Capítulo 4;

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CAPÍTULO 4:


"¿Cuantos segundos se necesitan para recordar todo aquello que de forma inconsciente hemos olvidado?"


San estaba sentado en el alféizar de la ventana, observando con tranquilidad la calle solitaria que estaba a su vista. Un libro grande y de aspecto viejo estaba cerca de él, era un libro de historia que se había dispuesto a leer desde hace ya media hora, y no había tenido forma de hacerlo.

Sus pensamientos bailaban sin cesar, uno tras otro, como un tren que sigue la misma dirección y no está dispuesto a detenerse. Sin duda alguna su madre habría aprobado la elección de su padre. Seulgi era hermosa, elegante y afable, sin duda era una excelente mujer.

San se preguntó si su madre habría estado orgullosa de la persona que era en ese momento él.

La recordaba hermosa, con un cabello castaño corto hasta la nuca, pero de unos ojos verdes que solo tenían un brillo de amabilidad. Ella era paz. Era amor, ternura y vida.

Había muerto un mes después de haber dado a luz a Jongho, su corazón simplemente había dejado de latir, abandonando el mundo sin retorno, desgarrando el alma de su esposo, ese que se había enamorado como un loco a los quince años y desde ese momento nunca más había puesto sus ojos en otra mujer que no fuera su amada Chaeryong. Pero ella se había ido a eso que la gente llamaba un lugar mejor, y no había forma de traerla de regreso.

Despejó sus pensamientos cuando el sonido de su celular lo alertó de una llamada entrante, la pantalla se iluminó con un nombre muy conocido para él y no pudo evitar sonreír ante la familiaridad de tal. Zhang Yixing era su primo, y aun cuando tenían años sin verse debido a que vivían en diferentes países, se conocían el uno al otro a la perfección. Yixing conocía su relación con Wooyoung y no podía siquiera imaginar su reacción al enterarse de "las buenas nuevas", teniendo en cuenta que su primo apostaba su vida para decir que él y Wooyoung estaban ocultamente enamorados y en algún momento un factor explotara y los haría darse cuenta de ese amor. Tonterías.

—¡San! —chilló de emoción apenas el pelinegro atendió la llamada—. ¡Me voy a casar!

San no tuvo tiempo de digerir bien la noticia cuando ya estaba siendo bombardeado por detalles e ideas para la preparación de la boda.

—Eso es genial, Xing. —sonrió San aun cuando su primo no podía verlo—. Demonios, solo tienes veintidós años. ¿No eres muy joven?

Al otro lado de la línea se escuchó un resoplido.

—El amor no tiene edad ni tiempo, cariño.

—Eso es muy empalagoso de tu parte. —se rió San.

—Así es el amor, te hace ver la vida con otros ojos.

Se quedaron hablando por una hora más, poniéndose al día en cada mínimo detalles de sus vidas.

Una vez hubo colgado la llamada, buscó entre su bolso personal el cargador blanco de su teléfono y dejándolo sobre la cama, decidió bajar para mirar un poco de televisión, ya eran pasadas las diez de la noche, casi se acercaban las once. Antes de bajar se cambió a su cómodo pijama azul cielo.

Bajó descalzo, sintiendo el suelo frío al contacto y era una sensación muy reconfortante. Extrañaba el olor familiar de su casa, siempre olía a canela, la esencia favorita de sus padres. En cambio, esa casa no tenía algún olor en particular.

Se sentó frente al televisor y lo encendió. Al cabo de unas tres horas, donde ya estaba entrada la madrugada y el ambiente estaba silencioso, San había caído rendido en el sofá, perdido en el mundo de los sueños.

Cosas Malas; woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora