Capítulo 12

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La niebla es densa y apenas se puede ver nada más allá que por donde caminamos. Vamos en silencio, aunque tengo ganas de preguntar muchas cosas y él sabe que no tardaré en hacerlo. El sitio es tan silencioso que solo se escuchan nuestras pisadas al caminar.

A nuestro alrededor solo hay árboles que se han quedado hace muchísimo tiempo sin hojas.

Este sitio está muerto.

No he visto ningún animal, tampoco he escuchado cantar a ningún pájaro.

—¿Cómo sabes por dónde tenemos que ir? —Le pregunto.

—Es seguir el camino.

—¿Aquí no hay Drows?

—No.

Muerdo todo mi labio inferior y me envuelvo más con la capa mientras caminamos. Hace frío y, aunque la capa es calentita, me vendría mejor estar en una habitación con la chimenea puesta o metida en el agua caliente en la bañera.

— ¿Eres un ángel? —Me atrevo a preguntar.

Se gira para mirarme y su mano se pone en mi garganta. Pongo mis manos en su brazo y él camina hacia delante haciendo que yo lo haga hacia atrás.

Mi espalda choca con el tronco de un árbol y aprieta un poco su agarre en mi garganta.

— Darren.

— Yo no soy un ángel.

— Suéltame.

Su agarre se afloja en mi cuello, pero no me suelta. Su ceño está fruncido y su mandíbula apretada. Hago fuerza en su brazo, intentando apartarlo, pero parece una estatua de hierro.

Su mano poco a poco se aleja de mi cuello, pero sus ojos no se despegan de los míos.

— No te metas donde no debes, Sophie.

Se gira con gracia y continúa caminando. Pongo la mano en mi cuello y suspiro. Es imposible que no me meta donde no debo porque quiero saber quién y qué es Darren.

Quiero saber por qué está ayudándome y salvando mi vida innumerables veces. Yo no me arriesgaría a que me persiguiera un aquelarre por alguien que he conocido hace unas horas.

Tampoco cruzaría este maldito refugio.

Así que, tiene que tener un gran motivo.

Lo sigo de cerca, pero manteniendo un poco la distancia. Me ha salvado la vida, de nuevo, en vez de ponerse él a salvo. Entrecierro mis ojos mientras miro su cabellera negra.

—Siento tu oscura mirada en mi nuca —dice.

—Casi me matas.

—Si te quisiera matar, hubiera dejado que murieses en el acantilado la primera noche, con la bruja la segunda y ahora. No hace falta que yo te mate, solo tengo que dejarte aquí sola.

—Sili tingi qui dijirti iqui sili —me cruzo de brazos—. No estoy acostumbrada a lidiar con brujas y lobos. En Prinnecia somos normales.

—¿Tan normales que van a sacrificar a una princesa por una maldición?

—Exactamente, así de normales. La gente quiere que la maldición termine, que llueva, que la tierra mejore y de cosechas buenas, que...

—Entonces deberían apresurarse en matar a esa princesa.

—Si Rilikya no hubiera maldecido Prinnecia... —Aprieto mi mandíbula.

—Si los humanos os hubierais mantenido en vuestro territorio...

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