Las regiones necesitan más vigilancias y cambios. Slene está en busca y captura y se rumorea que está reuniendo a un ejército.
— ¿A un ejército?
— ¿No os lo ha contado Darren?
— No se refirió a ello como ejército —miento, porque mi ahora marido, no me ha contado absolutamente nada a pesar de que le dije que éramos un equipo.
— Bueno, puede llamarlo como quiera, pero hay que tener cuidado. Ella quiere el trono y el poder de la piedra.
Ya no solo tenemos a mi hermano ahí, también a Slene. ¿Sabrá mi hermano la verdad? Y si es así, ¿seguirá dispuesto a cortarme la cabeza?
— Más vino, mi señora — Gulnar me quita la copa de vino vacía y me da otra llena.
— No creo que deba beber tanto —le sonrío— y llámame Sophie.
— Dudo que pueda, pero lo intentaré. ¿Cómo estás, Miarle?
— Preparando el invierno, como todos.
— Se espera más frío de lo normal —choca su copa con la mía y la lleva a sus labios, yo lo imito—. ¿Cómo es el invierno en Prinnecia?
— No muy frío.
— Tendrás que abrigarte bien entonces.
Ni siquiera sé si estaré aquí el invierno.
Me mantengo recta como una vela intentando que nadie se dé cuenta que la nueva reina ha bebido demasiado y me acerco a Darren.
Deja de hablar con quién está hablando para prestarme atención y pongo mis manos en sus hombros, alzándome sobre la punta de mis pies para hablarle al oído.
— Creo que es hora de irme —le digo.
— ¿Hora de irte a dónde, preciosa? —Sus manos se ponen en mi cintura.
— A la habitación. No creo que pueda seguir comportándome correctamente si Gulnar sigue dándome vino.
Escucho una risita y me separo de él un poco para mirarlo.
— Ese enano... ¿No quieres bailar conmigo?
— Vomitaré si doy vueltas.
— Le diré a Elías que te acompañe a la habitación. ¿Puedes caminar o necesitas que te lleve?
— Puedo caminar —le sonrío.
El licántropo no tarda en estar a mi lado y camino fuera del salón hasta los pasadizos.
— Siento que tengas que estar de guardia y no te lo estés pasando bien, ahora que ya me voy a la cama puedes divertirte — bostezo.
— Las fiestas no son lo mío, además, había muchos enemigos esta noche como para relajarme.
— Los licántropos no simpatizan con nosotros, ¿cierto?
— Cierto. No mucha gente cree en lo que estáis haciendo. La guerra aún está muy reciente, las madres aún lloran a sus hijos.
Junto mis labios en una fina línea y me giro.
— ¿Tú crees en lo que estamos haciendo?
— Creo en Darren y espero que sepa lo que está haciendo —me esquiva y lo sigo.
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PRINNECIA
General FictionCada cien años, se enamora un ángel de un demonio. Uno sacrifica su paz y el otro renuncia a su odio.