Capítulo 3;

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CAPÍTULO 3:


"Los secretos pueden ser tan dulces como un caramelo o mortales como una navaja".


Jeong Yunho era un joven inteligente, normalmente sereno y amable. Muy pocas veces se había visto envuelto en discusiones, sin embargo, de alguna extraña manera todos preferían mantenerse alejados de su perímetro cuando estaba molesto y siempre se podía notar ese momento. Sus ojos se oscurecían hasta el punto de darle un aspecto terrorífico y de una manera muy sensual lograba abrirse paso lentamente hasta cualquier lugar donde pudiera respirar millones de veces hasta calmar la rabia de sus venas.

Esa noche, siendo pasado las siete y el cielo oscurecido, decidió ir a uno de los únicos lugares donde podía estar seguro y en calma. La casa de Chanyeol, aquella casa de aspecto campestre y hogareño donde había pasado infinitas aventuras junto a sus amigos, y que ahora era solo habitada por su amigo castaño. También estaba la casa de su otro mejor amigo, una gran casa majestuosa e imponente que lo había visto crecer y, por último, el cementerio, donde entre cada lápida habitaba en cuerpo descompuesto y para su dolor, uno de esos era el de su madre. Con pasos decididos llegó hasta el camino de gravilla que daba a la gran puerta de caoba y con un suspiro de tranquilidad por estar ahí, tocó el timbre una sola vez.

Un minuto después la puerta de caoba se abrió, reflejando el rostro sonriente de un castaño que él conocía muy bien. Chanyeol.

—Hey, hermano —saludó Chanyeol con una sonrisa cálida. Se hizo a un lado para que Yunho pudiera pasar. Su sonrisa se desvaneció al ver el rostro perturbado de su mejor amigo, por lo tanto, cerró la puerta y en silencio lo siguió hasta la sala de estar.

Yunho se dejó caer en el tan conocido mueble color vino y observó el gran cuadro que colgaba en la pared blanca, era una foto de ellos tres cuando tenían dieciocho años, hace un año. Había sido un muy buen día, solo ellos tres y mucha comida y videojuegos. Tomarse la foto había sido un calvario, ya que tenían en la cámara en modo automático y siempre salía borrosa. Pero era una de las experiencias que más sonrisas lograba sacarle, él... sus dos mejores amigos, risas y ninguna preocupación. Daría su vida por volver a esos pequeños momentos.

Respirar tranquilidad, y no tener que refugiarse entre los brazos de sus amigos por estar temblando de miedo viendo la oscuridad teñida en carmesí.

Chanyeol se sentó frente a él, teniendo una clara de idea de lo que le podía haber pasado y esperando pacientemente que Yunho quisiera hablar.

—Recibí otra carta —comenzó Yunho, sintiendo como el tono de su voz se volvía tembloroso de la ira y el miedo, sobre todo el miedo.

Su amigo no dijo nada, se mantuvo en silencio mientras observaba como Yunho comenzaba a contorsionar su cara en una mueca de ira contenida, de horror y pánico. Una mueca que había visto desde hace unos siete meses, tal vez. Donde no podían hacer nada más que contenerlo y evitar que hiciera una locura.

—Lo detendremos, Yunho —dijo Chanyeol, poniendo su mano sobre el hombro derecho de su amigo—, estamos aquí contigo, y cuando el momento llegue, lo mandaremos al infierno, juntos. Siempre. Es un juramento.

Con sus ojos negros como la mismísima noche, el muchacho observó a su amigo y la seguridad con la que decía esas palabras. Wooyoung y Chanyeol le habían jurado por sus vidas que acabarían con ese martirio que lo perseguía y atormentaba sin descanso, que iban a estar los tres juntos cuando el momento llegara y juntos, como siempre harían, acabarían con él.

Cosas Malas; woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora