Capítulo 11 parte I

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Largo, largo día. Darren se encuentra apoyado en un árbol con los ojos cerrados y los brazos cruzados y yo estoy curando de nuevo las heridas de Heath, que luce demasiado bien para ser tan reciente. El chico que se encuentra descansando, ha hecho guardia durante toda la noche mientras yo dormía, o al menos lo intentaba.

—Cuidado chica —sisea la bruja.

—Perdón.

—Aunque luzca bien, aún me duele.

Ella no puede cabalgar y nosotros no vamos a dejarla aquí así, tampoco podemos volver, por lo que tenemos que esperar aquí a saber cuántos días. La parte ingenua de mí pensó que cruzar Rilikya sería coser y cantar. No me imaginé todo lo que supondría estar aquí. Intenté convencerme el primer día que tenía un caballo, un arma y comida y solo tendría que llegar a mi destino.

No conté con que un lobo me atacara o una bruja quisiera cambiar mi alma al diablo por juventud eterna. Ni siquiera sabía que existían los drows.

Suspiro pesadamente y miro a Darren, que sigue en la misma posición de hace al menos una hora.

—Es guapo, ¿eh? —Miro a Heath y frunzo el ceño— Darren —alza sus cejas de forma sugerente— Si yo fuese más joven ese chico no se me escapaba.

—Tengo cosas más importantes en las que pensar que en chicos —me levanto y me sacudo mi ropa.

—Siempre hay tiempo para pensar en chicos, sobre todo si tienes tu edad y las hormonas revueltas. Puedo olerte desde aquí.

—¿Qué?

—A tus hormonas revueltas, puedo olerlas, al menos ayer pude.

Me pongo roja como un tomate y me doy la vuelta.

—Tonterías —muevo mi mano— ¿Quieres algo de comer?

—Acabamos de comer.

—Es que no sé qué hacer —pongo mis manos en mi cintura y miro hacia arriba, a los árboles que tapan el bonito cielo. Echo de menos Prinnecia.

—Entrenemos.

Miro a Darren, que se levanta y se quita la capa. Coge su espada y después, coge la mía, que me la tira y la cojo al vuelo.

—Esto será interesante —escucho a Heath.

La miro y tiene una sonrisa divertida en su rostro. Saco la espada de la funda y me dirijo a Darren, que está esperándome con cara de pocos amigos, como últimamente.

—¿Tienes la fuerza para levantarla? —Él levanta su espada como si fuera una pequeña rama y yo lo imito, aunque por supuesto, no con tanta facilidad y elegancia.

—Tengo la suficiente para levantarla —bajo la espada y una sonrisa torcida aparece en su rostro.

—Bien —su espada viene a mí y levanto la mía para evitar que me mate.

Cierro los ojos un momento cuando las espadas chocan y lo miro, asustada.

—¿Estás loco?

—No puedes cerrar los ojos cuando una espada vaya hacia ti, Sophie.

Muevo mi espada para deshacerme de la suya y él da un paso hacia atrás. Se abalanza sobre mí y lo esquivo. Levanto mi espada cuando la suya se dirige hacia mí y chocan. Tiene más fuerza que yo y dobla mi espada hacia atrás haciendo que caiga sobre mi culo.

—Tienes que sujetar la espada más fuerte —pone la punta de su espada cerca de mi garganta y lo miro, respirando agitada— Todo el mundo debería saber usar una espada. ¿No os enseñan en Prinnecia?

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