Capítulo 1

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Voy a morir dentro de un mes.

La parca ha estado a mi lado desde que nací, esperando que llegue el día de mi décimo octavo cumpleaños para llevarme. El Reino de Prinnecia, mi reino, va abrirme en canal delante de toda la ciudad, o quizás me corten el cuello, no lo sé. Tampoco he preguntado la forma en la que voy a morir.

—¿No crees que deberíamos irnos?

La voz de Zadkiel hace que deje de mirar el entierro que sucede a metros de nosotros. Estamos escondidos detrás de uno de los árboles del cementerio, el padre Hillwood está dando el sermón y mucha gente se congrega alrededor del ataúd donde un chico joven ha muerto por una enfermedad. Es duro cuando muere alguien joven, alguien que tiene toda la vida por delante. Hay siempre más gente de la cuenta en el entierro en estos casos.

—Hemos estado demasiado tiempo fuera —Zadkiel pone una mano en mi espalda y mira hacia todos lados para asegurarse de que tenemos el camino libre.

—No se darán cuenta de que no estoy.

—Demasiada suerte hemos tenido por ahora —murmura y me empuja levemente para que empiece a caminar.

Zadkiel, mi guardia personal desde hace medio año y solo es seis años mayor que yo. No hablaba conmigo al principio, incluso llegué a pensar que me odiaba. ¿Quién no me odia en este reino? Ahora se muestra más amigable y puedo decir que es el único amigo que tengo.

Por suerte, la iglesia está a unos metros de las murallas del castillo. Nos escabullimos por una de las puertas traseras que utiliza el servicio y no tardamos en estar dentro de nuevo. Camino a su lado y me quito la capa, él me imita.

—Sigo sin entender tu afán de ir a ver entierros —dice. Lo miro y él pasa una mano por su pelo rubio.

Lleva puesto el uniforme rojo y negro de la guardia real, con el escudo del reino en el centro de su pecho. Su espada cuelga al lado derecho de su cadera y una daga está atada a su pierna. Me ha intentado enseñar el uso de la espada en varias escapadas a los arbustos que están detrás del castillo, casi al límite de las murallas.

Nadie del servicio se acerca a aquella parte, es la que está más cerca de la frontera, donde se encuentra el puente que lleva al reino de Rilikya, y con ello, al bosque torcido. Zadkiel me ha contado historias espeluznantes sobre ese lugar. Estuvo en sus primeros meses como soldado vigilando el puente. Nadie de Rilikya tiene permitido entrar en nuestro reino y, nosotros, no tenemos permitido entrar al suyo.

Hace siglos los dos reinos, convivían en paz. Transportaban mercancía de un lado a otro del puente y todo el mundo se llevaba cordialmente.

Todo eso acabó. El Rey de las Sombras quería casar a su hija con mi padre para unir nuestros reinos y que fueran solo uno. Mi abuelo no quiso, por supuesto. ¿La princesa de las sombras gobernando sobre Prinnecia? No.

Una guerra sangrienta sacudió a los reinos y la paz que había entre ellos, acabó. En venganza por no querer aceptar a su hija, el Rey de las Sombras echó una maldición sobre el reino, que se rompería con la muerte de la primogénita del Rey, y su futura reina, es decir, yo. ¿Cuándo? Ya mismo.

Soy la salvación de un pueblo que se muere de hambre. Nuestras cosechas no son buenas, apenas llueve, no hay peces en el mar. La hambruna y las enfermedades matan a cientos de personas a diario y para que todo se arregle, yo debo ser sacrificada como a un cordero.

—Estás muy pensativa —Zadkiel me abre la puerta para entrar al castillo y le sonrío.

—Queda poco para mi cumpleaños.

—Lo sé. Hay rumores de que tus padres han enviado a soldados a Rilikya para intentar matar al Rey de las sombras —dice cuando llegamos al pasillo donde se encuentra mi habitación.

PRINNECIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora