Vuelvo a ser una prisionera. Han tomado decisiones sobre mí toda mi vida y estoy cansada, por lo que me encuentro con otra silla entre mis manos, mirando la ventana. Quiero y necesito ser libre.
—No creo que eso sea una buena idea —la voz de Elías no hace que me gire porque estoy enfadada.
—Quiero ver a Darren.
—Él está ocupado.
—Entonces tendré que volver a intentar escapar, a no ser que tú quieras seguir respondiendo a mis preguntas.
—No tengo intención.
—Bien —levanto la silla y él no tarda en estar frente a mí.
Sus grandes manos están sujetando las patas de madera y su mirada seria no me intimida, aunque lo intenta.
—He conocido a peores personas que tú, no me das miedo.
—Debería darte miedo, podría matarte en un chasquido.
—No puedes matarme.
—No deberías tentarme. Ya he lidiado con un Darren enfadado, no me importaría lidiar con su enfado de nuevo.
Aprieto mi mandíbula y suelto la silla. Él la pone con cuidado en el suelo sin dejar de mirarme. Es guapo y, me pregunto, si todo el mundo por aquí lo es.
—Eres licántropo —digo.
—Sí.
—Me perseguiste en el bosque —él asiente, cruzándose de brazos—. El que casi me mata.
—No pretendía matarte, tú te asustaste y corriste.
—Me estabas persiguiendo.
—Porque estabas corriendo.
Niego con la cabeza porque no voy a llegar a ninguna parte así.
—Quiero que le digas a Darren que necesito verlo. Da igual en qué momento pueda, quiero hablar con él.
—Veré lo que puedo hacer.
Él me esquiva para ir hacia la puerta y junto mis labios en una fina línea realmente cansada de toda esta situación. Me equivoqué completamente al pensar que por fin sería libre.
Aún no puedo creerme que mi padre quiera matarme por una piedra. Solo y únicamente por poder.
La puerta se abre de nuevo y me giro para ver a Elías entrar con un montón de libros en sus manos. Él me sonríe, enseñándome sus colmillos.
—Para que te entretengas, princesa.
El tono burlón me hace querer tirarle un zapato, pero me aguanto y veo cómo se va. Me acerco a la mesa y paso mi mano por la cubierta de piel del primero. Imagino que Darren prefiere que lea todo esto en vez de contármelo él. Y, como no tengo otra cosa que hacer, me siento y empiezo.
Todo lo que Darren me contó, es cierto, o al menos es lo que pone en todos los libros. Llevo horas y horas leyendo y la cosa no mejora. No hay nada parecido a la historia que conocemos en Prinnecia. Aunque, ¿por qué esta historia tendría que ser la verdadera? ¿Por qué no he oído hablar de la piedra filosofal? ¿Dónde la tienen? ¿Son mas poderosos gracias a la piedra? ¿La usan?
Tuve que hacer una pequeña parada para ducharme y ponerme el camisón que me habían dejado allí y estoy comiendo algo mientras sigo leyendo. A pesar de que tengo cinco libros esparcidos por la mesa, ninguno de ellos responde a mis preguntas porque quiero saber más y Darren aún no me lo ha contado todo. Quiero la historia completa.
—Tienes que dejar de mentirme —digo.
—Pensé que no me habías escuchado entrar.
Me giro y veo al príncipe de las sombras, siempre vestido de negro, haciendo honor a su nombre. Su pelo rizado por arriba está un poco revuelto y sigue llevando la camisa cerrada hasta su cuello, no dejando ver ningún rastro de su piel.
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PRINNECIA
General FictionCada cien años, se enamora un ángel de un demonio. Uno sacrifica su paz y el otro renuncia a su odio.