Capítulo 24;

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Capítulo 24.


—Vete —su voz sonó llena de fastidio. Necesitaba concentrarse.

—Mírame, Sannie.

—No.

—¿Estás enfadado?

—¿Debería estarlo?

Wooyoung suspiró, y se removió en la cama hasta llegar a donde San estaba recostado con la mirada perdida en un libro sobre la segunda guerra mundial que había encontrado en la biblioteca —de nuevo—, y aunque Wooyoung estaba casi desesperado por besarlo y abrazarlo, pero San se negaba a dejar su lectura.

No se atrevía a quitarle el libro, dado que él conocía a la perfección el genio del muchacho, y posiblemente se quedaría sin besos y con un buen golpe en sus partes bajas.

—Ya casi debo irme —expuso como último recurso.

—Bien, adiós.

Wooyoung se levantó de la cama con el ceño fruncido. ¿Qué otra cosa podía esperar de San cuando estaba leyendo? Probablemente si el mundo se caía, no le importaría. Suspiró y salió de su habitación, ya que, por si fuera poco, el chico lo ignoraba en su aposento, apoderado de su cama.

No sabía en qué clase de extraña y no definida relación se encontraban ellos, y le preocupaba la manera tan rápida en la que esa pequeña atracción que sentía por Choi San comenzaba a desglosarse en otros sentimientos más complejos, más intensos... más delirantes.

Sentía que besarlo era una necesidad como respirar, quería beber de esos labios hasta perder la locura. Su mente era un caos, se encontraba a sí mismo mirándolo cuando San estaba riendo, hablando, caminando o simplemente estaba mirando a la nada. Ahora era más consciente de pequeños detalles que San tenía, manías y actitudes, incluso si cerraba los ojos y ponía su mente a trabajar, podía escuchar su risa repitiéndose una y otra vez.

La calidez de sus piernas alrededor de sus caderas cuando San estaba sobre él, la forma en la que sus manos se sentían contra la piel de él cuando se besaban, o la forma en la que San escondía su rostro en la curvatura de su cuello después de una sesión de besos.

Se detuvo en medio del pasillo ante ese pensamiento. Él en serio estaba cayendo ante ese pequeño y altanero muchacho.

Con rapidez se giró, y retrocedió sobre sus pasos hasta llegar a su habitación de nuevo y encontrar a San con el libro a un lado y la mirada fija en la puerta por la que recién él volvía a entrar.

—¿No te ibas?

Wooyoung sonrió lentamente, bebiendo de la dulce imagen de él en su cama, mirándolo con esos grandes ojos cafés y los labios fruncidos en confusión. Lo tenía enloquecido.

—Olvidé algo —murmuró en respuesta mientras se acercaba a la cama.

San abrió la boca para hablar, pero soltó un pequeño jadeo de sorpresa cuando se vio atrapado entre los brazos del pelinegro, quien tenía una mirada hambrienta en sus ojos oscuros, como si fuera a comerse el mundo de un solo bocado.

San era ese mundo.

Una corriente bajó por su columna, haciéndolo temblar.

Wooyoung besó lentamente su cuello, haciendo un pequeño camino. Y sin contenerse, simplemente plantó sus labios sobre los de San, absorbiendo todo lo que él quisiera darle en ese momento. Porque no importaba cuan jodido fuera todo en ese momento, ni que tan malas estuvieran las cosas para ellos. Si San lo besaba de esa forma y con esa entrega, Wooyoung sentía que podía apagar el mundo y volver a reiniciarlo.

Cosas Malas; woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora